Iván Restrepo
La isla de Holbox, paraíso amenazado
Holbox es una hermosa isla situada a 15 kilómetros de la costa de Quintana Roo, frente al poblado de Chiquilá. Forma parte del área natural protegida Yum-Balam, decretada en 1994, y todavía no cuenta con su respectivo plan de manejo. Por décadas sus habitantes han vivido de la pesca, en especial de tiburón y langosta. Esta última era tan abundante, que los lugareños presumían de alimentar a los niños con papilla de esa especie. Hoy la sobrexplotación del recurso es evidente, por la llegada de pescadores de estados vecinos. También es zona de delfines, que son capturados para los negocios que explotan estos bellos animales, como Xcaret. La pesca furtiva mata delfines y no hay quien detenga a los depredadores. Siendo una valiosa reserva, apenas los integrantes del grupo local Protejamos Unidos a Holbox AC, Puhac, realizan con ínfimos recursos ciertas labores de vigilancia. La isla se distingue por la tranquilidad, alegría y hospitalidad de sus habitantes, y quienes la visitan tienen la posibilidad de convivir con sus costumbres y estilo de vida. Vecina a Holbox está la isla de los Pájaros, llena de flamencos rosas, pelícanos, ibis, corvalanes, gaviotas, garzas. El grupo Puhac construyó allí un puesto de observación de aves para que los visitantes no las molesten ni alteren su medio.
Pero el boom turístico en el Caribe mexicano, que tantos desajustes ha causado, llegó también a Holbox. Hace 20 años tenía 947 habitantes y hoy cuenta con cerca de mil 400, crecimiento explosivo que de continuar causará serios problemas, pues los desarrolladores quieren aprovechar hasta el último espacio de la isla sin medir las consecuencias en el ambiente y el entorno social. Para ello acaparan las mejores tierras de la franja costera, con el propósito de levantar hoteles y servicios conexos. Al liberarse el régimen de tenencia ejidal, vender lotes frente al mar es un próspero negocio en dólares. Los ejidatarios no miden las consecuencias negativas que ocasiona el aumento de la población y el flujo masivo de visitantes traídos por los tiburones del turismo internacional bajo el concepto all inclusive. Por fortuna hay también inversionistas que buscan edificar pequeños sitios de descanso, construidos con materiales de la zona, en armonía con el medio y que incluyen la participación de la comunidad para que se beneficie de los recursos que genera el turismo. Además, no ponen en peligro la sustentabilidad del lugar, cuyos recursos son limitados. El agua potable y los productos de consumo generalizado provienen de la zona continental. El acuífero local es de "vulnerabilidad extrema a la contaminación", sin que existan medidas para protegerlo. Por ejemplo, un sistema de recolección y tratamiento de basura. Esta se tira a cielo abierto.
La isla, al igual que la mayoría de las áreas costeras del país, no tenía delimitada la zona marítima federal terrestre. Afortunadamente ahora se tiene ese valioso instrumento que, de observarse, ayudará a no repetir la triste historia de la ocupación desmedida y anárquica de la franja costera Cancún-Tulum.
Pero los depredadores con frecuencia le ganan la carrera a las autoridades. Un ejemplo es el hotel Villa Paraíso del Mar, que con capital español comenzó a levantarse hace unos meses, para lo cual trajeron más de 100 albañiles fuereños. La obra fue clausurada recientemente por la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, por diversas irregularidades en la construcción. Los lugareños cuestionan negocios turísticos como el citado, pues por su tamaño son una agresión al paisaje y porque su concepto de all inclusive aprovecha al máximo el entorno y deja migajas a la comunidad.
Holbox es una de las joyas de la reserva natural Yum-Balam y como tal debe cuidarse. Lamentablemente carece de los elementos mínimos de ordenación territorial y de desarrollo urbano, básicos en la actividad turística no depredadora. Ni siquiera existe un reglamento de construcción con normas mínimas sobre densidades, destino de las áreas (en especial las costeras), estilo arquitectónico, altura máxima, vegetación ornamental y áreas comunes y de recreación. Si a lo anterior añadimos que, a pesar de ser una área natural protegida, aún no cuenta con su plan de manejo y es escasa la presencia de las instancias ambientales federales, se entenderá por qué hoy está a merced de las leyes del mercado y del turismo depredador. No se requiere ser adivino para saber quiénes saldrán perjudicados y cuáles serán los costos naturales y sociales. Mas se está a tiempo de salvar la hermosa isla, de garantizar su sustentabilidad y evitar su deterioro y corrupción, de no repetirse los lamentables errores que se cometieron y se cometen en áreas cercanas. En Holbox las autoridades no pueden dejarse vencer otra vez por los depredadores.