Enrique Calderón A.
Echeverría y el futuro
Echeverría no es hoy un emisario del pasado, es algo más que eso, es el representante de un pasado que muchos quisieran olvidar y que muchos más olvidaron hace tiempo, pero que está presente en la conciencia colectiva. Desafortunadamente Eche-verría representa también un futuro posible que debiera ser erradicado, pero que está presente en actitudes y omisiones de los gobernantes, que llevan a enfrentamientos sociales como opción única de relación entre pueblo y gobierno.
Después de dos décadas y media de olvido, el ex presidente ha reaparecido en los medios, en virtud del proceso de investigación criminal que se ha abierto en torno de su presunta responsabilidad en los sucesos de octubre del 68 y junio del 71, entre otras cosas. Dos aspectos me han llamado la atención del contenido de los medios: por un lado, el disgusto visible de algunos priístas distinguidos, quienes responsabilizan al gobierno del Fox del uso mediático y el aprovechamiento oportunista del proceso, en contra del PRI (partido del que Echeverría fue un miembro distinguido) y en beneficio del foxismo, y por el otro, las declaraciones del abogado del ex presidente, cuya lógica se reduce a señalar que se trata de algo juzgado, con sentencias dictadas, según las cuales los acusadores de hoy fueron los delincuentes, los agitadores y los proscritos de ese entonces, por lo cual un nuevo juicio carece de sentido y de validez jurídica.
Lo que esta argumentación no toma en cuenta es que el alcance y la repercusión de la investigación y del juicio mismo a Echeverría rebasa con mucho al personaje, e incluye al sistema mismo de justicia que prevalecía en ese entonces, el cual hizo posibles los abusos de poder que allí se cometieron, porque de acuerdo con la lógica del abogado mencionado, los juicios llevados a cabo contra los nazis, contra Pinochet y contra tantos otros acusados de genocidio resultarían siempre improcedentes, por las mismas razones; el caso mismo de Miguel Hidalgo, juzgado y encontrado culpable de herejía, sedición y trato con el demonio, resultaría ser una verdad absoluta luego de su enjuiciamiento haciendo impensable cualquier veredicto distinto.
šNo! Echeverría es un personaje que es a la vez producto representante de una época, de un sistema, de un grupo de poder absoluto, y que en el mejor de los casos es sospechoso de haber cometido crímenes, por comisión y omisión, claramente tipificados como genocidio. Por ello, si hoy las instituciones nacionales y la sociedad mexicana pueden juzgarlo, deben hacerlo, están obligadas a hacerlo, como parte del proceso de cambio por el cual con tanto denuedo se ha luchado; más aún, el juicio de Echeverría debe ser sólo el primer paso de un proceso de limpieza y justicia por el cual el país debe asegurarse que tales tragedias no se repitan nunca más, y de que quienes en su momento justificaron los crímenes del poder reconozcan su error al menos.
En cuanto al disgusto expresado por los priístas, en virtud del manejo mediático y oportunista del gobierno de Fox para aprovecharse del descrédito que la llamada a cuentas a Echeverría implica, bien puede decirse que se trata del burro hablando de orejas, porque si alguien ha sido maestro en las artes de manipular a la opinión pública y de beneficiarse de los errores y angustias ajenas es el PRI, y de manera muy especial el mismo Luis Echeverría, de quien no resultaría sorprendente que el crimen del 2 de octubre y otros más de esos tiempos estuviesen motivados en su interés de utilizarlos para acabar de construir con ellos el camino a la Presidencia, aprovechando los errores y el autoritarismo irracional de Díaz Ordaz, tan responsable como Echeverría del 2 de octubre.
šNo! Los priístas no pueden disgustarse de que otros se aprovechen de la desgracia actual de Echeverría, antes de ello deberían estar disgustados de su propia incapacidad para impedir la tragedia de Tlatelolco y para entender sus consecuencias futuras, porque si en el 2 de julio de 2000 se plasmó el fin de la supremacía priísta, fue el 2 de octubre del 68 cuando el mismo Echeverría dictó la sentencia para el término de la era priísta y dio lugar a las nuevas formas de lucha social que 32 años después harían posible la elección democrática de un nuevo Presidente de la República.
Hoy el PRI no tiene futuro si no es capaz de reconocer los errores y los crímenes de quienes llegaron al poder a través suyo; México ha cambiado, ellos también debieran hacerlo.