Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 10 de septiembre de 2002
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Contra
Toledo, perenne luchador social

El pintor rehúye protagonismos: ''A mí me llaman y yo me pongo al frente''

BLANCHE PETRICH ENVIADA

Oaxaca, Oax., septiembre. Un día, Francisco Toledo, el pintor, acudió al ayuntamiento de la ciudad de Oaxaca para pedir una credencial de inspector. ¿Inspector de qué? "De la ciudad, naturalmente". En esa época le había dado por deambular de noche, especialmente los sábados, por los rincones del Centro Histórico de esa capital como velador solitario, guardián de las bellezas ocultas de la ciudad de cantera verde.

"Por aquello de los sabadazos -explica-. Es cuando no hay vigilancia y entonces la gente aprovecha para hacer construcciones fuera del reglamento. Muchas de las demoliciones y las remodelaciones ilegales en los interiores se hacen de noche, cuando uno se va a dar cuenta es que ya están sacando y metiendo el material de construcción. Por eso la belleza de la ciudad ya es la pura fachada. Muros adentro no queda casi nada de las construcciones originales."

Se alza de hombros. "No me dieron la credencial, naturalmente". Hasta parece genuino su pesar, antisolemne en todo lo que hace o dice.

"Aunque pensándolo bien, más me gustaría tener una estrella, de esas como de sheriff. Cualquier cosa fea que yo viera que están haciendo por ahí, los atajaba. A ver, ése módulo tan feo me lo van quitando; esos anuncios espantosos aquí no, por favor, circulando, circulando."

-¿Qué hubieras hecho con tu estrella de sheriff?

-Amedrentar.

Y se ríe.

-No tienes estrella, pero sí protestas, sí te opones a la destrucción.

-Pero con cartas. Es más fastidioso y toma más tiempo, hay que hacer muchos trámites.

Con o sin su charolota de policía del lejano oeste -''tal vez me haga una, de cartón'', sigue su juego- el pintor ha demostrado desde hace décadas que su batalla por la preservación del patrimonio cultural de Oaxaca puede tener victorias. Y no menores. Así, el gran tímido de la vida cultural mexicana, el personaje antientrevista, el esquivo Toledo, asume el papel de líder cívico.

"Pero no son brillantes ideas mías. Son de otros. A mí me llaman y yo me pongo al frente", dice. Como suele ser, rehúye el protagonismo.

Hamburguesas contra tlayudas

Ahora es la figura principal en la batalla de las hamburguesas McDonald's contra las tlayudas. "Todavía estaba en Los Angeles -donde radicó el año pasado-; alguien me avisó que el McDonald's quería poner una sucursal en los portales del zócalo. Cuando regresé a Oaxaca el Patronato Pro Defensa y Conservación del Patrimonio Cultural y Natural del estado de Oaxaca (ProOax, que él fundó) y otros ya estaban organizados. A mí sólo me dijeron: fírmale aquí. Y le firmé".

No es tan así. A lo largo de los años, desde los setenta, Toledo ha hecho compartir su universo creativo con el compromiso social. Parece que vive en las nubes, pero lee los periódicos diario. No hilaría jamás un discurso pero hace política a su manera. Su presencia, la melena al aire y sus camisas de algodón que jamás conocieron la plancha, garantizan una fuerte respuesta social a las campañas que emprende: luchas campesinas, derechos humanos, defensa de la naturaleza o la cultura.

Ahora toca luchar contra la expansión de la empresa de fast food.

"No somos antinorteamericanos. Es una tontería interpretarlo así. Pero sí es ponerle un límite a las empresas de Estados Unidos. Nos oponemos al McDonald's por muchas razones que circulan profusamente en Internet, por la mala calidad de sus alimentos, por la contaminación que generan con tanta basura, por el daño que causa su producción a los bosques y porque rompen con la armonía arquitectónica del zócalo. Sólo pedimos respeto a ese entorno. En Oaxaca hay un McDonald's en otra colonia. La ciudad tiene zonas de crecimiento donde se puede hacer de todo. Se pueden ir ahí como se han ido a cualquier lugar del mundo. De hecho, no hay un solo lugar que se escape de ellos. Pero en el zócalo no".

La tamaliza que organizaron los activistas de ProOax hace un par de domingos, en la plaza central, permitió a esta nueva campaña saltar las fronteras y atraer la atención de la prensa internacional. Ahí estuvo el pintor, repartiendo las delicias de la gastronomía oaxaqueña a cambio de una firma en pronunciamiento de protesta.

"Algo le aprendimos a los políticos del PRI ¿verdad? Jalar gente para una causa regalando cosas, tamales o lo que sea. Bueno, no tanto, porque ese día logramos juntar 7 mil firmas y no eran 7 mil tamales. O sea que no todos firmaron a cambio de un tamal. No, en serio, creo que lo que se vio ese día es que la ciudadanía está dispuesta a apoyar las ideas con las que se identifica."

Toledo como líder cívico

-¿Qué es lo que convoca a la gente a salir a dar estas luchas? ¿Toledo, el nombre, el pintor? ¿La defensa del patrimonio cultural de la ciudad?

-En ProOax somos unas 30 personas. Es un trabajo de equipo. Pero no sé qué tanto convocamos. Todavía no nos ha tocado hacer una verdadera demostración de fuerza.

La ciudadanía en Oaxaca ha demostrado que tiene algo qué decir sobre su capital; en varias ocasiones ha ganado batallas para la preservación del entorno. Y siempre Toledo, gustoso, ha encabezado las acciones públicas, se ha puesto en primer lugar entre los abajofirmantes, se ha involucrado. El, sin embargo, no parece convencido de que la sociedad oaxaqueña sea ejemplo de conciencia ciudadana y movilización.

"Hay simpatía de la gente, hay logros, claro, hay actitudes alentadoras. Pero no creas, es sólo por momentos. A muchos no les gusta lo que hacemos. En la prensa local se nota mucho. Algunos periodistas apoyan, algunos diarios publican cartas, tienen una participación importante. Pero otros no. Hay quienes atacan. A veces con mucha virulencia."

Y vaya que si lo atacan. A pesar del enorme prestigio internacional de Toledo, considerado como el número uno de los pintores mexicanos vivos, sin duda el que más se cotiza en los mercados del arte, algunas plumas locales y algunos cartonistas suelen denostarlo. Le han llamado "cacique cultural" y "patriarca de pintores". El pintor no es insensible a esos ataques:

"A veces oigo que en la calle me gritan: '¡Juchiteco, vete a Juchitán a cuidar cochinos!' O me dicen que soy un hombre sucio. Insisten en eso. Será porque salgo con la ropa manchada de pintura ¿pensarán que me eché los moles encima o qué?" Aunque bromea, la mirada de Toledo se ensombrece. Se le ve profundamente herido. Cuesta trabajo arrancarlo de ese silencio.

-Sin embargo, te involucras.

-Sí. Me llaman y voy.

-¿Te gusta?

-Me inquieta. Y me da miedo.

Con tirabuzón ofrece explicaciones: se ha acordado de otras amenazas, otras agresiones. Juchitán, en los setenta, en los años de las luchas de la Coalición Obrera, Campesina y Estudiantil del Istmo (Cocei) contra los caciques priístas, la militarización, los enfrentamientos, los muertos. Pero también del florecimiento cultural, el activismo en la Casa de la Cultura, la revista Guchachi´Reza, donde se mezclaba la denuncia -la campaña por la aparición con vida del maestro Víctor Pineda, por ejemplo- con la reflexión política desde la izquierda y la creación artística.

"Hacíamos cosas que no se hacían en esas épocas. Invitábamos a dar pláticas a doña Rosario Ibarra, a Carlos Monsiváis, que eran los subversivos de la época; a otros, como Eraclio Zepeda, Arturo Warman, gente que ya no está de este lado. Y había represalias."

En 1983 un trío de istmeños, Toledo, el fotógrafo Rafael Doniz y el poeta Víctor de la Cruz, fueron atacados a machetazos. La agresión fue interpretada en ese momento como una represalia por su participación política con la oposición regional.

Lo tangible y lo intangible

"No permitamos -dice la proclama de ProOax contra la trasnacional- que una cadena de hamburguesas grasosas que deterioran nuestro ambiente y nuestra cultura siente ahora sus reales en ese mismo espacio que todos queremos dignificar."

A partir de esa campaña se prepara la instalación de un foro de análisis para la defensa del patrimonio cultural tangible e intangible, con la participación de autoridades federales, estatales y municipales, representantes de la sociedad civil, cámaras empresariales, universidades y partidos políticos.

Toledo es participante en este foro:

"Hay toda una discusión: hay quienes tampoco quieren a los mariachis en los portales porque desentonan y no tocan música romántica de Oaxaca; hay quienes quieren movilizarse contra los juguetes chinos de plástico, porque no son artesanía de nuestra gente; hay quienes pretenden que en los restoranes del centro sólo se sirva comida oaxaqueña. Son defensores de la pureza de la oaxaqueñidad. No, no lo pongas así que parece que me estoy burlando y no es así, lo respeto."

Desde luego, no es el cambio del mundo y del paisaje que lo rodea lo que le disgusta del proyecto de la franquicia McDonalds. "¿Te imaginas los cambios que he visto en esta calle a los 62 años?"

Esa calle es la del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, el Iago, frente al maravilloso convento de Santo Domingo. Cuando Toledo conoció esta calle el convento dominico, hoy entre las grandes y más novedosas estrellas de la museografía mexicana, era un cuartel militar y la casa del Iago era una vecindad, un laberinto de viviendas para trabajadores de los diversos oficios que servían a los soldados.

La casona colonial fue luego su casa, su universo familiar. En el patio sombreado aprendieron a caminar sus hijos Laureana y Jerónimo. Hoy es un espacio abierto al público, un foro, un lugar con vida propia. En las mañanas las mesas de madera rústica están ocupadas por estudiantes que consultan textos de la biblioteca.

Este sábado tibio, en una esquina una mujer da clases de italiano. En otra un grupo de adolescentes cuchichean. En otra un joven de lentes se ha perdido en las páginas de un libro. Desde ahí se mira parte de la exposición temporal de grabados Mar de líneas del ruso-mexicano Vlady. La noche anterior se presentó una revista. Esa tarde habrá una tertulia literaria.

Llega Guille, la encargada de mantener limpio y bello este patio custodiado por una selecta variedad de cactáceas. Trae unos cafés que comparte el pintor. El fotógrafo Ezequiel Leyva le pide que pose entre los cactos. Pese a sus pucheros, Toledo accede y se pincha una nalga. La entrevista ya se le hace larga a este hombre de pocas palabras así que corre por algunos volantes, saca personalmente fotocopias, viene y va.

La luz en otra parte

Vuelve al tema del zócalo, ese cuadrilátero arbolado que semana a semana atestigua alguna protesta; el pulso de una sociedad combativa y siempre en conflicto. Los graffiti y la vida turística de por sí distorsionan las calles y las costumbres. Entre las mesas de los portales las niñas indigentes ya no venden peines de madera ni rebozos, sino palitos botaneros y abrecartas, cosas de la mercadotecnia más elemental. Pero con todo, sigue siendo un zócalo de provincia, con otro ritmo bajo los laureles, con personajes irrepetibles tomando el fresco y dejando correr el tiempo desde las bancas de hierro forjado. Ahí descansaba hace no mucho Rodolfo Morales, otro grande de la pintura. Ya no está. Tampoco quedan las ardillas que alguna vez lo poblaron.

Esta plaza techada de ramas, condominio de pájaros, ha de haber lucido muy diferente en los años cincuenta. "Claro, sin tiendas, sin restoranes, sin artesanías. Pero era la misma armonía de los edificios, de los arcos, los portales. Dicen que el lugar tiene magia, que es sagrado. Yo no sé. Llegué aquí de Juchitán a los 13 años. Creo que esta ciudad fue mi primera lección de arte."

Llegó de su natal Juchitán, dice, aunque como Agustín Lara, que eligió como sitio de nacimiento Tlacotalpan, Toledo vio la primera luz en otra parte.

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