CLAROSCUROS DEL OPTIMISMO PRESIDENCIAL
Ayer,
en un encuentro con la comunidad judía mexicana, el presidente Vicente
Fox hizo un recuento optimista de sus casi dos años de gobierno
y delineó un panorama auspicioso para el futuro inmediato de la
nación. En su discurso, el mandatario destacó el "cambio
exitoso, un cambio con paz social y con estabilidad económica y
política" que, afirma, ha tenido lugar desde que asumió su
cargo, y celebró que actualmente México es "comentado" como
un país "plenamente democrático, más próspero
y más justo".
Para reforzar sus palabras, Fox hizo alusión a
la difícil situación por la que atraviesan otros países,
y con ello dio a entender que fueron las políticas emprendidas por
su administración las que previnieron que México se sumara
a la debacle económica, política y social que experimentan
varias Naciones de América Latina.
La realidad no se pliega por completo al molde del optimismo
presidencial. Un breve repaso a datos y acontecimientos recientes basta
para apreciar los claroscuros que perturban el escenario de éxitos
que el primer mandatario ofrece a la ciudadanía. En primer término,
cabría citar el análisis dado a conocer hace dos semanas
por el propio gobierno federal sobre la medición de la pobreza en
México: según cifras de Secretaría de Desarrollo Social
más de la mitad de los población del país es pobre
y casi una cuarta parte de los mexicanos no percibe ingresos suficientes
para cubrir sus necesidades alimentarias.
Por otra parte, el Banco de México informó
ayer que el déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos
ascendió en el segundo trimestre del año a 3 mil 500 millones
de dólares, mientras que las remesas enviadas al país por
los mexicanos radicados en Estados Unidos sumaron en el mismo periodo dos
mil 578 millones de dólares. Salta a la vista que sin las aportaciones
de los connacionales en el extranjero -es decir, considerando solamente
las divisas captados directamente por las empresas y personas establecidas
en territorio nacional-, el saldo negativo de la cuenta corriente habría
sido mucho mayor, circunstancia capaz en sí misma de por lo menos
atenuar el optimismo en materia macroeconómica pregonado desde el
gobierno federal.
Finalmente cabría aclarar que lo que el presidente
llama "ruido" que impide "calibrar" la situación nacional es, en
buena medida, el clamor de numerosos sectores económicos, políticos
y sociales que, con sus diversos acentos, intereses y perspectivas, manifiestan
su preocupación o su abierto rechazo por la forma en que se ha conducido
el país en los dos años de gobierno foxista.
La pluralidad de voces, el disentimiento público
ante las políticas oficiales y la denuncia de los errores y atropellos
cometidos por las autoridades son manifestaciones de desarrollo democrático
que no deberían ser minimizadas.
Los mexicanos aspiran a un futuro más justo que,
a la par que brinde mayores oportunidades de desarrollo personal y social,
preserve el patrimonio nacional e individual y afirme la legalidad, la
solidaridad y el desarrollo democrático. Por el es de desear que,
más allá de las manifestaciones de optimismo que todos los
ciudadanos quisieran compartir, el presidente Fox ofrezca ante la sociedad,
en su próximo informe de gobierno, un diagnóstico realista
de la problemática nacional en el que, abandonando el triunfalismo
-veraz o prefabricado- se muestren con claridad tanto los retos, las oportunidades,
los logros y los rezagos de México como las estrategias oficiales
para hacerles frente.