EDUCACION: DERECHO O MERCANCIA
En
una breve visita particular a nuestro país, la relatora especial
de la ONU sobre el derecho a la educación, Katarina Tomasevski,
expresó fundadas preocupaciones que debieran suscitar respuestas
efectivas y concretas del gobierno y de la sociedad. El señalamiento
central de la funcionaria -quien es también académica e investigadora
de la universidad sueca de Lund- es la improcedencia y el peligro que representa
para México y para su futuro transferir la educación del
ámbito de las obligaciones del Estado al de las relaciones mercantiles,
en el cual la enseñanza en todos sus niveles se convierte en un
producto disponible para quienes puedan adquirirlo.
La experta alertó sobre el hecho de que tal estrategia
educativa, que sigue de manera acrítica el modelo estadunidense,
habrá de traducirse, si perdura, en un nefasto incremento de las
desigualdades sociales en nuestro país, de por sí exasperantes,
abismales, contrarias a la ética social y al sentido común.
Como parte de la lógica privatizadora de la educación,
el gobierno de Vicente Fox recurre a la práctica engañosa
de incluir la inversión privada en el conjunto del presupuesto educativo,
a fin de hacer creer que el gasto público en este rubro es mayor
de lo que realmente es y que empieza a acercarse a la meta de 8 por ciento
del producto interno bruto. Semejante maniobra estadística contribuye,
además, a diluir la obligación constitucional del Estado
de garantizar educación de calidad para todos los mexicanos de manera
gratuita, y maquilla la realidad de un sistema educativo público
sumido en el abandono, el atraso y la precariedad.
Un aspecto por demás destacable de los señalamientos
de Katarina Tomasevski es que no limita sus críticas a las autoridades,
sino que las dirige también a la sociedad civil, cuyas instituciones
educativas y organizaciones no gubernamentales no han sido capaces, hasta
ahora, de confrontar y cuestionar las políticas privatizadoras de
la educación y la paulatina abdicación del Estado a su responsabilidad
en la enseñanza.
Ciertamente, esta tendencia no nace con el actual gobierno.
Durante los tres sexenios anteriores -priístas- se delineó
y se puso en práctica una ofensiva presupuestal y política
sin precedentes contra las escuelas y universidades públicas. Las
gestiones de Ernesto Zedillo, primero como secretario de Programación
y Presupuesto y luego de Educación Pública, bajo las órdenes
de Carlos Salinas, y posteriormente durante la presidencia del propio Zedillo,
significaron el fin del sistema educativo público como mecanismo
de movilidad social y, por esa vía, de redistribución de
la riqueza y de reducción de las diferencias sociales.
Con todo, ese vergonzoso pasado reciente no exime a las
actuales autoridades de sus responsabilidades ante el presente de la educación,
en el cual se juega el futuro económico, social, político,
científico, cultural y tecnológico de México. De las
medidas que hoy se tomen para rescatar y dignificar el sistema de enseñanza
pública, o bien para terminar de desmantelarlo, dependerá
que la próxima generación de mexicanos viva en una nación
equitativa, moderna y democrática, o en un país más
pobre que nunca, más injusto, más atrasado y, en consecuencia,
más antidemocrático, desesperanzado e inseguro.