La compañía checa, de gira por México, se presentó
en el teatro Metropólitan
La bicicleta voladora, fantasía con esencia
de art noveau del Teatro Negro de Praga
Escenografía y vestuario recrearon los inicios del siglo pasado,
cuando volar era cosa de locos
Con 40 años de experiencia, el siguiente reto es agregar La Cenicienta
a su lista de creaciones
ARTURO CRUZ BARCENAS
El
Teatro Negro de Praga presentó al público defeño,
la noche del pasado sábado, la obra La bicicleta voladora,
metáfora del amor que se encuentra en el aire, al alcance de la
mano; de fantasía e ilusión visual, de cupidos que inyectan
su elíxir. Los trucos de la compañía checa provocaron
exclamaciones y los niños entendían que el mundo de enfrente,
de seres que aparecen y se van entre telones oscuros, es posible, real.
Un horario y un minutero bailaban señalando a Cupido,
exasperando al inventor. La bella no lograba que este científico,
clavado en la ciencia, la viera a los ojos y la considerara todas las mujeres.
El foro de la calle Independencia tuvo una buena entrada, hecho que contrasta
con la escasa asistencia de espectáculos pasados, de cantantes de
diversos géneros.
El teatro con pretensiones de arte llama la atención
porque garantiza un trabajo profesional, en el que la fantasía ocupa
un sitio distintivo. Los artificios no los puede entender la mayoría.
El productor de La bicicleta voladora, Pavel Hortek, destacó
que no pueden decir cómo logran que algunos objetos se eleven, pues
la trama perdería chiste. Solicitó dejarse llevar y no desear
entenderlo todo, como lo hacen los niños.
La escenografía, el vestuario, los peinados, los
sombreros y tocados, crearon el ambiente de una ciudad de principios de
1900, cuando volar era para muchos una cosa de locuaces. Pero, alto, la
locura tiene su jerarquía, ha dicho Karl Kraus, y es muy diferente
un loco de un chiflado. Hortek destaca de los mexicanos su capacidad para
soñar despiertos.
Sin la fría racionalidad de los europeos
Por esto último, considera que somos el público
ideal, pues no tenemos la fría racionalidad de los europeos. Al
acabar cada uno de los 10 actos de La bicicleta voladora, algunos
asistentes no se contienen y aplauden el artificio. ¿Cómo
vuela la bicicleta, con dos personas abordo? Al juguete le salieron alas
frente al manubrio (que más bien parecen bigotes).
El mensaje de la pieza no es grandicoluente, profundo;
es claro y llano. Lo que sorprende es la habilidad de la pantomima, los
gestos, los desplazamientos, el brillo sobre la sombra. El art noveau marca
lo plástico. La oscuridad se hizo visible. El movimiento, ballet.
El Teatro Negro de Praga tiene 40 años de experiencia,
pero sus cuentos no envejecen. Ya habían presentado a los mexicanos
Alicia en el país de las maravillas. Tiene montadas 19 obras
y su siguiente reto es sumar a su lista de creaciones una versión
de La cenicienta. Seguirán de gira por la República
Mexicana.