Ricardo Robles
Etnocidio calculado
Ya son tediosas las falaces declaraciones gubernamentales en torno a los conflictos; tanto lo son que acaban desgastando el ánimo de cualquiera para reaccionar, refutar, denunciar. A manera de ejemplo, Ƒa qué vienen las monótonas declaraciones del comisionado para la paz en Chiapas sobre la paciencia y disposición del gobierno para dialogar, en las que mutila denuncias y demandas a conveniencia, mientras la escalada de violencia sigue sobre las comunidades? Hasta los titulares de la prensa se desgastan y terminan repitiéndose idénticos. Y así, el mismo corte de declaraciones ahora se reitera a propósito de Atenco y desde antes con otros conflictos como receta y consigna para revertir toda coyuntura incómoda.
Se trata tan sólo de un pormenor de entre las múltiples tácticas de la bien llamada "guerra total o de desgaste". Es el frente de guerra abierto contra la voz ciudadana y la solidaridad posibles. Es uno de tantos frentes, disimulado como todos deben serlo hoy. Dividir, atomizar es importante para esta guerra encubierta, como lo es también cubrir de bruma anónima sus tácticas. Los combates entre antiguos y nuevos grupos gobernantes, las masacres nunca aclaradas o el deporte de temporada son buenas neblinas y actores de la guerra en curso. Y siempre hay modos de pagar mercenarios de todos los estilos y colores, de achacar acciones, de disimular finalidades, de negar horrores perpetrados y lograr imponerse impunemente. Importa dividir bajo declaraciones de bondad -marrulleramente- en estas guerras de diseño actual.
Esta guerra de hoy la sufren más y peor los pueblos indios. Su reaparición, su presencia pública, su palabra clara -provocadas por la invasión depredadora de lo suyo- disgustan a los neoconquistadores de cuello blanco y fortuna oscura. Los indios reclaman su derecho irrenunciable a un espacio de justicia y dignidad, y se les responde con despensas distribuidas selectivamente para debilitarlos aún más. Se aprovechan la enfermedad y el hambre para el etnocidio calculado. Esos apoyos del gobierno son como un dulce envenenado, decía hace poco un tepehuán amigo. La contrainsurgencia preventiva tiene por frente de guerra todo el país. Procampo entre los campesinos es un ejemplo. Aniquilarlos antes de que reaccionen parece la consigna.
En la sierra de Chihuahua, como una táctica más de aniquilación, parece ejecutarse la consigna de anular a las autoridades tradicionales. No se dice de dónde viene o a qué intereses sirve tal ofensiva. La bruma táctica está ahí. El actor visible es una vieja y artificial organización gubernamental. El "consejo supremo", suelen llamarle aún. Se ha reactivado para multiplicar y cambiar a los gobernadores indígenas a su arbitrio aparentemente, bajo consignas claras al parecer.
En estas semanas la insistencia es terca en Sisoguichi, pese al rechazo repetido de los tarahumaras. En estos meses lo han intentando en Norogachi o en Bakéachi, por ejemplo. En la Tarahumara siempre ha sido un derecho exclusivo de cada comunidad indígena, como tal, determinar el modo y el cada cuándo nombran autoridades por consenso en sus comunidades amplias y dispersas. Tradicionalmente los "gobernadores" indios han mantenido autonomía ante las autoridades oficiales, aunque por su cargo son el contacto de la comunidad con ellas. Es costumbre nombrarlas alternando regiones de la comunidad para que ningún grupo prevalezca.
Ahora se pretende poner plazo fijo a las autoridades tradicionales, acotarlas, multiplicarlas, controlarlas. Para eso las presidencias municipales o seccionales presionan y discretamente distribuyen y reponen sellos oficiales a quienes ellas deciden reconocer. Son sellos que reducen la autoridad a rancherías mínimas.
En algunos lugares han impuesto gobernadores para una sola escuela, por ejemplo. Cualquier espacio va siendo pretexto para nombrar a incondicionales, que los hay siempre. Esto les permite nombrar autoridades en los pueblos mayores y desplazar así a las legítimas de toda una región, para tomar el control aunque sea aparente, para distribuir beneficios clientelarmente, para ejecutar todo programa oficial, para comprar elecciones, para fingir consultas, para legitimar proyectos de explotación forestal o turística, para expropiar territorios, o para lo que sea. Y todo podrá ir tupido de sellos de indios aprobando lo que sea a quien sea, sin las incómodas comunidades libres.
Es la misma guerra de desgaste sobre los todos que somos. Desde ahí los pueblos indios nos convocan a rescatar juntos la dignidad.