EL PADRE AMARO: AMAGOS TOTALITARIOS
Después
de varios días de una campaña de desprestigio contra la película
El crimen del padre Amaro (a estrenarse el 16 de agosto), el comité
nacional Pro Vida, grupo de choque oficioso de la jerarquía eclesiástica,
presentó ayer una demanda penal contra los titulares de Gobernación,
Santiago Creel, y del CNCA, Sara Bermúdez, así como contra
otros funcionarios por haber permitido el rodaje de la cinta y por no haberla
censurado. Así culmina la campaña clerical orientada a boicotear
esta producción cinematográfica y que logró, en todo
caso, postergar su estreno para que no coincidiera con la estancia en México
de Juan Pablo II.
En el marco de esa campaña han alzado sus voces
tanto dignatarios eclesiásticos como líderes panistas -Diego
Fernández de Cevallos y Carlos Medina Plascencia, entre los más
ruidosos- para arrojar sobre la película de marras una montaña
de calificativos que van desde "sacrílega", "injuriosa" y "blasfema"
hasta "porquería".
Tales argumentos son, en general, falaces, y algunos de
quienes los esgrimen -como Jorge Serrano Limón, dirigente de Pro
Vida- confiesan que ni siquiera han visto la cinta. El arzobispo de Guadalajara,
Juan Sandoval Iñiguez, afirmó incluso que la película
vincula al Papa con el narcotráfico; la acusación de blasfemia
es insostenible incluso desde una visión teológica, toda
vez que la cinta no hace referencia a ninguna de las advocaciones de la
divinidad según la entienden los católicos, sino que se centra
en presentar algunos de los dramas humanos en que se ven involucrados algunos
integrantes del clero: pasiones amorosas y carnales, así como asuntos
de narcotráfico y guerrilla. Es decir, se trata de una historia
verosímil, con situaciones que se presentan todos los días,
le guste o no al clero católico, en todos los países donde
su Iglesia está presente.
Ni siquiera podría afirmarse que se trate de una
narración novedosa, pues está basada en la novela del mismo
nombre publicada por el escritor lusitano Eça de Queiroz hace 127
años. La película es simplemente una adaptación a
la realidad mexicana contemporánea, hecha por el dramaturgo Vicente
Leñero.
Descartados, pues, los argumentos contra la exhibición
de la cinta, la campaña en su contra sólo puede entenderse
de dos maneras: por una parte, como manifestación de la ofensiva
clerical y conservadora que pretende eliminar la pluralidad, la tolerancia
y las libertades individuales y potestades de expresión y pensamiento
que la misma sociedad ha conquistado en lo individual y colectivo; y por
la otra, como una zancadilla política al presidente Vicente Fox
y al secretario Santiago Creel por parte de los estamentos más cavernarios
de su propio partido, en momentos en que el actual gobierno parece empeñado
en abrir más frentes de conflicto de los que puede manejar.
Lo cierto es que en la conformación contemporánea
de la ciudadanía nacional, los jerarcas eclesiásticos y sus
grupos de choque, así como los políticos cavernarios, han
errado la estrategia porque a fin de cuentas el efecto paradójico
de la histeria censora e intolerante será, muy probablemente, un
éxito de taquilla que en otras circunstancias El crimen del padre
Amaro acaso no habría podido lograr.