ATENCO: LA CONTRAOFENSIVA QUE VIENE
Ayer,
con la publicación en el Diario Oficial de tres decretos que abrogan
las expropiaciones de las tierras ejidales de San Salvador Atenco, culminó
el proceso de una rectificación encomiable por parte del Ejecutivo
federal.
Las razones para la anulación de la medida inicialmente
adoptada en octubre del año pasado se expresan con nitidez en los
decretos referidos: el proyecto de construcción del nuevo aeropuerto
en Texcoco resultaba "incompatible con la preservación del orden
y la paz social"; la derogación de las expropiaciones busca reivindicar
una política "eminentemente participativa y receptiva hacia los
pronunciamientos de la sociedad civil" y es una medida orientada a "dar
forma a una democracia moderna en la que las decisiones se tomen con la
participación colectiva".
Hace casi un año el gobierno tomó la decisión
equivocada e inaceptable de realizar un megaproyecto de infraestructura
--necesario, sin duda-- a costa de una comunidad ancestral que se vio en
peligro inminente de extinción, y que logró movilizarse con
éxito para mantener el dominio de sus tierras y la existencia de
su tejido social.
En días recientes, las autoridades federales han
tenido la sensibilidad política para comprender que el empecinamiento
en la expropiación y la construcción de la terminal aérea
habría desembocado en un conflicto social y político inmanejable
y sumamente peligroso y dañino para la gobernabilidad. Han tenido,
asimismo, el valor civil suficiente para dar marcha atrás en sus
decisiones erradas.
Lo anterior es expresión de un gobierno atento
al sentir social y, por lo tanto, una muestra de fortaleza democrática
e institucional. Existen, sin embargo, diversos grupos políticos
y económicos para los cuales el aeropuerto en la zona de Texcoco
representaba una oportunidad dorada para realizar cuantiosos negocios,
para incrementar su poder político o, peor aún, para medrar
con la desestabilización que inevitablemente habría conllevado
la continuación del proyecto.
Tales grupos empiezan ahora una contraofensiva cuyos argumentos
iniciales han sido, por un lado, calificar la derogación de las
expropiaciones de "muestra de debilidad" del Ejecutivo federal y, por el
otro, argüir que la cancelación del proyecto implica un supuesto
desaliento a la inversión --nacional y extranjera-- que se requiere
para activar el crecimiento económico.
Un ejemplo claro de esta contraofensiva son los nostálgicos
del autoritarismo rentable --como el grupo gobernante en el estado de México--,
afectados en sus perspectivas de negocio, han decidido iniciar un golpeteo
político contra el presidente Vicente Fox.
La sociedad debiera tener claro, en el momento presente,
que la rectificación de las expropiaciones no representa, de manera
alguna, falta de rumbo o debilidad: es, por el contrario, una expresión
de buen sentido democrático y merece, por ello, el respaldo de la
ciudadanía.