REPORTAJE /GUERRA
SUCIA EN EL MAGISTERIO
Testimonio de la represión a la disidencia hidalguense
Jonguitud, ''sangriento''; Gordillo, ''cruel y refinada''
Pedro Palma murió en una marcha emboscada por gatilleros
enviados por caciques de Hidalgo y el ex líder potosino, denuncia
Roberto Meza. ''Si no hubo más muertos fue porque no nos dejamos''
CLAUDIA HERRERA BELTRAN
El magisterio disidente de Hidalgo vivió en 1982
uno de los peores episodios de represión en su historia. El maestro
Pedro Palma fue asesinado y seis docentes más resultaron heridos
durante una marcha mayoritariamente femenina, que fue ''emboscada'' por
pistoleros de caciques estatales y del entonces dirigente del gremio, Carlos
Jonguitud Barrios.
A
partir de entonces, afirma Roberto Meza, quien encabezó durante
tres años un comité ejecutivo alterno en la sección
15 de Hidalgo, eran comunes los enfrentamientos con ''pandilleros'' enviados
por Jonguitud, las casas de representantes magisteriales baleadas y, cuando
Elba Esther Gordillo fue secretaria general del gremio, los ceses masivos
de maestros.
''Si no hubo más muertos fue porque no nos dejamos'',
afirma en entrevista el maestro de primaria, quien participó en
las movilizaciones estudiantiles del 68 y en los noventa fue diputado local
por el desaparecido Partido Auténtico de la Revolución Mexicana.
Al rememorar aquella época, concluye que las agresiones
contra los maestros hidalguenses no fueron gratuitas. Después del
asesinato de Misael Núñez Acosta, originario de Chapulhuacán,
Hidalgo, los maestros simpatizantes de la disidente Coordinadora Nacional
de Trabajadores de la Educación (CNTE) en la entidad se ''radicalizaron'',
inclusive bautizaron con el nombre de Misael el local sindical que arrebataron
a los institucionales tres años.
Los ataques a maestros hidalguenses son ''historia vieja'',
dice Meza, quien lo atribuye a que ''Hidalgo siempre ha sido un estado
de caciques. Hasta la fecha no ha habido gobernadores que no sean caciques
y que no hayan manejado a golpeadores sindicales en todos los municipios
para aplacar a los maestros''.
Las protestas de los profesores de la sección 15
datan de principios de los setenta, cuando todavía no se fundaba
la CNTE. Durante la presidencia de Luis Echeverría, el local sindical
fue asaltado ''a mano armada'' por enviados de Jonguitud cuando éste
le quitó el poder a Manuel Sánchez Vite, entonces dirigente
del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).
Con la llegada de Jonguitud, en 1972, se inició
una ''era sangrienta'' en el sindicato, pues recurrió a todas las
formas de control para mantener su poderío. ''Fue un cacique sangriento
desde siempre; tenía hampones y matones que estaban dispuestos a
matar al que se les ponía enfrente''.
Pistoleros contra Pedro Palma
A principios de los ochenta, los maestros de Hidalgo formaron
su Consejo Central de Lucha (CCL) -una de las estructuras de la CNTE- y
encabezaron incontables protestas con tres exigencias fundamentales: un
''escalafón limpio'' -que los maestros ocuparan los puestos y no
los recomendados-, democracia sindical e incremento salarial.
El clímax de las manifestación se vivió
el 15 de febrero de 1982. Los recuerdos de la marcha que marcó la
historia de la movilización en Hidalgo todavía están
frescos en la memoria de Meza.
''Fuimos en una manifestación a exigirles democracia
sindical a los charros vanguardistas, encabezados por Ernesto Ordaz
Labra, entonces secretario general de la sección y actualmente director
general de primaria en el Instituto Hidalguense de Educación. La
asamblea había tomado la decisión de ir al edificio que estaba
en la calle de Torres Cravioto, en la colonia Doctores. Eran más
de 5 mil compañeros, básicamente mujeres.
''Antes de llegar al lugar nos avisaron que gente de Ordaz
Labra y pistoleros de Jonguitud estaban esperándonos en los parques
y en las azoteas. Pero los maestros ya habían tomado su decisión
y siguieron en marcha. Al llegar al edificio nos recibieron a balazos.
Hubo siete heridos, uno de ellos Pedro Palma, que era maestro de educación
indígena del valle del Mezquital.
''El maestro Palma se había escondido tras un montón
de arena, pero la bala le atravesó el cuello. De inmediato lo trasladamos
a México y estuvo agonizando un mes, hasta que falleció (20
de marzo de 1982). Está enterrado en su pueblo, San Juanico, en
el municipio de Ixmiquilpan, Hidalgo".
Según las crónicas periodísticas
de la época, que mostró el propio Meza, algunos docentes
de la disidencia también efectuaron disparos, pero no en la cantidad
ni del calibre que salían de las azoteas, detonaciones de las que
quedaron pruebas, porque llegaron a estrellarse en árboles y jardineras
del Parque Hidalgo.
''Después de la refriega nos regresamos al gobierno
del estado, fuimos a dejar a los lastimados al ISSSTE y ahí supimos
que había judiciales heridos y que eran de San Luis Potosí,
del estado de Jonguitud'', rememora el docente.
Tras ese enfrentamiento, los trabajadores de la educación
de Hidalgo nombraron un comité ejecutivo paralelo, que Meza presidió
tres años, y que sobrevivió resistiendo los embates de los
institucionales en la entidad y de Jonguitud desde el centro del país.
''En ese tiempo fuimos víctimas de muchas agresiones.
Mi casa fue balaceada por los charros en 1983, y eran habituales
las quejas de maestros golpeados por enviados de Miguel Angel Islas Chío,
que era secretario general de la sección y ahora es secretario de
Educación de Tlaxcala.
''Los golpeadores de Islas Chío nos retenían
maestros y nosotros también lo hacíamos con los suyos. A
veces nos llegaban charros de otros estados. Los teníamos
que retener para que nos devolvieran maestros que habían secuestrado.
De todas las agresiones levantábamos averiguaciones previas, pero
ni nos daban copia. Había complicidad del gobierno del estado'',
encabezado entonces por Guillermo Rosell de la Lama.
''Las maestras rurales también eran seguidas por
pistoleros cuando iban a sus comunidades, y tenían que defenderse
como podían; había algunas que hasta cargaban una pistola
en su bolso. Fue una época marcada por la sangre y la persecución''.
Para dar cuenta de la fuerza que tenían los grupos
disidentes, refiere que los institucionales decían que en la sección
había 33 mil maestros, aunque 5 mil eran aviadores. ''De
ellos nosotros éramos 12 mil 300 y lo digo con seguridad, porque
hicimos un congreso que fue certificado por notario''.
Los ceses masivos con Elba
Con la caída de Jonguitud y el nombramiento de
Elba Esther Gordillo como secretaria general del SNTE cambiaron las tácticas
de represión, según comenta el profesor. ''Fue más
cruel y refinada, porque cesaba a los maestros y los dejaba sin comer''.
La represión, comenta, se volvió administrativa,
y empezaron los despidos masivos. ''Pero nosotros nos movilizábamos
y reinstalábamos a los compañeros por la vía de acuerdos
con el gobierno estatal y con el Instituto Hidalguense de Educación.
''Sin embargo hubo cesados por miles. Creo que nosotros
no tuvimos desaparecidos ni muertos como en Oaxaca y Chiapas, porque no
nos dejamos. Los institucionales sabían que si nos buscaban nos
íbamos a defender''.
A consecuencia de esta táctica de despidos masivos,
el movimiento se fue desgastando. ''Cesaban a compañeros de una
delegación completa. A los maestros de la secundaria federal número
2 de Pachuca, un año les suspendieron el salario y los padres de
familia los siguieron manteniendo, porque había apoyo popular''.
Fue una larga lucha de resistencia en la que los disidentes
en ocasiones respondieron con la misma moneda a los institucionales. "Fue
cuando empezaron las expulsiones mutuas. Si había maestros democráticos
en una zona los corrían de su trabajo y si había maestros
charros nosotros también los expulsábamos, pero no
podíamos hacer mucho, porque ellos tenían la fuerza".
En esa época, cuando Gordillo era lideresa del
SNTE, el secretario general de la sección 15 de Hidalgo era Roberto
Cerón Sánchez, quien -según Meza- aplicó una
supuesta estrategia de diálogo con los disidentes, pero que terminó
fracasando porque fue una ''farsa''.
Como parte de las promesas de Cerón se agregaron
cinco carteras al comité ejecutivo seccional y se asignaron a los
disidentes, que las aceptaron. Según Meza no les quedó otra
alternativa que sumarse, porque la violencia era muy fuerte en las escuelas
y en las comunidades. ''Poníamos en riesgo nuestro trabajo y nuestra
vida.
''Pero esa estrategia no duró ni dos meses, porque
no nos dejaron trabajar. Eran puestos simbólicos, y tuvimos que
renunciar y seguir recurriendo a los mitines y marchas para que nos atendieran''.
A consecuencia de ese experimento, de las divisiones internas
y de la continua represión al movimiento disidente de la sección
15 de Hidalgo, siguieron el declive y la desaparición del comité
ejecutivo alterno, pero para la historia del SNTE esa época quedó
inscrita como de represión.