Alejandro Nadal
Para releer a Schumpeter
Quiebras, escándalos contables y una avalancha de fraudes en grandes corporaciones desfilan al descubierto desde el 11 de septiembre. Pero, Ƒse trata de una serie de escándalos o del comportamiento de rutina de una economía capitalista?
Para responder es conveniente reconsiderar el análisis de autores que han caído en el olvido, gracias al "pensamiento único" propuesto por los ilusos de la globalización. Entre ellos destaca Joseph Schumpeter, admirador y crítico de Marx.
Conocido por su monumental trabajo sobre ciclos económicos, y fundamentalmente por su análisis en torno al proceso de innovaciones de las economías capitalistas, su principal contribución es el estudio del perpetuo desequilibrio en el que evoluciona el capitalismo. Su mérito es haber roto con la teoría convencional anclada alrededor del paradigma del equilibrio de mercado como punto de optimización en la asignación de recursos.
Para Schumpeter el proceso de competencia intercapitalista continuamente genera cambios tecnológicos para abrir nuevos espacios de rentabilidad. Esta capacidad le proporcionaría al capital gran vitalidad y capacidad para mantener el crecimiento del producto agregado y el incremento del ingreso per cápita. Esas innovaciones generan la destrucción de capital, y para describirlo acuñó el término "destrucción creadora": las nuevas máquinas destruyen la utilidad económica de las anteriores.
Pero las innovaciones se introducen de manera irregular y generan desequilibrios constantes. Precisamente en el estado perpetuo de estos desequilibrios, las prácticas monopólicas y restrictivas encuentran un terreno fértil para desarrollarse. Según Schumpeter, esas prácticas son necesarias para contrarrestar la incertidumbre en el caso de inversiones de largo plazo y en coyunturas de rápida innovación tecnológica. Su argumento se fortalece bajo un esquema de desregulación financiera y una separación cada vez más marcada entre la economía real y los circuitos financieros.
Cuando escribía Schumpeter, esas prácticas restrictivas se manifestaban mediante la cartelización y las prácticas monopólicas. Hoy están más ligadas a las megafusiones y adquisiciones predatorias, la actividad de patentamiento desquiciada, la especulación financiera sobre diferenciales de tipos de cambio y tasas de interés y, desde luego, a la contabilidad creativa. Estas son las condiciones normales de la expansión capitalista de largo plazo en el contexto de su tormentosa evolución en un desequilibrio permanente.
Escribiendo en 1935 proyecta las tendencias de crecimiento en el mundo capitalista, y concluye: la pobreza desaparecería para 1980. Entonces, Ƒpor qué se autodestruiría el capitalismo? La autodestrucción del capitalismo no provendría de las causas propuestas por Marx: la caída de la tasa de ganancia y el agotamiento de las oportunidades de inversión del capital. Lo que llevaría el capitalismo a desaparecer sería precisamente su asombrosa capacidad para mantener abiertos los espacios de rentabilidad. Según Schumpeter, el capitalismo estaría condenado a desaparecer, no a causa de su fracaso como sistema económico, sino por su éxito.
Aquí el razonamiento es familiar: en el desempeño exitoso del capitalismo anidan fuerzas que conducen a la destrucción de las instituciones que le dieron vida, en especial la pequeña propiedad y el papel del capitalista emprendedor. El resultado de la destrucción del capitalismo sería el advenimiento del socialismo, "heredero aparente" del capitalismo, en palabras del economista austriaco.
Quizá todavía no ha llegado el tiempo de la destrucción del capitalismo. Pero lo que sí es claro es que Schumpeter subestimó la importancia de las prácticas restrictivas y monopólicas del capitalismo contemporáneo. Esas prácticas florecen en un marco de desregulación y de repliegue del control del Estado sobre el mercado. Y es aquí donde se produce la gran contradicción en la economía estadunidense. Sin una política macroeconómica que permita un control sobre el mercado, la desregulación favorece el desarrollo de las prácticas restrictivas por las grandes empresas.
El gobierno de Estados Unidos ha escogido sus prioridades. Ayer el presidente Bush firmó la nueva Ley de Fraudes Corporativos, que impone penas de cárcel de hasta 25 años a los responsables de quebrantos contables, como los de los recientes escándalos en Wall Street. Pero esta nueva ley, inicialmente opuesta por la Casa Blanca, deja intacta la débil regulación existente para los mercados financiero y bursátil. Y es que esa frágil regulación, entre otras cosas, ha sido esencial para mantener los flujos de capital que tanto necesita la economía estadunidense para financiar su colosal déficit externo.
Las ideas de los grandes economistas regresan de tiempo en vez. Schumpeter pudo haberse equivocado en los detalles. Para reconsiderar su conclusión, es recomendable releer a Marx o Steindl, y dejar de lado las simplezas de Huntington y Fukuyama.