Sami David
Desilusión democrática
La democracia involucra el respeto y la tolerancia. Parte de las diferencias de opinión y la aceptación del pluralismo. Acepta la diversidad y se fundamenta en el diálogo y el debate; lo contrario es síntoma de autoritarismo o de inhabilidad política. No es posible, entonces, argumentar que las cosas marchan mal en México porque la oposición obstaculiza el proceso de cambio o porque existen inercias, resistencias e intereses a los que se deben conjurar invocando sin sustento el pasado, persiguiendo fantasmas. Esta actitud, aceptada por el foxismo, lleva a un resultado sabido de antemano: volverse estatuas de sal. Lo lamentable es que el país recibe directamente el impacto de la falta de trabajo político. Y las consecuencias empiezan a padecerse.
La errática conducción de los asuntos públicos, la desilusión democrática que impera en la sociedad mexicana, han generado la presente descomposición política. Producto de la ineptitud y la obcecación, la ingobernabilidad ya se advierte en nuestro país. Carencia de empleos, inseguridad, temor ante el futuro y sobre todo expresiones de violencia, buscan imponer un ordenamiento ficticio, impugnando lo institucional. Lo de Atenco es sintomático. Sólo basta recordar que los campesinos fueron quienes más se sacrificaron y defendieron la Revolución Mexicana. Y las demandas que forjaron a las instituciones partieron del agro. Desafortunadamente la política del avestruz a nada conduce. Tampoco la actitud de Penélope es válida en nuestros días: tejer en la noche para destejer en el día es insólito e inconsecuente.
Tampoco es lícito rasgarse las vestiduras y pretender curarse en salud al señalar que en los comicios de 2003 sabremos si el país se estanca, vuelve al pasado o simplemente se muestra indiferente, como lo declara el Presidente de la República en un claro mensaje con intenciones electoreras.
Las señales de la turbulencia futura empiezan a ser más densas. La espiral del odio empieza a generar una dinámica que será imposible parar. Ahora son machetes. Mañana quién sabe. Aunque para los tardos de entendimiento la solución consiste en achacarle todos sus desatinos a la oposición. "El PRI no suelta el poder", claman los miopes ideológicos. Si en 2003 no gana el PAN el país retrocede, gesticula Fox erigido en el dirigente de Acción Nacional, desestimando su investidura presidencial republicana.
Felipe Calderón y Vicente Fox olvidan que es necesario trabajar en todos los sentidos, con profunda sensibilidad social, con preocupaciones reales para forjar una nueva realidad que repercuta en el bienestar de México. Por eso es necesario preservar los equilibrios que marca la Constitución, respetando el ámbito de competencia de los demás poderes. Se debe trabajar en la educación de quienes integran la sociedad, para que la dinámica electoral se genere y valide con el sufragio. Así se conseguirá la responsabilidad en los cargos gubernamentales, aunque los desacuerdos siempre existirán, al igual que las diferencias de opinión y de actitudes. La democracia, no hay que olvidarlo, busca armonizar estas posturas mediante el diálogo, el debate y la sana convivencia. No es prudente imponer ideas o decisiones so pretexto del "bien común".
Insensibilidad social, ausencia de diálogo: ésa es la verdadera raíz de la turbulencia en Atenco y que puede desbordarse hacia las ciudades. Cierto: el orgullo campesino se encuentra a flor de piel. Y no precisamente desde 1994 con el caso Chiapas. Sólo hay que volver los ojos a la historia de México. El agro es la fuerza social que ha impulsado la creación de nuestras instituciones. El grito de tierra y libertad resuena todavía en los corazones inflamados de nacionalismo. El gobierno empresarial debe recordarlo para que ejerza su trabajo con responsabilidad. Ya hay muchos focos rojos prendidos. La tensión social debe frenarse con un trabajo consistente, con un ejercicio responsable de acuerdos y de generación de proyectos sociales.
El foxismo y sus amigos deben saber que ante sus incongruencias, nuestro país sigue clamando por más democracia y justicia social.
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