ASTILLERO
Julio Hernández López
ES DEMASIADO DURO acusar a Vicente Fox de asesino. No fue él quien dio la orden de enfrentar a los ejidatarios de San Salvador Atenco aquel jueves 11 de los corrientes, cuando policías y granaderos del gobierno del estado de México impidieron, a un kilómetro de Acolman, que los excitados campesinos inconformes irrumpieran en un inoportuno y acaso provocador acto programado por Arturo Montiel para realizarse en Teotihuacán, un punto geográficamente apetecible para las excursiones macheteras.
AL DAR CUENTA de los hechos, La Jornada publicó el siguiente viernes un encabezado: "Truena Atenco", con un balazo que decía: "Tras provocación policiaca, revuelta campesina; 30 heridos". La nota principal de ese día, firmada por los corresponsales Javier Salinas Cesáreo y René Ramón Alvarado, daba cuenta de manera clara de las maniobras policiacas desplegadas para enfrentar a los ejidatarios. Según eso, habrían sido unos mil elementos de la Fuerza de Acción y Reacción Inmediata del gobierno mexiquense quienes actuaron contra "unos cien labriegos de San Salvador Atenco" que se habían movilizado en "tres camionetas" aunque luego habrían recibido refuerzos de compañeros vecinos. Luego de narrar las acciones de los ejidatarios a la ofensiva (nada suavecitas y sí bastante agresivas, comenta este tecleador que arrea parejo), los corresponsales mencionaron en su envío que Ignacio del Valle, uno de los dirigentes, solicitaba a un comandante policiaco que les permitiera el paso, pero "los ánimos se caldearon cuando, de entre las milpas ubicadas a un costado de la carretera, un grupo de casi 100 policías, vestidos de civil, salió y encaró a los campesinos". Allí comenzó el choque, pues a los golpes lanzados por los policías vestidos de civil siguió la arremetida de "cientos de granaderos" que "comenzaron a arrojar gases lacrimógenos hacia los ejidatarios", aparte de que "la policía hizo decenas de disparos". A uno de los líderes más conocidos, apodado El Zapata, los policías lo golpeaban, reclamándole: "ƑNo que muy chingoncito?" y, al estilo de los halcones en clínicas y hospitales en 1971, "los campesinos que lograron entrar en las viviendas fueron sacados por la fuerza y detenidos. Mientras tanto, un helicóptero de la policía estatal sobrevolaba la zona, y un tripulante daba órdenes con señas para que se siguiera a los campesinos que regresaban a San Salvador Atenco".
ƑFOX, ASESINO? PARECIERA excesivo, a menos que la incapacidad, la indolencia y la frivolidad fueran consideradas causales directas del desenlace violento del pasado 11. No hay, desde luego, sombra de duda de la gran responsabilidad histórica de Fox en la gestación de los problemas causados en Texcoco por su decisión de favorecer a determinados grupos económicos y políticos con el negocio del sexenio, y tampoco puede disminuirse su culpa por la impericia política que le llevó a creer que su simple palabra convertida en decreto expropiatorio habría de ser obedecida sin retobo. Pero, detonado el conflicto de Atenco, Fox era un presidente acorralado, sin proyecto alternativo claro, sin operadores políticos y sin información política y policiaca confiable sobre lo que estaba pasando. Lo único seguro en ese momento era que Fox no quería de ninguna manera desatar la represión política ni mancharse las manos de sangre. En ese camino se apareció como luz en el túnel Santiago Creel, deseoso de iniciar el largo y doloroso camino del aprendizaje político desde el poder, valido de sus experiencias en decentísimas convenciones panistas y en fragorosos debates en el IFE.
EN CAMBIO, ARTURO Montiel es el representante de una clase política herida, la del Grupo Atlacomulco desesperado al ver que sus negocios están en riesgo por la indecisión o la incapacidad (o ambas cosas) del gobierno federal para "meter orden" en Texcoco, y la del labastidismo golpeado por Fox mediante la finta tragicómica llamada Pemexgate. Montiel es jefe de una de las facciones priístas a las que más interesa que le vaya mal a Fox, y en tal condición ha tenido un papel esencial en las negociaciones internas del bloque de gobernadores priístas y ha desplegado una activa estrategia de confrontación, descrédito y encarcelamiento de los presidentes municipales panistas que por sí mismos suficiente materia delictiva han puesto a los afanes partidistas del gobernador mexiquense.
ACUSAR, PUES, A FOX de la misma manera que a Montiel (aunque los líderes de Atenco han puesto un poco más de acento en el segundo apellido) parecería ser un signo más de la radicalización que comienza a ser evidente en las movilizaciones campesinas. La militancia priísta de los principales dirigentes mueve a natural desconfianza en Los Pinos y sus aliados, pero también la aparición de asesores y consejeros de entre los cuales, por ejemplo, destaca la presencia del general José Francisco Gallardo (a cuya liberación esta columna ha dedicado algunas enérgicas entregas a lo largo de varios años), cuya participación genera de manera inmediata (y él lo sabe) una reacción altamente adversa de la elite militar y policiaco-militar de nuestro país. El general Gallardo, al igual que doña Rosario Ibarra de Piedra y don Samuel Ruiz, fue invitado por los líderes de los ejidatarios para formar una comisión negociadora con el gobierno federal cuando aún había rehenes. Ibarra y Ruiz declinaron la invitación, pero Gallardo, en cambio, rápidamente se presentó para aceptarla, y ahora aparece en las cercanías del movimiento campesino. No vive el general Gallardo sus mejores momentos: luego de su liberación fueron conocidas diversas facetas de su vida militar anterior, sobre todo su vinculación con un secretario de la Defensa Nacional (siempre relacionado periodísticamente con el narcotráfico) que lo promovió y protegió, y desde entonces los fulgores del promotor del ombudsman militar parecieron quedar tocados por un mate indefinido. Es posible que si quisiera hacer a los ejidatarios un buen favor, el general Gallardo debiera eludir un papel protagónico enrarecedor, como lo hicieron los otros dos convidados a participar como mediadores.
EN ESE CONTEXTO descompuesto, la muerte de alguien presuntamente golpeado por policías (el director del hospital donde falleció adjudica el hecho a problemas diabéticos) vuelve a tensar el proceso de San Salvador Atenco. Con un comisionado prácticamente defenestrado (Francisco Curi) y un subsecretario de Gobernación al relevo al que de entrada descalifican sus ambiciones políticas de ser candidato panista al gobierno del estado de México, Vicente Fox cree posible rencarrilar un diálogo que en poco más de 15 minutos le permita alejar los fantasmas de las cañadas de Chiapas de las cercanías del Distrito Federal. Mientras tanto, en Ciudad Juárez, Francisco Barrio Terrazas ha sido declarado vencedor por el tribunal electoral federal. Y, šaleluya!, todo mundo se prepara para la visita del recuperado Papa: Fox, con 200 asientos para familia, funcionarios y amigos, al igual que el jefe del gobierno capitalino, al que no le gusta que le hablen de su catolicismo en lo oscurito.
šAH, EL PRESIDENTE Fox convocó ayer a los mexicanos, desde Durango, a mejorar su conciencia forestal!
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