Carlos Bonfil
Sentencia previa
"Queda usted arrestado por el crimen que cometerá en el futuro". Sentencia previa (Minority report), de Steven Spielberg, es la ilustración más delirante y aguda de lo que puede ser un estado policiaco a mediados de este siglo. En 2054 la ciudad de Washington se enorgullece de haber erradicado en sólo seis años la delincuencia y la criminalidad, gracias a la organización Precrimen, la cual puede ubicar, mediante imágenes prospectivas y con ayuda de tres videntes "precognitivos", la identidad de un asesino, el lugar donde cometerá el crimen, y de esa manera prevenirlo. La primera secuencia muestra de manera espectacular el modo de operación del sistema, su precisión matemática, y las facilidades tecnológicas para cumplir en minutos la misión impensable cincuenta años atrás. Un agente de Precrimen, John Anderton (Tom Cruise, formidable), pierde todo control de las operaciones en curso cuando el sistema le revela el nombre de la víctima de la que en pocos días él mismo será el asesino. Lo que sigue es la carrera contra el tiempo, su afán por preservar a la vez su existencia y la infalibilidad del sistema en el que cree, para el que trabaja, y que ahora lo persigue.
Sentencia previa multiplica las paradojas que son una prolongación del planteamiento inicial: Ƒla seguridad nacional justifica acaso el sometimiento de tres seres humanos con poderes de videncia? Y presenta una razón de Estado: el sistema debe ser siempre infalible, aun cuando tenga imperfecciones que importa ocultar a todo precio (los minority reports, reporte de excepciones). Atrapado en estas contradicciones, y con su vida en juego, Anderton protagoniza una huida sensacional y un paulatino encuentro consigo mismo. Sentencia previa es a la vez thriller, comedia, cine negro, reflexión moral, y también, catarsis sentimental patentada.
El guión laberíntico de Scott Frank y Jon Cohen procede de una historia breve del maestro de la sci-fi estadunidense, Philip K. Dick (inspirador también de Blade runner y El vengador del futuro/Total recall). A partir de este material, Spielberg construye una muy eficaz cinta de suspenso y recrea la ciudad del futuro inmediato, con publicidad digital que se ilumina al paso de la gente; con dobles, triples pisos viales que se prolongan vertical y horizontalmente sobre la superficie de los rascacielos; con video-panoramas caseros que ofrecen mediante hologramas una realidad virtual donde los seres desaparecidos cobran una existencia fugaz y son casi palpables. El director diversifica sorpresas digitales y gadgets tecnológicos incorporándolos inteligentemente en la lógica del relato, y consigue así secuencias memorables como la persecución de Anderton a cargo de arácnidos mecánicos que trepan sobre seres humanos para inspeccionar sus retinas e identificar al perseguido, o el enfrentamiento del hombre y la máquina en la fábrica de vehículos donde el protagonista se encuentra acorralado. El ritmo frenético de la cinta, su carga de suspenso, remite al primer largometraje del propio Spielberg, Duelo, de 1971; también a la falsa incriminación de Cary Grant en Intriga internacional (North by northwest), de Hitchcock; y de modo más sugerente, a un clásico del film noir de los años cincuenta, Con los minutos contados (D.O.A), de Rudolph Maté, donde un hombre, Edmond O'Brien, se propone descubrir quién le hizo ingerir un veneno de acción lenta.
Spielberg elige el tema de la seguridad nacional, y los excesos a que puede conducir una lógica totalitaria, en el momento mismo en que en su país se somete a debate la seguridad y la defensa de las libertades públicas ("Lo que nos mantiene seguros nos mantiene libres", exclama con arrogancia un personaje en la cinta). Las salidas que ofrece el director a los dilemas que plantea la trama ilustran su propia postura liberal, en tanto la fabulación futurista lo exime de un pronunciamiento político más directo. Sentencia previa es indudablemente una de las mejores cintas de Spielberg, pero podría haber sido mucho más que eso, podría haberse impuesto como una obra de culto, al estilo de Blade runner, por ejemplo, de no haber sido contaminada en su última media hora por el inefable sentimentalismo del realizador. Un relato negro que vira al rosa en el infatigable tributo a los valores familiares, difícilmente puede ser memorable. Queda sin embargo un virtuosismo fílmico muy disfrutable; una fotografía de Janusz Kaminski y una pista sonora de John Williams realmente notables; y la ingeniosa anticipación de las realidades tecnológicas que deciden y modelan los estilos de vida en 2054. Un porvenir digitalizado en donde el hombre es ya casi una realidad virtual, y la máquina el instrumento crecientemente autónomo que lo somete.