REPORTAJE ESPECIAL: CRONICAS TEXANAS
Washington manda más vigilancia a la frontera
sur de espaldas al interés local
En Del Río se han triplicado las capturas de
indocumentados
JIM CASON Y DAVID BROOKS / ENVIADOS
Laredo, Texas
De Lajitas a Laredo son 725 kilómetros manejando,
distancia relativamente corta en el mapa del segundo estado más
grande del país. En esa ruta, hasta hace poco, era posible toparse
con un pueblito fronterizo que tenía un barco que movía pasajeros
de un lado a otro del río Bravo, sin obstáculos oficiales;
ahora hay pueblos más grandes, virtualmente ocupados por las agencias
federales de seguridad. En Laredo, existen siete cruces fronterizos en
una zona donde se da 40 por ciento del comercio terrestre entre México
y Estados Unidos; el símbolo del TLC.
La presencia de las autoridades de seguridad pública
en la frontera texana con Mexico se ha incrementado sustancialmente en
los últimos años. Desde el 11 de septiembre pasado hasta
los cruces informales que hubo durante siglos entre ambos países,
como el barco de Lajitas, fueron interrumpidos. Pero un viaje por esta
zona demostró de nuevo el carácter complejo, contradictorio,
de la vida fronteriza y la diferencia entre esta realidad vista desde aquí
y la que se registra en lugares como Washington.
Tal
vez esto es más notable en Laredo, donde 93 por ciento de la población
es de origen mexicano, y donde la plaza central y sus alrededores tienen
todo que ver con Mexico y nada con Estados Unidos. Este lugar tiene las
características de una caricatura de un pueblo fronterizo; un sinnúmero
de hoteles baratos, amontonados sobre una infinidad de fast food
y rodeado de las llamadas "colonias", más bien favelas, algunas
sin servicios básicos como agua.
En lo visible, las promesas de Washington y México
de "asegurar la frontera" después del 11 de septiembre parecen sólo
retórica. En menos de cinco minutos uno cruza el puente entre Laredo
y Nuevo Laredo y, pese a la vigilancia, se pasa sin intercambiar ni una
mirada con los guardias del lado mexicano. Al regreso, los guardias del
lado texano tampoco muestran preocupación, preguntando a un reportero
si era ciudadano estadunidense e ignorando al otro por completo.
La historia es diferente en otras partes del río
hacia Eagle Pass y Del Río, zona recientemente calificada por un
periódico local de "la capital de la seguridad pública de
Texas". Los agentes de la Patrulla Fronteriza en esa región se han
más que triplicado en los años recientes y llegarán
a mil 500 en los próximos dos años, informó a La
Jornada Paul Berg, el jefe de sección de la Patrulla Fronteriza
en Del Río.
Resultado de esta expansión es la captura de indocumentados,
que se ha triplicado. Aunque ha habido una reducción este año,
la corporación detiene entre 200 y 250 migrantes al día.
Aunque estos números son inferiores a los mil 200 a mil 500 detenidos
al día en Arizona, la estrategia es ir cerrando los cruces en el
vecino estado y prepararse para que ese flujo se traslade a esta región.
"El plan es que empezarán a presentarse aquí y debemos prepararnos",
informó Berg.
Con ese objetivo crece la presencia de la Patrulla Fronteriza
y otras agencias en el sector Del Río-Eagle Pass. Acaban de construir
un cuartel de 18 millones de dólares en Del Río, y hay nuevos
vehículos de la patrulla que se ven por todas partes. "Somos la
agencia de interdicción más grande del mundo. Incautamos
drogas, personas, pericos, botas, dinamita; lo que se puedan imaginar",
afirma Berg con orgullo de un veterano de más de 20 años
en la corporación.
En esta zona puede uno ver a agentes no sólo de
la Patrulla Fronteriza, sino de la DEA, del FBI, de Aduanas, del Servicio
de Alguaciles federales y militares de las bases cercanas.
Pese a esta imponente presencia, el narcotráfico
en esta zona ha aumentado de forma sustancial. El año pasado los
residentes reportaban que se podía caminar por el río Bravo
y toparse con bultos de drogas dejados ahí para ser recogidos por
traficantes de este lado.
Se comentaba que buena parte de la droga decomisada no
fue por detener traficantes, sino por recoger los bultos abandonados. Este
año la Patrulla Fronteriza ha confiscado 33 mil libras de mariguana
y 469 libras de cocaína; más del total de 2001. Ha habido
tantos arrestos por drogas en esta zona que hay siete fiscales federales
trabajando en Del Río, cuando hace cinco años había
uno.
Al menos en Del Río, los comerciantes y buena parte
de la población no se queja de la creciente presencia de autoridades
federales. Cuando se solicitó a la Cámara de Comercio local
la lista de los principales empleadores, los primeros 10 eran agencias
gubernamentales antes que cualquier empresa privada. "Este pueblo vive
de la nómina federal", explicó una empresaria local.
DERECHOS HUMANOS
La creciente presencia policial no es bien vista; no todos
se sienten tratados como iguales de este lado de la frontera. Aunque el
confín a veces parece ficción, pues la integración
y la historia de las comunidades de ambos lados del río está
tan entrelazada que parece borrar la línea, todavía hay anglos
en lugares como Del Río que siguen describiendo a los mexicanos
indocumentados como wets (mojados). Hace unos años los activistas
latinos (estadunidenses) fueron llamados "comunistas" luego de pintar un
mural para conmemorar su historia, incluyendo una bandera del sindicato
de jornaleros fundado por César Chávez, el UFW.
El mural, parcialmente destruido cuando un furioso residente
chocó su camioneta contra él, ahora está a un lado
de la Plaza Brown, en el sur de la ciudad, donde se estableció la
misión española que dio origen a este pueblo.
"Mucha gente dice que este pueblo ha cambiado, que es
más moderno, pero desde mi punto de vista, hoy existe una forma
modernizada del racismo", explicó la activista de derechos humanos
Diana Abrego. Señaló que aunque las escuelas públicas
segregadas fueron oficialmente abolidas en los años 70, un ex miembro
del Ku Klux Klan se postuló como candidato a comisionado de condado
en 1998 (y perdió), y poco después un sheriff fue
elegido usando votos de personas que ya no vivían allí. "Del
Río es una comunidad pequeña, muy controlada durante años
por los anglos y en eso no veo un cambio", comentó Abrego.
Aunque este año un residente fue culpado por matar
a balazos a un migrante mexicano de 18 años de edad, sólo
fue condenado a tres años de cárcel, destacó Abrego.
Esto da la impresión de que es un pueblo controlado, casi bajo ocupación
policial, y que con ello se refuerza el clima entre los habitantes, en
particular los de origen mexicano, de que la ciudad está al servicio
de esa fuerza, y no de los intereses de las comunidades.
Esta conclusión la comparte María Jiménez,
activista de derechos humanos del American Friends Service Committee, quien
trabaja en la defensa de los derechos de los migrantes en Texas. Comentó
que los abogados con los que trabaja en la frontera reportan más
incidentes de tipo racial y comportamiento abusivo de agentes federales,
como la Patrulla Fronteriza, al paso que se incrementa su presencia en
esta región.
Cuando se le preguntó por estas acusaciones, Berg
respondió que no están basadas en
la realidad. "Hemos tenido 3 mil quejas de violaciones
de derechos civiles presentadas en el último año (contra
la Patrulla Fronteriza a escala nacional) y sólo tres fueron sustanciadas.
Aun esas tres son muchas, pero hemos hecho una labor bastante buena, ya
que estamos manejando un universo de 1.5 millones de personas", destacó.
CAMBIOS ENORMES EN SITIOS PEQUEÑOS
Un poco más arriba de Del Río, en la frontera,
la región cambia de paisaje por Lajitas, y del otro lado del Bravo,
Paso Lajitas, donde jamás ha habido cruce fronterizo formal, o una
garita de aduanas ni presencia policial. Aquí, como en otros puntos,
durante generaciones comunidades de ambos lados han cruzado sin pedir permiso
a nadie, para comprar, festejar, jugar futbol.
En Lajitas los jóvenes usan lanchas de remos para
llevar a los turistas que visitan el parque nacional Big Bend a México
para que gozen de unos tacos y cervezas. "Estos cruces fronterizos informales
han funcionado casi durante un siglo sin ningún disturbio", explicó
un funcionario electo local.
Por eso para los residentes de Lajitas fue sorpresivo
cuando en mayo un helicóptero sobrevoló su poblado y poco
después llegaron agentes de la Patrulla Fronteriza en lanchas y
camionetas al punto de cruce y arrestaron a siete jóvenes mexicanos
que transportaban turistas por el río. Aunque fueron liberadas 28
personas detenidas, la lancha sigue confiscada y la corporación
informó que como resultado de la orden para incrementar la vigilancia
de la frontera, los siete cruces informales de la zona serán cerrados.
PUENTES Y PROBLEMAS
En Laredo se incrementa un debate entre las necesidades
de seguridad y las necesidades del comercio que podría resultar
en otro conflicto entre México y Estados Unidos.
Aquí, comenta el cónsul de México,
Daniel Hernández Joseph, el tema que está por definir la
relación bilateral no es el agua, como en otras partes de la frontera,
sino el transporte. Los recientes cambios de leyes estadunidenses, supuestamente
diseñados para incrementar la seguridad, amenazan de forma discriminatoria
el negocio de las empresas del ramo ?la mayoría mexicanas? dedicadas
a mover tráilers de un lado al otro.
Estos cambios legales obligan a la inspección de
camiones al cruzar la frontera, tanto los que sólo trasladan un
tráiler de un lado al otro del puente como a los que cruzan para
continuar largas distancias.
Eso, señala Hernández Joseph, puede minar
la viabilidad de todo un sector clave de la economía aquí,
y resulta que los más afectados son los del lado mexicano. "No nos
oponemos a la seguridad", explicó. "Pero unos 12 mil camiones cruzan
la frontera en Laredo cada día y hay menos accidentes que en Houston".
El cónsul y otros funcionarios de ambos lados ?incluyendo la alcaldía
de Laredo? creen que Washington está imponiendo una medida de seguridad
en la frontera sin tomar en cuenta las condiciones ni los intereses locales.
Esta es una de las quejas más repetidas a lo largo
de la frontera texana ?desde pueblitos como Lajitas hasta el principal
puerto terrestre de Estados Unidos, Laredo; no sólo en colonias
pobres y activistas de derechos humanos, sino de granjeros, empresarios,
y autoridades, incluyendo a agentes de la Patrulla Fronteriza?: los políticos
de Washington no entienden las realidades de la frontera cuando diseñan
políticas y proyectos para abordar los problemas de la zona. No
hay respeto para los políticos nacionales, ni entre los "federales"
que viven y trabajan en el área.
BATALLA DE BANDERAS
Del lado estadunidense de la línea divisoria parece
haber un problema de identidad permanente; dos lados de una frontera que
dependen casi absolutamente del otro, pero que a la vez entienden que son
lo mismo pero diferentes, o tal vez no tanto.
Hay una necesidad de definirse, o así parecería
por lo que seguramente son algunas de las banderas más grandes del
mundo. Al observar las colas de camiones y autos que esperan cruzar desde
Laredo todos los días, es díficil no ver la bandera mexicana
de 60 metros por 35 metros que parece tapar el panorama viendo al sur.
El presidente Ernesto Zedillo hizo colocar esa bandera en 1998 ?como en
otros puntos fronterizos? para, al parecer, satisfacer alguna necesidad
de expresión patriótica.
En mayo pasado, como parte del auge patriótico
de este lado de la frontera, el Laredo National Bank colocó una
también gigantesca bandera estadunidense, de 36 por 18 metros. Pero,
de nuevo, hay una complicación en esto de la integración
de dos países que tanta necesidad tienen de demostrar su patriotismo
y de una frontera que busca decidir qué es, y de qué lado
está.
El patrocinador de la nueva bandera estadunidense es un
mexicano, Carlos Hank Rhon, dueño de la mayoría de las acciones
del Laredo National Bank, institución que pagó los 300 mil
dólares por la insignia.
En parte, este asunto caracteriza la compleja relación
de frontera, lo que algunos ya consideran que no es ni México ni
Estados Unidos, sino una sociedad y región propia que se está
inventando entre ambos. Pero no todos los que han cruzado acá y
viven aquí creen que esa bandera los representa.
En Del Río, Abrego cuenta que un día ella
preguntó a preparatorianos qué pensaban de las banderas que
aparecieron después del 11 de septiembre. "Muchos son de familias
con miembros en las fuerzas armadas y ven las banderas todo el tiempo",
explicó Abrego. "Pero un joven dijo: 'para mí, la bandera
estadunidense representa el racismo, representa a los ricos de Estados
Unidos. Esa bandera no es la que representa la América en que yo
vivo'."
El comercio es uno de los temas claves para entender la
situación actual del extremo sur texano. No obstante, migración,
multiplicación de la presencia e inspecciones policiales, narcotráfico,
racismo y derechos humanos están presentes en esta panorámica
que muestra, además, el naciente conflicto que está por definir
la relación bilateral: el control al transporte