FINANCIAMIENTO ELECTORAL: NUEVAS ARTIMAÑAS
En
el marco de las revelaciones sobre el financiamiento de las campañas
electorales de 2000 -entre las que cabe reconocer los importantes informes
divulgados por el Instituto Federal Electoral- figuran, por anómalas
y poco transparentes, las aportaciones realizadas por Rosa María
A. de Derbez, esposa del actual secretario de Economía, Luis Ernesto
Derbez, a diversas empresas propiedad de Lino Korrodi, cabeza financiera
del grupo Amigos de Fox.
Según documentación presentada por el PRD
ante el IFE, tres cheques con la firma de la señora de Derbez, por
un monto total de un millón 537 mil 380 pesos, fueron entregados
a empresas de Korrodi -Grupo Alta Tecnología en Impresos y Medios
Masivos Mexicanos, específicamente-, quien habría gestionado
su triangulación hacia cuentas de Amigos de Fox. Tales operaciones
tuvieron lugar a lo largo de 2000 y, posiblemente, después de celebrados
los comicios del 2 de julio, cuando Vicente Fox ya se había convertido
en presidente electo de la República.
En primer término, cabe exigir que estas cuantiosas
transferencias, junto al resto de las operaciones de financiamiento privado
de los partidos, sean investigadas a fondo, con el propósito de
dilucidar su legalidad, identificar claramente a los aportantes y sancionar
conforme a derecho, en caso de demostrarse la comisión de delitos
electorales, a quienes resulten responsables.
Por otra parte, es imperativo que, en el caso específico
de las aportaciones realizadas por la esposa del titular de Economía,
se esclarezca a cabalidad el origen de tales recursos, ya que, hasta donde
se sabe, el matrimonio Derbez y el Instituto Internacional de Finanzas,
sociedad a la que pertenece la cuenta bancaria de donde se giraron los
cheques, no disponen de un patrimonio tan significativo como para erogar
en pocos meses un millón y medio de pesos. En el supuesto de que
tales sumas provengan de otras fuentes, en una operación en la que
tanto Rosa María A. de Derbez como Lino Korrodi sólo fungieron
como intermediarios, ¿quiénes fueron los verdaderos aportantes?
¿Qué intereses, presiones o garantías hay detrás
de tales donaciones? ¿Cómo puede la sociedad estar segura
de que esos recursos son absolutamente legales y no proceden de entidades
-nacionales o, lo más grave, extranjeras- interesadas en adquirir
privilegios o concesiones de parte del nuevo gobierno de México?
¿Por qué el Partido Acción Nacional no reportó
estos ingresos -en lo que podría considerarse una práctica
de doble contabilidad- al órgano electoral?
Finalmente, éstas y otras revelaciones sobre el
financiamiento irregular de las campañas electorales en México
-muchas de las cuales denotan actos ilícitos- son un inquietante
síntoma del tremendo peso que ejerce el poder económico sobre
algunos clanes políticos e ilustran las variadas artimañas
a las que se ha recurrido para ocultar a la ciudadanía la procedencia
de los fondos utilizados para captar su voto y su confianza.
En este sentido, la sociedad debe cobrar conciencia de
que en los comicios de 2000 se habría incurrido en las mismas prácticas
de desigualdad, secretismo y violación de la ley que caracterizaron
a otras contiendas electorales, y exigir que, a partir de ahora, los institutos
políticos rindan cuentas a los ciudadanos de todas y cada una de
sus fuentes de financiamiento. De lo contrario, el esperanzador proceso
de consolidación democrática en el que están comprometidos
la gran mayoría de los mexicanos podría quedar conculcado.