Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 11 de agosto de 2002
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Política
Antonio Gershenson

Atenco-Texcoco: una experiencia

No es la primera vez que esto sucede. Antes del caso de Atenco y el pretendido aeropuerto de Texcoco, habíamos visto el caso del supuesto club de golf en Tepoztlán, Morelos; el intento de club de esquí en la nieve, en el Nevado de Toluca; antes todavía, el proyecto de una presa y una planta hidroeléctrica en Tetelcingo, Guerrero. En todos los casos, habiendo situaciones muy distintas en otros sentidos, hubo algo en común: la oposición de la población local echó abajo proyectos, a los que se les había ya metido dinero, a los que se presentaba como inevitables, pero que no habían tomado en cuenta a un elemento central: la gente que ya vivía ahí.

La contradicción entre la afirmación de un representante del gobierno federal, de que no había aún inversión, y la del titular del gobierno del estado de México, diciendo que sí la había, es aparente. Había muchas inversiones en el negocio de ese aeropuerto. Había las grandes, relacionadas con un macroproyecto, y las de cada quien, comprando un terreno porque su precio iba a subir de valor varias veces. No era inversión pública, por supuesto, que era tal vez a la que se refirió el representante federal. Pero ahí estaba, y eso no evitó el naufragio, como tampoco evitó el dinero el naufragio de los otros proyectos que mencionamos. Tampoco la fuerza pública ni otros recursos.

Es muy importante que se tome en cuenta esa experiencia, porque algo similar se está haciendo con el Plan Puebla-Panamá. La industrialización del sureste mexicano, que sería una de las vertientes de ese plan, podría tener numerosos efectos positivos. Por ejemplo, al dar empleo al margen de las escasas fuentes de trabajo ligadas al caciquismo, debilitarían a este último; podrían reducir el desempleo, aumentar el nivel de vida de la población local, aumentar la cohesión social con fuentes de trabajo comunes, etcétera. Claro, para esto, sería necesario que el primer consenso se buscara con la población local. Y de ahí se derivaría un tipo de proyecto intensivo en mano de obra y empleando ante todo a trabajadores locales. Un tipo de proyecto orientado a satisfacer necesidades tal vez nacionales pero también locales.

No es eso lo que se ha hecho. Se ha buscado, primero, a inversionistas. Se han visto los proyectos, ante todo, como oportunidades de inversión y como formas de atraer la inversión, sobre todo extranjera. De ahí se han desprendido proyectos intensivos en capital, vistos como grandes negocios. Y esta concepción ha cerrado la posibilidad de un apoyo local a los proyectos.

Inversionistas hay muchos y en todo el mundo. Pero, dado un proyecto y su ubicación, la población local es una sola. Llegar a acuerdos primero con la población local permite buscar, no sólo inversionistas, sino en general fuentes de financiamiento, en cualquier lugar del país o del mundo, a la medida de estos acuerdos con la población local. En cambio, hacer lo contrario enajena del proyecto a la única población del lugar en cuestión. Lo hace inviable.

Entonces, se ha engañado una y otra vez a los inversionistas. Se les ofreció privatizar la electricidad, cuando que eso no estaba en las manos del gobierno federal. Se les ofreció el nuevo aeropuerto. Se les ofrecen contratos de servicios múltiples en la industria petrolera, y en particular en el gas natural, pese a que están expresamente prohibidos en la Constitución. ¿Cuántas veces más les van a creer esos inversionistas?

Como vemos, hay aquí experiencias de las que hay mucho que aprender.

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