AFRENTA DE LA INTOLERANCIA
Los
ataques lanzados contra la película El crimen del padre Amaro,
del cineasta mexicano Carlos Carrera, por parte de un grupo de laicos ultraconservadores
con respaldo del obispo de Aguascalientes y presidente de la Comisión
del Episcopado para la Educación y la Cultura, Ramón Godínez,
son una muestra más del retraso histórico, ignorancia, intolerancia
y sectarismo a los que se aferran denodadamente algunos sectores de la
jerarquía y la feligresía católicas.
En primer término ha de señalarse que pretender
la prohibición oficial de una obra artística como es el filme
de Carrera constituye una afrenta a los derechos básicos de libre
expresión consagrados en la Constitución del país,
además de ser a todas luces un despropósito que apela al
restablecimiento del autoritarismo gubernamental contra el que ha luchado,
durante décadas, la mayoría de los mexicanos. Por añadidura,
la campaña contra El crimen del padre Amaro demuestra un
profundo desconocimiento de la mecánica propia de la creación
intelectual, pues critica improcedentemente hechos ficticios como si fueran
reales y atribuye a los autores de la película supuestas ofensas
contra la religión que sólo existen en la mente de los acusadores.
Para colmo, los afanes censores de quienes instigaron esta campaña
tienen tintes inquisitoriales que evocan la nefasta persecución
contra el pensamiento libre que caracterizó épocas y regímenes
afortunadamente ya superados y a los que no se debe volver.
Por otra parte, los embates contra este filme son un ominoso
reflejo del desprecio por la pluralidad de ideas y del afán de uniformidad
cultural que subsisten en los estamentos más retrógrados
de la sociedad. La pretensión de limitar la libertad del espectador
y forzarlo a no asistir a una manifestación artística denota
una inadmisible tendencia a imponer criterios sectarios al conjunto de
la ciudadanía. Si a alguna persona le parece inadecuada la película
de Carrera está en su derecho de no acudir a la sala de cine, pero
invocar la censura y vulnerar las garantías de terceros son acciones
ilegítimas y peligrosas para la convivencia armónica de la
sociedad.
Finalmente, a quienes tanto irrita y subleva la difusión
pública de hechos ficticios -pues tal es el carácter de la
película de Carrera- protagonizados por miembros del clero, les
convendría repasar las determinaciones recientes de la máxima
autoridad de la Iglesia a la que dicen pertenecer y defender.
Ante crímenes graves y absolutamente reales como
los numerosos actos de pederastia perpetrados durante años y en
diferentes países por curas católicos, el Vaticano optó
por afrontar el escándalo internacional y reconoció públicamente
la comisión de tales delitos. Siguiendo la disparatada lógica
de los detractores de El crimen del padre Amaro, los promotores
de esta campaña quizá deberían enviar al Papa y a
los diferentes episcopados una "cartita" pidiendo que las atrocidades cometidas
por algunos -que no pocos- sacerdotes contra niños inocentes se
mantuvieran a toda costa en la oscuridad y el silencio. Como puede constatarse,
el absurdo de tal suposición y de quienes exigen censurar el filme
de Carlos Carrera resulta más que evidente.