REPORTAJE
PATRIMONIOS DE LA HUMANIDAD
En Campeche buscan atraer a un turismo especializado
Las autoridades se oponen a visitantes tipo spring
breakers
La ciudad de Campeche y el asentamiento de Calakmul fueron
declarados Patrimonio de la Humanidad con apenas tres años de diferencia
(1999 y 2002, respectivamente). Son dos tipos de población: en la
capital, el campechano tradicional; en torno de la reserva, el inmigrante
de los setenta. En el caso de la primera, la declaratoria reforzó
la identidad, con algunas consecuencias turísticas; mientras en
la segunda se vislumbran factores complejos debido a la decisión
de la UNESCO. En ambos casos, sin embargo, se trata de la ubicación
en el mapa de un estado normalmente abusado por vecinos y visitantes, como
si se tratara de una revancha histórica por la explotación
del chicle, las maderas preciosas y más recientemente el petróleo
RENATO RAVELO ENVIADO
Campeche, Camp., 10 de agosto. Hasta hace cinco
años en Campeche no había una Secretaría de Turismo.
Era una oficina menor, con un presupuesto que no rebasaba el millón
200 mil pesos. En la capital del estado se carecía de agencias para
rentar autos. Sin embargo, la remodelación de su Centro Histórico
y una fuerte campaña motivaron que la ciudad fuera declarada Patrimonio
de la Humanidad. A dos años de que Campeche fuera incluida en la
lista de la UNESCO, la capital aún aspira atraer a un turismo que
no la dañe. Anualmente 800 mil personas visitan Campeche, la mayoría
extranjeros.
Los campechanos temen escenas de spring breakers,
los estudiantes estadunidenses que se revientan en Cancún:
''queremos fomentar un turismo especializado que oscile entre 30 y 60 años'',
comenta Ricardo Rodríguez Dives, titular de Turismo, cuyo presupuesto
ahora supera los 35 millones de pesos.
La
ciudad apenas suma un par de hoteles más y la renta de autos sigue
siendo un problema (Campeche cuenta con 700 taxis), pero Rodríguez
asegura: ''de 1997 a 2000 la afluencia extranjera en el país decreció.
Nuestros vecinos (Yucatán y Quintana Roo) vieron caer sus cifras
entre 10 y 12 por ciento. Campeche despegó, somos el atractivo nuevo,
si bien el turismo nacional no nos favorece del todo, porque es muy volátil;
el estado es castigado por los precios de tarifas aéreas, y sigue
siendo un punto de paso''.
El recuerdo de hace un par de años es el de un
Centro de Campeche con sus calles vacías, como si la gente se hubiera
tomado muy en serio el rescate, y no quisiera afectar, visual o físicamente,
ese cuadro de casas pintadas con vivos colores a los que el sol les daba
un aire atemporal, casi de abandono.
Ahora los campechanos recuperaron su Centro. Le perdieron
respeto a ese estricto criterio, que en un momento se impuso, lleno de
negativas y prohibiciones destinadas a uniformar lo mismo los señalamientos
que los rótulos de los negocios. El Centro de la ciudad ahora luce
más vivo.
Uno de los gestores de este impulso es Carlos Vidal, director
del Centro INAH, para quien la principal repercusión de la declaratoria
se da en el ánimo del campechano, ''que con este reconocimiento
se siente orgulloso; ellos no quieren las grandes cantidades de dinero,
hacerse ricos de la noche a la mañana. Hay la oportunidad de hacer
un impulso ordenado, con reglas para todos. Otra cosa importante es que
la gente está regresando a habitar el Centro de su ciudad''.
Tesoro escondido
Los gringos no vienen aquí, explica con orgullo
el secretario de Turismo: ''90 por ciento de los visitantes son europeos.
Vienen de Alemania, de Francia, de Inglaterra. Somos una de las ciudades
más visitadas por los alemanes: de los 290 mil que vienen a México
al año, 57 mil lo hacen a Campeche, y tome en cuenta que aquí
tenemos una ocupación posible de 900 cuartos, contra los 47 mil
que tiene Cancún''.
Para Rodríguez esto es signo de que la oferta de
la entidad es ''netamente cultural; nos visita un turista culto que adquiere
servicios, no es nocivo, se ha complementado muy bien con el espíritu
tradicional del campechano''.
Según el funcionario, ''el reconocimiento de la
UNESCO a la ciudad de Campeche es un reconocimiento a los campechanos,
un factor de identidad que nos ha puesto en los mapas turísticos
para generar actividades culturales, que nos llena de mayor responsabilidad.
No hay campechano que no sepa que la ciudad es patrimonio''.
Los datos del Centro INAH lo confirman. Esa oficina edita
un suplemento semanal, Farnesio, con 228 números, que había
sido acordado con las autoridades de un periódico local. A partir
de la declaratoria, la oficina coordinada por Marilyn Domínguez
y Carlos Hernández prepara además Xoch. Cuéntame
una historia, con 37 números; Apuntes arqueológicos
e históricos, con 45, y Radiografía cultural,
con 165, en tres distintos medios que solicitaron tener semanalmente algo
sobre los temas de moda en Campeche.
Rodríguez Dives, señala: ''Campeche es una
de las cinco ciudades con mayor crecimiento en cuanto a rescate de las
edificaciones históricas, así como de tradiciones y costumbres.
En la actualidad tenemos un promedio anual de 800 mil visitantes, que pasaron
de una estancia de 1.2 a 1.8 días''.
Respecto del avión, es más barato ir a Las
Vegas o a Los Angeles que a Campeche. Sin embargo, el estado ha invertido
en ese turismo culto. En la actualidad todos los sitios abiertos al público
cuentan con una carretera de acceso y un parador turístico, ya que
90 por ciento de sus visitantes llega por tierra.
Para este verano se preparan cursos piloto con adultos
y niños de entre 8 y 12 años, para instruirlos como anfitriones
durante el periodo vacacional; que sepan idiomas y ecoturismo. Mientras,
las autoridades promueven la entidad en ferias especializadas, de Europa
sobre todo, con el lema ''El tesoro escondido de México''. Temeraria
frase, si por esa histórica desconfianza del campechano quedara
como epitafio a otra alternativa de desarrollo truncada en la práctica.
Un despunte en veremos
El arqueólogo Ramón Carrasco explica algunos
elementos de la cosmogonía maya: ''para ellos lo bueno no estaba
en el cielo y descendía, sino que venía de la tierra'', y
la zona arqueológica de Calakmul, enclavada en frondoso verdor que
la hace invisible a una sola vista, da testimonio de ello. Si bien ahora
el terreno ya no es tan propicio como en la antigüedad, en ninguna
otra ciudad maya se tienen vestigios de tantos periodos.
Carrasco señala la pirámide que lo demuestra,
y explica qué trazo depende de cada etapa. Un mono araña
se cuelga de uno de los árboles adjuntos, mientras un saraguato,
integrante de las cuatro familias de primates que habitan el lugar, ruge
fuerte, opacando las palabras del arqueólogo que llegó a
la zona a finales de 1993, cuando Calakmul se coló a los llamados
Proyectos Especiales. Esta zona de Campeche es de hecho el único
aún vigente de esos impulsos a la arqueología que se dieron
durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari.
En Calakmul, como en ninguna otra zona, hay árboles.
Eso le han criticado a Carrasco, quien se defiende argumentando que ''sería
poco congruente que se tumbaran los árboles si estamos en una amplia
zona declarada como reserva ecológica''.
La zona ocupa a cuatro arqueólogos, cinco restauradores,
seis maestros albañiles, 24 auxiliares y dos choferes. Hay trabajo
para todos. Mientras los restauradores trabajan en el friso espectacular
que será uno de los principales atractivos a finales de año,
los arqueólogos estudian datos de algunas de las cinco acrópolis
que rodean la plaza principal: ''estamos encontrando datos que nos podrían
indicar, al no existir restos de chozas de palma, que los habitantes tenían
posiblemente un sentido más comunitario'', dice Carrasco, y luego
señala: ''ahí pensamos que había una escalera, pero
no encontramos nada que lo confirmara, por lo que decidimos no inventarla''.
A
él lo acompañan desde hace tres años Omar Rodríguez
y Agustín Anaya; de forma más reciente se integró
Marinés Colón. Cuando a ésta se le pregunta frente
a ellos si alguna vez, en estos nueve años, ha sentido algo místico,
primero contesta: ''no, simplemente satisfacción'', aunque luego
abunda: ''cuando buscábamos indicios de Garra de Jaguar, al pasar
la brocha apareció el ojo; sientes que te ven desde el pasado''.
La declaratoria de la UNESCO, opina Rodríguez,
no tiene en la región la repercusión que tuvo la declaratoria
de Campeche: ''aquí vinieron a laborar en los setenta; los trabajadores
que tenemos son hijos de ellos, y si bien no creo que valoren en su dimensión
qué es una declaratoria, sienten que es importante''.
El secretario de Turismo explica que hay planes para la
zona: ''significará la construcción de otro acueducto. Programaremos
en los próximos meses alternativas para los habitantes de la región,
con hoteles de 100 habitaciones y servicios, en previsión de un
incremento del número de visitantes. Consideramos que ellos ya son
campechanos, aunque tengan costumbres diferentes, y que tendrán
un alto grado de conciencia de que es mejor ver la cultura maya como una
fuente de empleo''.
Carrasco, quien no es muy afecto a la expectativa de grandes
flujos de visitantes, asegura que a esta zona viene un promedio de 50 visitantes
mensuales, cantidad reducida debido a los 60 kilómetros que se deben
recorrer desde el inicio de la reserva ecológica, porque técnicamente
no hay ningún servicio de guías o de estancia, salvo unos
sanitarios ecológicos con aserrín. De los dos hoteles cercanos,
uno está casi abandonado y el otro tiene precios prohibitivos.
Carlos Vidal, por su parte, asegura que en 1995 había
mil 200 visitantes al año, que para 2001 ya se habían incrementado
a 11 mil 995, y que este año esperan llegar a los 15 mil, la mayoría
de los cuales llega en autobuses que llevan sus propios guías.
Al respecto, se le pregunta a Carrasco sobre las presiones
de la actual administración para abrir más la zona, pues
se han destinado recursos y está por terminar el periodo de gobierno:
''a nivel gobierno te pueden insinuar, pero hay argumentos para los tiempos
de trabajo. Teníamos planeado desde el principio que la intervención
fuera de siete meses y dejar abierto al público el friso. Creo que
les interesaría más que termináramos con una publicación
sobre el sitio, con elementos para la difusión y de carácter
científico''.
Todas las estructuras en Calakmul tienen número,
con excepción de una, conocida como la de Lundell, quien fue de
los primeros en llegar en la era moderna a la zona, enviado por industriales
del chicle, explica Agustin Anaya, ''y tuvo la ocurrencia de grabar su
nombre en una pared. Su ejemplo ha sido seguido por visitantes que ponen
sus nombres o palabras''.
Uno de ellos puso love con esas letras sicodélicas
de los setenta, como un monumento al mal gusto. Sean 50 o sean 15 mil,
este tipo de turistas son los que seguramente descartan los campechanos,
al pensar, orgullosos, que ya tienen dos sitios declarados Patrimonio de
la Humanidad.