UN TORPEDO CON BARRAS Y ESTRELLAS
La
senadora panista Cecilia Romero decidió (¿u otros hicieron
que decidiera?) torpedear la quinta reunión interparlamentaria Cuba-México,
que se había decidido se efectuaría en La Habana del 4 al
7 de agosto para discutir temas previamente acordados por ambos países
y con la presencia de legisladores ya designados para esa tarea. Según
la senadora, sin embargo, los cubanos no habrían pormenorizado el
orden del día, la mesa del Congreso mexicano no habría decidido
aún quiénes integrarán la delegación de nuestro
país y, además, cuatro días son demasiado pocos para
agotar la lista de temas.
Llama la atención esta revaloración de lo
discutido y aprobado por parte de la senadora Romero pues, en primer lugar,
hace pensar en una intervención de intereses extraños al
Poder Legislativo (que podría provenir de los sectores proestadunidenses
que dirigen nuestra cancillería, e incluso de fuentes extranjeras)
y, en segundo lugar, marca un peligroso alineamiento con la agresiva política
anticubana del gobierno de George W. Bush, oponiéndose así
a los principios tradicionales de la diplomacia mexicana, que incluso en
las peores situaciones económicas y bajo gobiernos priístas
mantuvo una política de solidaridad latinoamericana y se negó
a aislar a Cuba.
Hoy las condiciones en que vive el pueblo cubano exigen
de los hermanos latinoamericanos una solidaridad que debe ir más
allá de las posiciones políticas de los gobiernos respectivos.
México no se puede sumar sin deshonor a una campaña de acosamiento
y de agresión contra Cuba como la que realiza el gobierno de Washington,
el cual considera, contra la verdad y contra los hechos, al gobierno de
La Habana como "terrorista" y a Cuba como parte del "eje del mal", simplemente
porque la población de la isla y su gobierno defienden la independencia
nacional.
El secretario de Relaciones Exteriores ya protagonizó
en Miami, ante la mafia cubana allí residente, un vergonzoso episodio
que dio pie al lamentable incidente en la embajada de México en
La Habana. El insultante veto al presidente cubano, Fidel Castro, marcó
por otra parte la fracasada Cumbre de Monterrey con un sello de adecuación
simple y llana a las exigencias de George W. Bush. De modo que la resolución
de la senadora panista Cecilia Romero se inscribe en una línea de
esfuerzos destinados a debilitar y golpear al gobierno y al pueblo de Cuba
para demostrar que México no sólo acata lo que le piden desde
Washington sino que colabora activamente con el Departamento de Estado
tomando iniciativas.
El gobierno de Bush está marcado por la corrupción
y la colusión con las grandes empresas y ha nacido incluso del fraude
electoral; además viola la legislación internacional e impone
en Estados Unidos una situación tal que hasta es arrestado un niño
mexicano de cuatro años que buscaba a sus padres emigrados a Nueva
York. El alineamiento detrás de esa oligarquía belicista
y totalitaria contra un pueblo latinoamericano decidido a defender su (y
nuestra) soberanía violenta, por consiguiente, los sentimientos
del pueblo mexicano y pasa por sobre el Congreso. Este es el que debe decidir
soberanamente no sólo sobre las actividades parlamentarias sino
también sobre la línea diplomática que deberá
seguir nuestro país. Es de esperar, pues, que sus pares rectifiquen
la decisión unilateral de la senadora panista para bien de Cuba
y, sobre todo, del honor y de las tradiciones de México.