MEXICO-CUBA: NUEVOS DESFIGUROS
La
orden de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) de cancelar
los festejos patrios que tradicionalmente celebra la representación
diplomática de nuestro país en La Habana, y por extensión
todas las actividades culturales, recreativas y protocolarias bilaterales
asociadas al 15 de septiembre, constituye una nueva expresión del
deterioro de la diplomacia mexicana del gobierno de Vicente Fox y un dato
sobre la manera en que el canciller Jorge G. Castañeda convierte
sus fobias personales en lineamientos de política exterior.
La carta distribuida por la embajada mexicana en Cuba
el viernes pasado no deja lugar a dudas: la SRE -señala la legación
diplomática-"nos ha indicado no organizar ni participar en celebración
alguna con motivo de las fiestas patrias". El argumento ideado por Tlatelolco
para explicar la cancelación de varios de esos festejos en función
de la austeridad presupuestal resulta desmentido por el hecho de que en
La Habana varias empresas privadas se habían comprometido ya a sufragar
los gastos principales de las celebraciones.
En tales circunstancias, la orden a la representación
que encabeza Ricardo Pascoe de no festejar el 15 de septiembre no sólo
es un agravio innecesario al gobierno de Fidel Castro sino, sobre todo,
un insulto para los cubanos y mexicanos que habían programado un
sinnúmero de actividades en torno de esa fecha y una ofensa injustificable
al pueblo de Cuba en su conjunto.
Cabe preguntarse ahora si la "política exterior
para los nuevos tiempos", a la que se refirió el presidente Fox
en su segundo Informe, conlleva la labor de zapa sistemática a tradiciones
de amistad y hermandad como las que vinculan a cubanos y mexicanos, y si
la cancelación de exposiciones de pintura y cerámica, de
fiestas y colocación de ofrendas florales -por no hablar del boicoteo
de actividades culturales conmemorativas de nuestra independencia, que
los cubanos mantendrán, pese a todo- resultan maneras adecuadas
de "promover y defender, con congruencia y firmeza, los intereses de México
y los derechos de las y los mexicanos en el extranjero".
Es tiempo de que el titular del Ejecutivo se dé
cuenta de hasta qué punto Castañeda ha convertido la dependencia
que dirige en un instrumento de sus desfiguros ideológicos y pasionales
y cuánto daño hace con ello al gobierno al que dice servir,
a la tradición diplomática nacional y al país en su
conjunto.