José Blanco
Sin pena ni gloria
Así transcurrió la jornada de conferencias y debates que de lunes a jueves de la semana pasada organizó la Comisión Especial organizadora del Congreso Universitario (CECU) de la UNAM. La jornada pasó de noche a la comunidad universitaria y aún más a la sociedad. La tónica de los eventos estuvo preñada de la atmósfera de páramo sin esperanza que puebla tantos espacios de la UNAM de hoy.
Los medios no se enteraron y el que lo hizo le dio un espacio marginal. Fue un ciclo de conferencias y mesas redondas referidas a temas nodales para la institución. El propósito, movilizar a la comunidad universitaria con miras a la organización del Congreso Universitario que, supuestamente, habrá de reformar a la UNAM. La jornada de debates no llenó, ni podía llenar, su propósito.
Fui invitado por la CECU como conferenciante a tratar el problema del financiamiento. Acudí puntualmente a las cuatro de la tarde del lunes 22 al amplio auditorio de la Facultad de Contaduría y Administración con un texto de 15 páginas en el que traté de ser exhaustivo, aunque irremediablemente esquemático, respecto al conjunto de los factores internos y externos a la institución, determinantes del problema del financiamiento. Había leído siete páginas de mi texto, frente a un público que no llegaba a 20 personas -de las cuales dos o tres pueden haber sido estudiantes-, cuando se presentaron los héroes del CGH: una docena de chavos cuasi lumpen embozados, que fijaron rápidamente en las paredes, y en la propia mesa desde la que hablaba, sus carteles de protesta, uno de los cuales denunciaba: "Jose Blanco bienes a decir tu rollo de siempre sobre las cuotas" (las palabras no son exactamente textuales, auque ése era su sentido, pero importa destacar la clase de falta de ortografía en estudiantes de nivel superior de la UNAM). Acto seguido, interrumpieron el fluido eléctrico, y la luz y el sonido del auditorio se extinguieron.
En la oscuridad subieron al templete del auditorio y lanzaron su arenga y sus acusaciones. Que son perseguidos, que el Congreso es una farsa, que los estudiantes repudian a las autoridades, que "José Blanco apoyó a las autoridades a cometer el fraude electoral en las elecciones de consejeros universitarios" que se celebraron recientemente (yo no tengo ningún puesto de responsabilidad central desde octubre de 2000 y actualmente estoy en año sabático), que por supuesto no venían ni a dialogar ni a oír nada, sino simplemente a impedir que se llevara a cabo "un acto que no queremos". El escasísimo público, mis tres acompañantes de la CECU y yo salimos del auditorio, como suele ocurrir con harta frecuencia hoy en la UNAM, enfrentando la prudencia a la sordera y la intolerancia autoritarias que en la casa de la razón se imponen por la fuerza, violando la ley y la libertad de expresión. Hace años que en los espacios públicos de la UNAM rige la ley de la selva y la supresión del estado de derecho, cuando de lo que se trata es de hablar de la propia institución.
Situaciones similares se dieron en otros actos de la jornada de la CECU en el campus de Ciudad Universitaria (CU); en otros casos, los héroes llegaron tarde, hacia el final de algún evento, y alcanzaron de todos modos a producir algún escándalo; en algunos más no llegaron los conferenciantes anunciados y la prácticamente nula participación de la comunidad fue la norma para todos. En los campus fuera de CU en general los actos previstos pudieron llevarse a cabo, por falta de capacidad de desplazamiento de los héroes, pero en todos los casos las tesis expuestas no trascendieron hacia ningún espacio de nuestra casa de estudios.
Tiempo habrá para verificar los datos, pero puede conjeturarse plausiblemente que después de la madre de todas las huelgas de 1999-2000, las generaciones de nuevo ingreso son de más baja formación que las que entraron en los 10 años anteriores, dado que la UNAM admite cada año entre 32 y 33 mil alumnos en la licenciatura, con independencia de su nivel de formación. Es decir, la polarización social de los alumnos, de suyo muy profunda desde hace muchos años, debe haberse acentuado con las últimas tres generaciones.
Una universidad de alta calidad tiene dos componentes principales, como lo sabe bien Pero Grullo: buenos profesores y buenos alumnos. Dado que la UNAM no selecciona a los suyos, peores generaciones producen una peor universidad. De otra parte, como la reforma no puede consistir sino en crear una universidad de alta calidad, la polarización social de los alumnos se vuelve un impedimento absoluto a la reforma, si ésta quiere procesarse "desde abajo" por la vía del Congreso. Una universidad de alta calidad es una institución mucho más exigente que la actual, con normas académicas hechas para el propósito de alcanzar tal exigencia. Unas normas así no serán aceptadas nunca por una inmensa masa estudiantil que en su mayoría hoy no puede cubrir los créditos de una licenciatura con las laxas reglas académicas vigentes. Por la vía que va, la reforma no va.