Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 2 de septiembre de 2002
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Editorial
ANACRONISMO Y COHABITACION

El presidente Vicente Fox llegó a su segundo Informe de Gobierno con muestras de una clara influencia priísta en las formas y en los contenidos: la vieja retórica de logros monumentales y trascendentes, pero poco verosímiles, así como el sostenimiento contra viento y marea -y a costa de una fractura indeseable en la Cámara de Diputados- de un formalismo presidencialista en el que sólo cuentan la voz del mandatario en turno y la de quien, desde el Poder Legislativo, responde a su mensaje político.

El maridaje PRI-Fox, que en días pasados se hacía evidente en los tratos y los pactos del jefe del Ejecutivo con el presidente y la secretaria general de ese partido, Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo, respectivamente, terminó por incluir a Beatriz Paredes, aún presidenta de la mesa directiva de la Cámara de Diputados en virtud de las actitudes excluyentes de Acción Nacional, que anteayer reventó cualquier posibilidad de acuerdo para renovar con sentido plural los órganos de gobierno de esa instancia legislativa.

La obsecuente y acrítica respuesta de Paredes al mensaje presidencial, así como el menosprecio con que la legisladora se refirió a la minoría perredista que abandonó el recinto de San Lázaro en protesta por las maniobras del PAN y el oportunismo del PRI, evidenciaron posturas y actitudes muy alejadas de una oposición política real y cercanas, por el contrario, a una fuerza política en situación de cogobierno o, como dicen los franceses, de cohabitación en el poder.

En cuanto al mensaje al Congreso de la Unión ofrecido anoche por el titular del Ejecutivo, resulta desolador constatar su semejanza con los discursos en los que una vez al año los mandatarios priístas expresaban su triunfalismo, su autocomplacencia y su distancia con respecto al país real. Algunos botones de muestra: al comienzo de su alocución, Fox se refirió a logros que difícilmente pueden encontrarse fuera de los escritorios de sus colaboradores, como un supuesto aumento de puestos de trabajo, el inicio de una recuperación salarial o el medio billón de pesos en inversiones en infraestructura.

En materias de separación de poderes, de acotamiento al poder presidencial y de respeto al federalismo y a los municipios, los dos primeros años del sexenio actual han reportado avances y mejorías, pero el Ejecutivo federal no debiera arrogarse el crédito de tales éxitos, que corresponden, en cambio, a las condiciones políticas contemporáneas de la sociedad mexicana. Ha de anotarse, asimismo, la aprobación de la Ley de Transparencia y Acceso a la Información y la creación de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado como logros del actual régimen. Es cierto, también, que la alternancia en el poder no se ha traducido en una crisis económica catastrófica -como las que producían los recambios entre presidentes priístas-, pero en estos dos años el grupo gobernante no ha logrado sacar a la economía de su estancamiento.

Por lo demás, el actual gobierno no puede ofrecer buenas cuentas en los ámbitos de salud, combate a la pobreza, educación, derechos humanos, respeto a los indígenas o polí- tica exterior. En materia de esclarecimiento de la corrupción en el pasado reciente, el presidente Fox pareció atenuar anoche el cumplimiento de esa su obligación legal, al ofrecer a los priístas, en un lenguaje elíptico, que no habrá "ajuste de cuentas", "excesos" ni "venganzas" en la investigación de los delitos perpetrados desde el poder público en administraciones anteriores.

La clase política del país ofreció anoche, en suma, un espectáculo desolador, por cuanto significó una persistencia en los ritualismos presidencialistas del pasado, y en la medida en que pareció contraponerse con el mandato de cambio emitido por la sociedad el 2 de julio de 2000. Los ciudadanos que siguieron la ceremonia pudieron constatar que muy pocas cosas -salvo las siglas del partido gobernante- han cambiado de entonces a la fecha.
 

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