TOROS
Ambos cumplieron 55 años de haber fallecido
en el ejercicio de su vocación
Manolete y Joselillo: dos figuras de
los ruedos que en la muerte comienzan a envejecer
Canceló la XEW su transmisión desde la
Monumental Plaza Muerta
LUMBRERA CHICO
No cabe duda: los muertos también envejecen. El
jueves de la semana pasada, Manuel Rodríguez Manolete cumplió
55 años de haber sido herido en la femoral por Islero de
Miura, al que le cortó las orejas y el rabo al matarlo de un volapié,
y de haber entrado en la enfermería de la plaza de Linares, en el
sur de España, desangrándose a causa de una herida gravísima
que, sin embargo, hoy podría ser fácilmente reparada por
los médicos.
Pero
al transcurrir cinco décadas y un lustro desde el histórico
momento en que, gangrenada la pierna, invadido por una septicemia fulminante
y cubierto con zarrapastrosos capotes de brega con los cuales intentaron
en vano aliviarlo del frío originado por la fiebre, el Monstruo
de Córdoba falleció a las cinco de la mañana del 28
de agosto de 1947.
Nadie recordó esta vez la efemérides.
La desaparición del torero que más ha conmovido
a la afición mexicana de todos los tiempos -aparte de establecer
un hito, según el cual la historia de la fiesta brava se divide
en un antes y un después de él-, tuvo una réplica
no menos dolorosa en nuestro país.
Porque en 1947, igualmente, víctima de una cornada
mal atendida, murió el novillero mexicano José Laurentino
López Joselillo, que había sido cornado en una pierna
por el toro Ovaciones de Santín, durante un festejo en la
Monumental Plaza México y, pese a que el equipo médico encabezado
por los doctores José Rojo de la Vega y Tirso Cascajares lo operó
con éxito, antes de trasladarlo al Sanatorio Español, jamás
consiguió recuperarse completamente de la lesión.
Joselillo abandonó el hospital por su propio
pie, sin hallarse totalmente curado aún, y se trasladó a
su domicilio para continuar su convalecencia. La terapia, según
los usos y recursos de entonces, consistía en baños de agua
caliente y masajes para devolverle flexibilidad a los músculos.
Idolo en potencia, con enorme porvenir, el novillero se entregó
al tratamiento con ejemplar disciplina.
Una tarde, no obstante, al salir de la clínica
donde lo trataban, Joselillo se dirigió a un banquete en
el restaurante taurino El Taquito, en la calle de El Carmen, en el centro
de la capital, y de pronto se sintió mareado y con jaqueca. Antes
de que pudiera explicar la naturaleza de su malestar cayó desmayado.
Fue conducido de nuevo al hospital y poco después moría.
Los médicos descubrieron que un coágulo de la herida se le
fue al cerebro y eso fue todo.
¿Alguien conmemoró el quincuagésimo
quinto aniversario luctuoso de Joselillo? Tampoco. La memoria, recipiente
esencial de una tradición tan antigua como la fiesta brava, olvidó
esta vez rendir homenaje a dos figuras caídas en el terrible ejercicio
de su vocación.
Ya vienen los niños toreros
El pasado lunes, esta página se refirió
al alevoso comportamiento del locutor de la XEW que domingo a domingo narra
para el auditorio de La Voz de la América Latina, los "extraordinarios"
incidentes que, según él, ocurren en la arena de la Monumental
Plaza Muerta, pero no suceden, ni de lejos en la realidad, lo que constituye
un descarado fraude en perjuicio del público radial y una amenaza
para los anunciantes que patrocinan tal espacio "informativo".
Ayer, en un acto de justicia poética, la W mandó
a la banca al timador, para transmitir, en cambio, el segundo Informe del
Presidente de la República. La Plaza Muerta, de este modo, sufrió
un absoluto aislamiento electrónico, por el cual, excepto los mil
despistados que entregaron su dinero en las taquillas del cementerio que
regentea el Doctor R, nadie estuvo al tanto del atraco en contra de la
fiesta que allí volvió a ser perpetrado.
Lo bueno es que, dentro de dos semanas, el lunes 16 de
septiembre, volverán al coso de Mixcoac los niños toreros
de la cuadra de Pepe San Martín, que tanto alboroto desataron a
raíz de su presentación en aquel sitio. Tiempo habrá
para reseñar los preparativos de su retorno.