Una extraña libertad
En EU todo el que critique la política israelí será difamado y acusado de antisemita
ROBERT FISK THE INDEPENDENT
En el interior de la Primera Iglesia Congregacional de Berkeley, la audiencia enmudeció. Dennis Bernstein, el presentador judío del programa de radio Flashpoint sobre política internacional de la emisora KPFA, leía correos electrónicos que recientemente le enviaron simpatizantes estadunidenses de Israel. Cada uno consternó por igual a musulmanes, judíos y cristianos de la concurrencia. "Judío de mierda, te odias a tí mismo. Pendejo, hijo de tu chingada madre. Hitler mató a los judíos equivocados. Tenía que haber matado a tus padres para que una mierda judía como tú nunca naciera. Dios mediante, los terroristas árabes te descuartizarán como lo hicieron con Daniel Pearl. šššAmén!!!"
El pecado de Bernstein fue haber dado cobertura a la invasión israelí a Jenin, en abril pasado, y haber entrevistado a periodistas que investigaban los asesinatos que ahí tuvieron lugar, incluidos Phil Reeves y Justin Huggler, de The Independent, para Flashpoint.
El abuelo de Bernstein fue un venerado rabino ortodoxo de reconocimiento internacional, pero ni su historia familiar ni sus orígenes lo salvaron de ataques. "šššLee esto y llora, arrastrado, niño judío hijo de tu perra madre!!!'', decía otro correo leído por Bernstein. "Si Dios quiere, un palestino te va a asesinar, violará a tu esposa y degollará a tus hijos." Otro más: "Espero que tú, Barbara Lubin, y otros judíos marxistas comunistas, traidores y antiestadunidenses, que además odian a la policía, tengan una cruel y violenta muerte, igual que las víctimas de los asesinos suicidas en Israel".
Lubin también es judía y directora ejecutiva de la Alianza para los Niños de Medio Oriente. Alguna vez fue una sionista comprometida, pero se ha vuelto una de las más feroces críticas de Israel. Los correos electrónicos que ella ha recibido son aún peores.
En efecto, uno tiene que venir a Estados Unidos para darse cuenta de lo valiente que es esta pequeña pero muy combativa comunidad judía. Bernstein es el primero en reconocer que una alianza entre cabildos israelíes y fundamentalistas cristianos conservadores ha logrado erradicar del dominio público la discusión libre sobre Israel y Medio Oriente.
"Todos están aterrados", señala Bernstein. "Los únicos que se atreven a abrir la boca son los judíos de este país. Cuando era niño solía enviar dinero para sembrar árboles en Israel. Pero ahora le tenemos horror a un gobierno que representa a ese país al que amábamos y atesorábamos. Los defensores de Israel muestran una animosidad especial hacia aquellos judíos que no se alinean con la política de tierra quemada de Sharon, porque se han dejado convencer por la mentira de que los críticos de Israel son, simplemente, antisemitas."
Adam Shapiro está entre aquellos que han pagado el precio de sus creencias. Es un judío comprometido con una estadunidense de origen palestino; es activista del Movimiento Internacional de Solidaridad y quedó atrapado en los cuarteles de Yasser Arafat la primavera pasada, cuando daba voluntariamente cuidados médicos.
Después de decirle a CNN que el proceder del gobierno de Sharon es "terrorista" y denunciar que Israel recibe 3 mil millones de dólares en ayuda militar, su familia fue despedazada por The New York Post. El rotativo calumnió a Shapiro llamándolo "el talibán judío" y humilló a sus familiares al tacharlos de "traidores".
Simpatizantes de Israel difundieron la dirección de la familia de Shapiro, por lo que sus padres tuvieron que salir huyendo de su hogar en Brooklyn y buscar protección policial. El padre de Shapiro, profesor en una preparatoria pública de Nueva York y maestro de medio tiempo en una Yeshiva (escuela judía), perdió su empleo. El hermano del activista, por su parte, recibe regularmente amenazas de muerte.
Quienes apoyan a Israel no tienen reparos en admitir su alianza con la derecha cristiana. De hecho, los fundamentalistas pueden hacer por sí mismos campaña en favor de Israel, como descubrí recientemente en Stanford, donde di una conferencia sobre los medios y el conflicto israelí-palestino, que formaba parte de unas pláticas organizadas en su mayor parte por judíos estadunidenses. El grupo de derecha cristiana Free Republic puso mi nombre en su sitio de Internet, me llamó "lameculos de la OLP" y pidió a sus simpatizantes irrumpir en mi conferencia.
Algunos se presentaron afuera de la Primera Iglesia Metodista de Sacramento, donde iba yo a hablar, ondeando banderas de Estados Unidos e Israel. "šUstedes odian a los judíos!", les gritaban a los organizadores, lo cual fue una ironía, dado que se trataba de no judíos que vociferaban insultos a judíos.
También repartieron unos volantes muy mal impresos. "No te preocupes, Bob", me dijo uno de mis anfitriones judíos, "ni siquiera saben escribir tu nombre". Cierto, pero falso también. El volante decía: "No hubo matanza en Jenin. A Fiske (sic) se le paga un dineral para diseminar (mentiras) para los árabes..."
Pero la verdadera mentira era la última afirmación. Yo nunca cobro por mis conferencias y por ello nadie puede afirmar que se me paga por mis opiniones. Pero la verdad no le importaba a estas personas, tampoco el contenido de mi plática, cuya primera frase, casualmente, era: "No hubo masacre", y en la que llamé a Arafat un "pe-queño déspota, corrupto y vanidoso", y además dije que los ataques suicidas son un "arma temible y perversa". Nada de esto era relevante porque la única intención era cerrarme la boca.
Dennis Bernstein lo resume de manera simple: "En Estados Unidos, cualquier periodista, columnista, editor, profesor universitario, estudiante, activista o religioso que se atreva a hablar de manera crítica respecto de Israel, o que reporte las brutalidades que se cometen en el contexto de la ocupación ilegal, será difamado y acusado de antisemita".
De hecho, ni siquiera había terminado Bernstein de decir esto cuando los grupos pro israelíes ya habían comenzado una extraordinaria campaña contra algunos de los más pro israelíes diarios estadunidenses. Aseguraban que The New York Times, Los Angeles Times y el San Francisco Chronicle presentaban una cobertura sesgada del conflicto en Medio Oriente.
Es muy difícil ver cómo podría ser antisraelí el New York Times, que ostenta como editorialistas a William Safire y a Charles Krauthammer, esos gigantescos pro israelíes, aunque es posible que, en medio de los reportes de la destrucción israelí en Cisjordania y Gaza, algunos comentarios levemente críticos lograron llegar a la imprenta.
El New York Times, por ejemplo, sí informó que los soldados israelíes usaron a civiles como escudos humanos, pero lo hicieron en el último párrafo de un despacho sobre Jenin.
El hecho es que se desató una campaña de boicots y correos electrónicos. Más de mil lectores susupendieron sus suscripciones a Los Angeles Times, y miles más recibieron llamados para cancelar sus suscripciones al New York Times por un día.
En la costa este estadunidense, al menos una radio local ha perdido un millón de dólares de un filántropo judío, mientras que otras estaciones que intentan cubrir la situación en Medio Oriente con algún grado de imparcialidad han perdido aún más dinero.
Furia en punto de ebullición
Cuando el San Francisco Chronicle publicó una guía de cuatro páginas sobre el conflicto, sus editores tuvieron que reunirse con una delegación de 14 miembros de grupos judíos locales para discutir el disgusto que provocó a estos últimos.
Según Michael Futterman, quien preside el comité estratégico sobre Medio Oriente que reúne a unas 80 sinagogas de San Francisco, la furia judía llegó a su "punto de ebullición" cuando el Chronicle omitió cu-brir una manifestación pro israelí que tuvo lugar en la ciudad.
Huelga decir que el "representante de los lectores" del diario, Dick Rogers, publicó una disculpa suplicante y autoflagelante. "Este periódico no publicó una sola palabra sobre la manifestación -escribió-. "Esto no fue una cobertura justa e imparcial".
Otra objeción provino de un lector judío que no estaba de acuerdo con que la palabra "terror" se escribiera entre comillas en un encabezado del Chronicle que decía "Ariel Sharon afirma que el 'terror' justifica la invasión".
ƑLa opinión del lector? Que el reportaje del Chronicle "está en armonía con la propaganda palestina que intenta distraer la atención de la campaña terrorista contra Israel (que goza de apoyo casi unánime entre los palestinos, desde Yasser Arafat hasta el niño de 10 años que sueña con hacerse explotar algún día), en cambio describe los movimientos militares israelíes como tácticas sin razón, que son incluso malvadas y de fuerza excesiva".
Y la tendencia continúa. En un programa de radio al que fui invitado en Berkeley, el editor de asuntos internacionales del Chronicle, Andrew Ross, trató de minimizar en-tre risas la influencia del lobby pro israelí.
"Ese famoso lobby", lo llamó con una deferencia que está a medio camino entre el reconocimiento y el miedo. Pero el cónsul general de Israel, Yossi Amrani, no vaciló en hacer campaña contra el Chronicle y afirmar que este diario, la mayoría de las veces, es dócil, es "un periódico pro palestino, sesgado profesional y políticamente".
El suplemento de cuatro páginas sobre Medio Oriente del Chronicle era, de he-cho, sumamente tibio. Su titular: "La actual batalla entre israelíes y palestinos es una lucha por el control sobre tierras".
Obviamente desechó un elemento primordial: que uno de los dos grupos -los palestinos- está "luchando por el control sobre tierras que han estado ocupadas por Israel durante 35 años".
La noticia más sorprendente, y de la que menos habla la prensa, es la alianza entre cabilderos israelíes y fundamentalistas cristianos sionistas; una coalición que comenzó en 1978 con la publicación de un plan del Likud para animar a las iglesias fundamentalistas a dar su apoyo a Israel.
Para 1980, ya existía una "embajada internacional cristiana" en Jerusalén, y en 1985 un cabildo cristiano-sionista surgió en un acto llamado "Desayuno de Oración Nacional por Israel", donde el principal orador era el futuro primer ministro israelí Benjamin Netanyahu.
"Un sentido de historia, poesía y moralidad ha empapado a los cristianos-sionistas, quienes, hace más de un siglo, comenzaron a escribir, planear y organizar la restauración de Israel", dijo Netanyahu a su público.
La así llamada Coalición de Unidad Na-cional para Israel se convirtió en el brazo cabildero del cristianismo-sionismo, con contactos en el Congreso y en los think-tanks neoconservadores de Washington.
En mayo del presente año, nada menos que la embajada israelí en Washington, organizó un desayuno de oración para los cristianos sionistas. A él asistieron Alonzo Short, miembro de los "Cumplidores de Promesas", y Michael Little, presidente de la Christian Broadcasting Network.
Los anfitriones del encuentro dijeron que la lista de invitados incluía a esos tercos y viejos conservadores cristianos Jerry Falwell y Pat Robertson, quienes alguna vez financiaron a una traviesa emisora de televisión en el sur de Líbano que solía amenazar a los aldeanos musulmanes del lugar, y transmitir las peroratas del mayor Saad Haddad, el chiflado líder de la milicia is-raelí en Líbano.
En Tennessee, funcionarios judíos invitaron a cientos de cristianos a unirse a las multitudes cristianas-judías en una marcha de solidaridad con Israel en Memphis.
A la luz de estos hechos, la coalición pa-rece natural. La Liga Judía contra la Difamación se sintió capaz de publicar un anuncio que incluía un artículo del ex director ejecutivo de la coalición cristiana Ralph Reed, con el título "Nosotros, las personas de fe, apoyamos firmemente a Israel".
Los cristianos, aseguraba Reed, estaban del lado de Israel por "su impulso humanitario de ayudar y proteger a los judíos, un interés estratégico común en la democracia de Levante y su nexo espiritual con Israel."
Pero desde luego, el problema fundamental -en todo el sentido de la palabra- se encuentra detrás de esta extraña alianza. Como lo señaló Uri Avnery, líder de Paz Ahora, el más valiente grupo pacifista israelí, en uno de sus típicamente feroces ensayos, publicado el mes pasado: "Según las creencias teológicas de los cristianos sionistas, los judíos deben congregarse en Palestina y establecer un Estado judío en todo ese territorio -idea que sin duda agrada a Sharon- para hacer posible que Cristo venga a la tierra por segunda vez".
Aquí vienen las malas noticias. Avnery señala que "los evangelistas no gustan de analizar abiertamente lo que viene después, porque después de la llegada (del Mesías) los judíos deberán convertirse al cristianismo. Aquellos que no lo hagan morirán en un gigantesco holocausto, en la batalla de Armagedón. Esta es una enseñanza básicamente antisemita, Ƒpero qué importa mientras apoye a Israel?"
Línea tenue y peligrosa
El poder del lobby israelí en Estados Unidos se debate más libremente en la prensa israelí que en los diarios y la televisión estadunidenses. Existe, desde luego, una línea tenue y peligrosa que divide la investigación y la condena justificada del poder del que goza dicho grupo, y la racista aseveración árabe de que un pequeño colectivo sionista domina al mundo.
Aquellos en Estados Unidos que comparten esta última opinión incluyen una organización profundamente desagradable que tiene su sede en la playa Newport, en las costas de San Francisco, y a la que se conoce como Instituto de Investigación Histórica.
Se trata del grupo formado por quienes niegan que existió el Holocausto, cuya conferencia anual, celebrada el mes pasado, incluyó una charla sobre "las penas de muerte dictadas por autoridades alemanas contra soldados alemanes, por asesinar y maltratar a judíos".
Después de escuchar demasiadas cosas de este tipo uno tiene que unirse al Comité Estadunidense de Asuntos Públicos de Is-rael (AIPAC, por sus siglas en inglés) para recuperar la cordura. De hecho, su influencia sobre el Congreso y el Senado de Estados Unidos muestra el grado en que la legislatura estadunidense ha sido corrompida por los cabilderos.
"Su poder electoral y financiero proyecta una larga sombra sobre ambos cuerpos del Congreso -escribe Avnery-. Cientos de senadores y congresistas han sido electos con la ayuda de las contribuciones judías. Resistirse a las directivas del lobby judío equivale a un suicidio político. Si la AIPAC quisiera cabildear una resolución que aboliera los 10 mandamientos, 80 senadores y 300 congresistas la firmarían de inmediato. Este lobby asusta también a los medios y garantiza su adhesión a Israel".
Para comprobar su aseveración, Avery sólo habría tenido que recurrir a las elecciones primarias demócratas celebradas el mes pasado en Alabama. Earl Hilliard cometió el único pecado mortal que no puede cometer un político en Estados Unidos: expresó comprensión por la causa de los palestinos. También visitó Libia hace algunos años.
El oponente de Hilliard, Artur Davis, se convirtió en un abierto simpatizante de Israel y recaudó grandes sumas de dinero de la comunidad judía, tanto de Alabama como del resto del país.
El diario israelí Haaretz destacó que en la lista de contribuyentes de Davis había "10 Cohens de Nueva York y Nueva Jersey, había Abrams, Ackerman, Adler, Amir, Asher, Baruch, Basok, Berger, Berman, Bergman, Berstein y Blumenthal. Todos ellos de la costa este, Chicago y Los Angeles. Es altamente improbable que ninguno de ellos haya visitado Alabama ni una vez siquiera".
El periódico judío Forward, que es lectura esencial para entender verdaderamente a la comunidad judía estadunidense, citó a un activista político judío al hablar sobre la carrera electoral en Alabama: "Hilliard se ha visto en problemas para reunir votos, y hay que decirle a tipos como él que en una elección primaria, hay que echar mano de cualquier oportunidad".
Hilliard, por supuesto, fue derrotado por Davis, cuyos fondos de campaña ascendieron a 782 mil dólares.
La AIPAC se concentra en el Congreso, mientras que la Conferencia de Presidentes de Grandes Organizaciones Judías-Estadunidenses (CPMJO, por sus siglas en inglés), conformada por los presidentes de 51 grupos judíos, se concentra en la rama ejecutiva del gobierno. Cada congresista se sabe los nombres de los críticos a Israel que han sido destruidos por el lobby.
Tenemos, por ejemplo, el caso del senador J. William Fulbright, cuyo testimonio -en 1963- al Comité de Relaciones Exteriores del Senado detalló como 5 millones de dó-lares deducibles de impuestos donados por ciudadanos estadunidenses a obras benéficas habían sido enviados a Israel, re-ciclados y devueltos a Estados Unidos para ser distribuidos entre organizaciones que buscaban influir en la opinión pública en favor de Israel.
Fulbright fue derrotado en las primarias demócratas de 1974 después de que dinero israelí inundó fondos de campaña de su rival, el gobernador Dale Bumpers, después de que la AIPAC declaró que Fulbright "acostumbra ser poco amable hacia Israel y hacia nuestros simpatizantes en este país".
Paul Findley, quien pasó 22 años como congresista republicano en Illinois, vio su carrera política destruida después de que hizo campaña contra el lobby israelí, a pesar de que, irónicamente, su libro sobre el tema, Se atrevieron a hablar, estuvo en la lista de best sellers del Washington Post por nueve semanas.
Esto último sugiere que un buen número de estadunidenses quiere saber por qué sus representantes son pro israelíes.
Congreso y pueblo
Hace un par de meses la Cámara de Representantes expresó su apoyo irreductible a Israel por 352 votos a favor y 21 en contra. El Senado votó la misma moción con 94 votos a favor y dos en contra. Mientras esto se votaba en el Congreso, el ejército del primer ministro Sharon continuaba su invasión destructiva en Cisjordania.
"Yo no recuerdo que ningún miembro del Congreso me haya preguntado si yo estaba en favor de darle palmadas en la espalda a Israel", declaró a la prensa James Abu Rizk, un ciudadano estadunidense de origen li-banés ante el Comité Antidiscriminación Arabe-Americano.
Agregó: "A nadie más, a ningún ciudadano común, se le consultó sobre esto. Pero en el estado actual de la política estadunidense los votos y los adornos nada tienen que ver con el amor de los legisladores hacia Israel. Todo tiene que ver con dinero que alimenta sus campañas y que proviene del lobby is-raelí. Calculo que anualmente 6 mil millones de dólares fluyen anualmente del Tesoro estadunidense con destino a Israel".
Días después de la moción legislativa, 42 gobernadores se dieron cita en Sacramento para firmar declaraciones en favor de Israel. El gobernador de California, Gray Da-vis, y el de Nueva York, George Pataki, fueron quienes organizaron la reunión. California, tiene la mayor población judía del país, seguida por Nueva York.
A veces el apoyo de los leales a Israel en el Congreso se transforma en una farsa. La reacción de Tom Delay a las críticas a Israel que pronunció el fundador de CNN, Ted Turner, fue tan excesiva al justificar la ocupación a israelí de Cisjordania, que en declaraciones al canal televisivo MSNBC llegó a decir que "los palestinos deben convertirse en ciudadanos" de Israel, una idea que probablemente no agradaría a su amigo Ariel Sharon.
El representante republicano de Texas, Richard Armeyse, se expresó de forma distinta: "Yo me conformo con que Israel se apropie de toda Cisjordania. Creo que los palestinos deberían irse, estaría bien que esas personas que han sido agresores contra Israel se retiren hacia otra área".
ƑSaben los habitantes de Texas que su representante está respaldando la limpieza étnica en Medio Oriente? ƑO no han dicho nada al respecto porque prefieren callar?
La censura adopta muchas formas. Ishai Sagi y Ram Rahat-Goodman, dos reservistas israelíes que se negaron a servir en Cisjordania y la franja de Gaza, iban a asistir en mayo a un debate sobre su decisión en la Congregación B'nai Israel, pero su aparición fue cancelada.
Steve Meinrath, presidente del comité de asuntos internacionales de dicha agrupación, explicó con tristeza que hubo "intimidación por parte de ciertos sectores de la comunidad que privaron a todo el resto de escuchar un punto de vista que se está discutiendo ampliamente en Israel. Algunas personas pensaron que oír aquello era demasiado peligroso..."
ƑEs esto lo que piensa el presidente George W. Bush? Su largamente esperado discurso sobre Medio Oriente fue política is-raelí de principio a fin.
Un grupo de líderes judíos, incluidos Elie Wiesel, Alan Dershowitz (este último aseguró recientemente que la idea de ejecutar a las familias de atacantes suicidas palestinos era legítima, aunque había que encontrar un balance entre prevención del terrorismo y preservación de la democracia), y las cabezas de la AIPAC y CPMJO enviaron a Bush el mensaje de que no debía ejercer presión sobre Israel.
Wiesel, cuyo valor está presente en todos sus libros sobre el Holocausto, lamentablemente nunca condenó la matanza de refugiados palestinos en Beirut, en 1982, a manos de los aliados libaneses de Israel. Dijo que sentía "tristeza", pero que su tristeza "estaba con Israel y no en su contra", porque, "después de todo, los soldados is-raelíes no mataron".
Wiesel, en una plana entera de The New York Times, urgió a Bush a "recordar por favor que Sharon, un militar que conoce mejor que nada la horrible cara de la guerra, está dispuesto a llevar a cabo 'dolorosos sacrificios' para poner fin al conflicto".
Sharon fue declarado personalmente responsable por la matanza en Beirut por una comisión investigadora israelí, pero Wiesel no hizo mención alguna de ello, y sí dijo a reporteros en mayo que él quisiera revocar el Premio Nobel de Arafat.
El presidente Bush no se iba a resistir a estas presiones. Puede que su padre haya perdido su relección porque se atrevió a decirle a Israel que tenía que hacer la paz con los árabes.
Bush hijo no va a cometer el mismo error, y su hermano Jeb tampoco quiere ser derrotado en su próxima elección para gobernador. De ahí el deleite de Sharon ante el discurso del mandatario estadunidense.
Una solitaria y valiente voz, la de Mitchell Plitnick, del grupo Voz Judía por la Paz, señaló que "pocos discursos pueden considerarse tan destructivos como el del presidente de Estados Unidos. Pocas cosas son tan enceguecedoras como la arrogancia rampante".
Ni tampoco tan violentas como los correos electrónicos que todavía reciben Dennis Bernstein y Barbara Lubin, cuya Alianza para los Niños de Medio Oriente está tratando de recaudar fondos para reconstruir el campamento de refugiados de Jenin.
"Recibí una llamada el otro día a las cinco de la madrugada -me dijo Bernstein-. Es un tipo que me dice: 'Y todavía te atreves a ir a la deli judía a comer'. ƑQué sigue después de esto?"
Antes de irme de San Francisco, Lubin me enseña sus más recientes correos electrónicos. "Querido coño -comienza uno de ellos-, cuando queramos tu opinión, pendejo coño nazi, haremos que uno de tus amiguitos palestinos te la saque a cogidas. Espero que en tu próximo viaje a los territorios ocupados explotes en pedazos por las bombas de tus amiguitos palestinos".
Otro mensaje, igualmente obsceno, agrega: "Deberías avergonzarte, tú, una su-puesta mujer judía, defendiendo la destrucción de Israel". En un lenguaje menos vulgar, desde luego, se felicitó por el discurso del presidente Bush. Pat Robertson opinó que el mensaje fue "brillante".
El senador Charles Shumer, un demócrata de Nueva York totalmente leal a Israel, afirmó que "es obvio que, en cuestión de política esto va a ser bien recibido tanto por los simpatizantes de Israel como por miembros de la coalición cristiana". Y que lo diga, porque quién puede ser más cristiano que el presidente George W. Bush.
©The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca