DESFILADERO
Jaime Avilés
Las Cochambres
Historiadora que no ha ejercido su mester sino en el ámbito de la política, Olga Serrano tiene un pie en la cárcel. Hace un año, cuando el agua estaba a punto de llegarle al cuello, fue a ver a la presidenta nacional de su partido, pero ésta la despidió con cajas destempladas y la humilló en presencia de extraños. Amalia García encabezaba aquella tarde una junta de la mesa directiva del PRD en el restaurante Covadonga, y su interlocutora aprovechó un receso para abordarla y exponerle su problema. La semana antepasada, cuando la señora Serrano escribió al buzón de esta plana en demanda de auxilio, algo me dijo que si Amalia García no había querido oírla, su caso merecía, desde luego, la mayor atención.
En apretada síntesis, cuando Olga Serrano ingresó en la vida pública, joven estudiante que era y descontenta que estaba con los servicios de agua, drenaje, limpieza, titulación de tierras y otros que el gobierno proporcionaba mal y de mala gana a su colonia, en el municipio mexiquense de Los Reyes La Paz el PRI era la única fuerza política; el PAN contaba con una oficina en la que sólo se paraban las moscas, y la izquierda estaba fragmentada en células de sectas que seguían discutiendo la transformación del PCM en PSUM, la revolución cultural de Mao, la perestroika de Gorbachov, las lecciones de la lucha armada de los años 60 y otras cosas del mismo género... literario.
Pero a la cabeza de toda la estructura municipal había un pujante cacicazgo colectivo, encabezado por la señora Mireya Rodríguez de Ortiz y acaudillado por las hermanas Marisela y Margarita Cerón Nequis, popularmente conocidas como Las Cochambres. Tenían, por supuesto, vínculos formales con el PRI estatal y gozaban de las simpatías del profesor Carlos Hank González y los señores del grupo Atlacomulco.
En 1987, bajo el gobierno municipal de Gabriel Alcántara Pérez, títere de Las Cochambres, Olga Serrano y la gente de su colonia organizaron un mitin frente a la alcaldía. La respuesta fue brutal. Dentro del palacio de gobierno, en los separos de la policía judicial, fue golpeada a cachazos en el cráneo, en las costillas, en las piernas, y si no la mataron fue porque se trataba sólo de una advertencia. Aún conserva las fotos y, a pesar del tiempo transcurrido, las manchas de sangre todavía parecen aterradoramente frescas.
Sin embargo, mientras la apaleaban con tanta saña, Cuauhtémoc Cárdenas estaba rompiendo con el PRI y en compañía de Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez y muchos dirigentes medianos y pequeños entonces, como Andrés Manuel López Obrador, en todos los estados de la República daba forma a lo que pronto se convertiría en el Frente Democrático Nacional. En Los Reyes La Paz, Olga Serrano y los suyos no sólo impulsaron con brío la histórica batalla electoral de 1988, sino que a raíz de la falsa derrota del 6 de julio fundaron el comité municipal del PRD.
Una mina de oro
Desde 1988, la fiebre del cardenismo en el estado de México adquirió enorme relevancia tanto en las zonas colindantes con Michoacán como en la periferia de la metrópolis. A medida que avanzaba la campaña de Cárdenas, los propios repartidores de cubetas y despensas contratados por el PRI botaban aquellos regalos propagandísticos en favor de Salinas de Gortari, que la gente se negaba a recibir, y se improvisaban como jilgueros de los actos de Cuauhtémoc y se desvivían por hacer méritos para quedar bien con el hombre que, según su avezado olfato político, iba a llevarse el gato al agua.
Cuando sobrevino el fraude, gracias a Manuel Bartlett, gran parte del viejo oportunismo priísta, con todas sus malas mañas a cuestas, ya había cruzado la línea del no retorno y tomó las banderas del nuevo y extraño sol negro y amarillo. Olga Serrano vivió ese proceso y participó en la fusión con las exiguas bases del Partido Socialista Unificado de México, ahora reconvertido en Partido Mexicano Socialista, a las que se agregaron las del Partido Mexicano de los Trabajadores, de Heberto Castillo.
Los acontecimientos de 1994, digno corolario del catastrófico sexenio de Salinas, y la candidatura presidencial de Zedillo, incrementaron la erosión del PRI en el municipio, que sin embargo retuvo el gobierno en medio de una ceñida disputa y entregó el poder a Marisela Cerón Nequis, nueva cabeza visible de Las Cochambres. En esa misma contienda, Olga Serrano fue electa al cargo de regidora para el periodo 1994-96. Eran los últimos estertores de una antigua hegemonía. En 1997, la alcaldía fue ganada finalmente por la nueva mayoría perredista, mientras Serrano era investida como diputada federal.
Marisela Cerón, por su parte, no había durado sino cuatro meses como presidenta. Cumplido ese lapso, pidió licencia al cabildo, dejó en su puesto a Sergio Cantú Páez y se fue a Toluca como diputada estatal. Claro está que, desde las frías tierras del chorizo, no todas sus instrucciones eran acatadas, así que en 1997 -después del triunfo del PRD-, volvió a Los Reyes La Paz y aclamada por las legiones de vendedores ambulantes que controla y esquilma sistemáticamente día tras día, se puso en huelga de hambre y logró que su compinche, Dino Ortiz Rodríguez, hijo de La Cochambre mayor, fuera designado como titular del OPDAPAS (Organismo Público Descentralizado para Agua Potable, Alcantarillado y Saneamiento), una auténtica mina de oro en dos sentidos, porque da millones de pesos al año en materia de sobornos y porque garantiza la lealtad electoral de quienes obtienen sus servicios.
De esta suerte, naturalmente se diría, Dino Ortiz olvidó su militancia priísta y abrazó con todo fervor la causa del perredismo. Faltaba más.
Dos maneras de fiscalizar
Antes de las elecciones municipales de 2000, 15 integrantes del PRD se presentaron a la justa interna en pos de la candidatura. Gracias a su inmensa clientela del OPDAPAS y a la bendición de Las Cochambres, Dino se alzó como ganador, pero Olga Serrano obtuvo la medalla de plata. Los comicios constitucionales fueron un simple trámite. Dino se puso la banda tricolor, Olga fue nombrada síndica procuradora, y con este cargo adquirió la obligación legal de fiscalizar los gastos del presidente.
Hacía muchos años que el viejo palacio municipal, edificado en 1899 frente a la antiquísima parroquia de Los Reyes La Paz, en el mero centro del pueblo, era ya insuficiente para albergar a la creciente burocracia con sus montañas de papelería. Arquitectos y especuladores inmobiliarios de Toluca habían convencido al gobierno estatal de levantar una nueva sede, más cómoda y más amplia, en unos terrenos fuera de la traza colonial. Además, la hermosa finca, emblema de la arquitectura decimonónica, estaba protegida por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que la declaró, con toda razón, "monumento histórico".
ƑQuiénes se oponían ferozmente al proyecto diseñado en Toluca? Exacto: Las Cochambres. En primer lugar, porque la casa de Marisela Cerón está en la plaza de armas, en la contraesquina de la parroquia y del palacio, y a ella, dicen los colaboradores de Olga Serrano, "le gusta ver desde su ventana quién entra y quién sale". En segundo, porque la nueva obra pondría por las nubes el valor catastral de su propio terreno. Y en tercero porque, reina del comercio ambulante, del cual extrae casi 2 millones de pesos mensuales, Marisela tenía otros planes: aumentar el área de la plaza de armas, colocando el nuevo palacio sobre unos pilares, a guisa de zancos, para meter más vendedores ambulantes debajo del inmueble.
Así que, obediente a los designios de su jefa máxima, en abril de 2001 Dino comenzó la demolición del antiguo palacio. Mandó por los trascabos y lo arrasó a mansalva. Alertado por Olga Serrano, el INAH reaccionó con presteza y suspendió la "obra". La Cochambre mayor, por su parte, montó en cólera, y al frente de sus 12 mil vendedores ambulantes, a quienes les cobra seis pesos diarios para dejarlos trabajar en la vía pública, salió en airada manifestación y bloqueó la carretera México-Texcoco. Tomado por sorpresa, el gobernador Arturo Montiel dobló las manos y logró que el INAH retirara los sellos y prosiguiera la acción de la barbarie.
Mamuts y dinosaurios
Bajo los escombros del antiguo palacio, dice la gente de Los Reyes La Paz, aparecieron huesos de mamuts de la época del "pleito obsceno". Para evitar que los arqueólogos intervinieran de nuevo, Dino, también dice la gente del pueblo, mandó que los arrojaran al basurero municipal, pero al mismo tiempo despidió a todos los empleados de la oficina de Olga Serrano, entre los cuales figuraban contadores públicos, abogados y otros profesionales indispensables en las tareas de fiscalización.
Meses después, en el colmo de la arbitrariedad, revocó a la síndica procuradora la representación legal que su cargo le confiere, una medida que sólo puede ejecutar el Congreso del estado. Es como si Fox ordenara la destitución de Genaro Góngora Pimentel, presidente de la Suprema Corte de Justicia.
Fue entonces cuando, al calor de esta desmesurada ofensiva en su contra, Olga Serrano se coló en el restaurante Covadonga y trató de explicarle el asunto a Amalia García, y solicitarle que hiciera algo porque, encima de todo, el comité estatal del PRD había resuelto apoyar absolutamente a Dino, como presidente municipal y militante del partido. Pero nada, salvo un regaño espectacular, obtuvo Olga Serrano de aquella entrevista.
Hoy, con siete acusaciones penales en su contra, una de ellas por "no cumplir a tiempo con la revisión de la cuenta pública", misión imposible que nadie puede llevar a cabo sin asesoría de especialistas, Olga Serrano dice que ha pedido audiencia en la oficina de Rosario Robles, pero que todavía no le dan cita. Los temas que desea tratarle, me dice, son muy concretos.
Aparte de tirar el viejo palacio municipal con el propósito de levantar otro que será más pequeño debido a los zancos diseñados por Las Cochambres, en su primer año de gobierno Dino Ortiz acumuló un déficit de 33 millones 392 mil 611 pesos, lo que habla de malos manejos en su administración. Además, ha descuidado el mantenimiento de la infraestructura, porque de los 70 millones que tenía presupuestados para la realización de obras públicas en 2001, sólo gastó 26, y los 44 millones restantes los destinó al pago de sueldos de sus asesores, así como a "regalos y paseos" para los miembros del cabildo, que encarnan, digamos, la cámara de diputados municipal.
Por todo lo anterior, estima Olga Serrano, la población se encuentra de lo más decepcionada con la gestión del PRD, y si nada se hace pronto al respecto, en las elecciones del año próximo volverá a ganar el PRI.
En términos de microhistoria -disciplina fundada en 1968 por don Luis González y González, con la publicación de Pueblo en vilo--, el caso de Los Reyes La Paz constituye una metáfora de la transición foxista: las fuerzas políticas emergentes que llegan al poder con la oferta del cambio para seguir sirviendo a los intereses autoritarios, cumplen sus objetivos secretos, destruyen las esperanzas democráticas de la sociedad y despiertan la nostalgia colectiva por el "viejo orden", propiciando el retorno de lo que había sido repudiado.