Toledo, perenne luchador social
El pintor rehúye protagonismos: ''A mí me
llaman y yo me pongo al frente''
BLANCHE PETRICH ENVIADA
Oaxaca, Oax., septiembre. Un día, Francisco
Toledo, el pintor, acudió al ayuntamiento de la ciudad de Oaxaca
para pedir una credencial de inspector. ¿Inspector de qué?
"De la ciudad, naturalmente". En esa época le había dado
por deambular de noche, especialmente los sábados, por los rincones
del Centro Histórico de esa capital como velador solitario, guardián
de las bellezas ocultas de la ciudad de cantera verde.
"Por aquello de los sabadazos -explica-. Es cuando
no hay vigilancia y entonces la gente aprovecha para hacer construcciones
fuera del reglamento. Muchas de las demoliciones y las remodelaciones ilegales
en los interiores se hacen de noche, cuando uno se va a dar cuenta es que
ya están sacando y metiendo el material de construcción.
Por eso la belleza de la ciudad ya es la pura fachada. Muros adentro no
queda casi nada de las construcciones originales."
Se alza de hombros. "No me dieron la credencial, naturalmente".
Hasta parece genuino su pesar, antisolemne en todo lo que hace o dice.
"Aunque pensándolo bien, más me gustaría
tener una estrella, de esas como de sheriff. Cualquier cosa fea
que yo viera que están haciendo por ahí, los atajaba. A ver,
ése módulo tan feo me lo van quitando; esos anuncios espantosos
aquí no, por favor, circulando, circulando."
-¿Qué
hubieras hecho con tu estrella de sheriff?
-Amedrentar.
Y se ríe.
-No tienes estrella, pero sí protestas, sí
te opones a la destrucción.
-Pero con cartas. Es más fastidioso y toma más
tiempo, hay que hacer muchos trámites.
Con o sin su charolota de policía del lejano
oeste -''tal vez me haga una, de cartón'', sigue su juego- el pintor
ha demostrado desde hace décadas que su batalla por la preservación
del patrimonio cultural de Oaxaca puede tener victorias. Y no menores.
Así, el gran tímido de la vida cultural mexicana, el personaje
antientrevista, el esquivo Toledo, asume el papel de líder cívico.
"Pero no son brillantes ideas mías. Son de otros.
A mí me llaman y yo me pongo al frente", dice. Como suele ser, rehúye
el protagonismo.
Hamburguesas contra tlayudas
Ahora es la figura principal en la batalla de las hamburguesas
McDonald's contra las tlayudas. "Todavía estaba en Los Angeles -donde
radicó el año pasado-; alguien me avisó que el McDonald's
quería poner una sucursal en los portales del zócalo. Cuando
regresé a Oaxaca el Patronato Pro Defensa y Conservación
del Patrimonio Cultural y Natural del estado de Oaxaca (ProOax, que él
fundó) y otros ya estaban organizados. A mí sólo me
dijeron: fírmale aquí. Y le firmé".
No es tan así. A lo largo de los años, desde
los setenta, Toledo ha hecho compartir su universo creativo con el compromiso
social. Parece que vive en las nubes, pero lee los periódicos diario.
No hilaría jamás un discurso pero hace política a
su manera. Su presencia, la melena al aire y sus camisas de algodón
que jamás conocieron la plancha, garantizan una fuerte respuesta
social a las campañas que emprende: luchas campesinas, derechos
humanos, defensa de la naturaleza o la cultura.
Ahora toca luchar contra la expansión de la empresa
de fast food.
"No somos antinorteamericanos. Es una tontería
interpretarlo así. Pero sí es ponerle un límite a
las empresas de Estados Unidos. Nos oponemos al McDonald's por muchas razones
que circulan profusamente en Internet, por la mala calidad de sus alimentos,
por la contaminación que generan con tanta basura, por el daño
que causa su producción a los bosques y porque rompen con la armonía
arquitectónica del zócalo. Sólo pedimos respeto a
ese entorno. En Oaxaca hay un McDonald's en otra colonia. La ciudad tiene
zonas de crecimiento donde se puede hacer de todo. Se pueden ir ahí
como se han ido a cualquier lugar del mundo. De hecho, no hay un solo lugar
que se escape de ellos. Pero en el zócalo no".
La tamaliza que organizaron los activistas de ProOax hace
un par de domingos, en la plaza central, permitió a esta nueva campaña
saltar las fronteras y atraer la atención de la prensa internacional.
Ahí estuvo el pintor, repartiendo las delicias de la gastronomía
oaxaqueña a cambio de una firma en pronunciamiento de protesta.
"Algo le aprendimos a los políticos del PRI ¿verdad?
Jalar gente para una causa regalando cosas, tamales o lo que sea. Bueno,
no tanto, porque ese día logramos juntar 7 mil firmas y no eran
7 mil tamales. O sea que no todos firmaron a cambio de un tamal. No, en
serio, creo que lo que se vio ese día es que la ciudadanía
está dispuesta a apoyar las ideas con las que se identifica."
Toledo como líder cívico
-¿Qué es lo que convoca a la gente a salir
a dar estas luchas? ¿Toledo, el nombre, el pintor? ¿La defensa
del patrimonio cultural de la ciudad?
-En ProOax somos unas 30 personas. Es un trabajo de equipo.
Pero no sé qué tanto convocamos. Todavía no nos ha
tocado hacer una verdadera demostración de fuerza.
La ciudadanía en Oaxaca ha demostrado que tiene
algo qué decir sobre su capital; en varias ocasiones ha ganado batallas
para la preservación del entorno. Y siempre Toledo, gustoso, ha
encabezado las acciones públicas, se ha puesto en primer lugar entre
los abajofirmantes, se ha involucrado. El, sin embargo, no parece convencido
de que la sociedad oaxaqueña sea ejemplo de conciencia ciudadana
y movilización.
"Hay simpatía de la gente, hay logros, claro, hay
actitudes alentadoras. Pero no creas, es sólo por momentos. A muchos
no les gusta lo que hacemos. En la prensa local se nota mucho. Algunos
periodistas apoyan, algunos diarios publican cartas, tienen una participación
importante. Pero otros no. Hay quienes atacan. A veces con mucha virulencia."
Y vaya que si lo atacan. A pesar del enorme prestigio
internacional de Toledo, considerado como el número uno de los pintores
mexicanos vivos, sin duda el que más se cotiza en los mercados del
arte, algunas plumas locales y algunos cartonistas suelen denostarlo. Le
han llamado "cacique cultural" y "patriarca de pintores". El pintor no
es insensible a esos ataques:
"A veces oigo que en la calle me gritan: '¡Juchiteco,
vete a Juchitán a cuidar cochinos!' O me dicen que soy un hombre
sucio. Insisten en eso. Será porque salgo con la ropa manchada de
pintura ¿pensarán que me eché los moles encima o qué?"
Aunque bromea, la mirada de Toledo se ensombrece. Se le ve profundamente
herido. Cuesta trabajo arrancarlo de ese silencio.
-Sin embargo, te involucras.
-Sí. Me llaman y voy.
-¿Te gusta?
-Me inquieta. Y me da miedo.
Con tirabuzón ofrece explicaciones: se ha acordado
de otras amenazas, otras agresiones. Juchitán, en los setenta, en
los años de las luchas de la Coalición Obrera, Campesina
y Estudiantil del Istmo (Cocei) contra los caciques priístas, la
militarización, los enfrentamientos, los muertos. Pero también
del florecimiento cultural, el activismo en la Casa de la Cultura, la revista
Guchachi´Reza, donde se mezclaba la denuncia -la campaña
por la aparición con vida del maestro Víctor Pineda, por
ejemplo- con la reflexión política desde la izquierda y la
creación artística.
"Hacíamos cosas que no se hacían en esas
épocas. Invitábamos a dar pláticas a doña Rosario
Ibarra, a Carlos Monsiváis, que eran los subversivos de la época;
a otros, como Eraclio Zepeda, Arturo Warman, gente que ya no está
de este lado. Y había represalias."
En 1983 un trío de istmeños, Toledo, el
fotógrafo Rafael Doniz y el poeta Víctor de la Cruz, fueron
atacados a machetazos. La agresión fue interpretada en ese momento
como una represalia por su participación política con la
oposición regional.
Lo tangible y lo intangible
"No permitamos -dice la proclama de ProOax contra la trasnacional-
que una cadena de hamburguesas grasosas que deterioran nuestro ambiente
y nuestra cultura siente ahora sus reales en ese mismo espacio que todos
queremos dignificar."
A partir de esa campaña se prepara la instalación
de un foro de análisis para la defensa del patrimonio cultural tangible
e intangible, con la participación de autoridades federales, estatales
y municipales, representantes de la sociedad civil, cámaras empresariales,
universidades y partidos políticos.
Toledo es participante en este foro:
"Hay toda una discusión: hay quienes tampoco quieren
a los mariachis en los portales porque desentonan y no tocan música
romántica de Oaxaca; hay quienes quieren movilizarse contra los
juguetes chinos de plástico, porque no son artesanía de nuestra
gente; hay quienes pretenden que en los restoranes del centro sólo
se sirva comida oaxaqueña. Son defensores de la pureza de la oaxaqueñidad.
No, no lo pongas así que parece que me estoy burlando y no es así,
lo respeto."
Desde luego, no es el cambio del mundo y del paisaje que
lo rodea lo que le disgusta del proyecto de la franquicia McDonalds. "¿Te
imaginas los cambios que he visto en esta calle a los 62 años?"
Esa calle es la del Instituto de Artes Gráficas
de Oaxaca, el Iago, frente al maravilloso convento de Santo Domingo. Cuando
Toledo conoció esta calle el convento dominico, hoy entre las grandes
y más novedosas estrellas de la museografía mexicana, era
un cuartel militar y la casa del Iago era una vecindad, un laberinto de
viviendas para trabajadores de los diversos oficios que servían
a los soldados.
La casona colonial fue luego su casa, su universo familiar.
En el patio sombreado aprendieron a caminar sus hijos Laureana y Jerónimo.
Hoy es un espacio abierto al público, un foro, un lugar con vida
propia. En las mañanas las mesas de madera rústica están
ocupadas por estudiantes que consultan textos de la biblioteca.
Este sábado tibio, en una esquina una mujer da
clases de italiano. En otra un grupo de adolescentes cuchichean. En otra
un joven de lentes se ha perdido en las páginas de un libro. Desde
ahí se mira parte de la exposición temporal de grabados Mar
de líneas del ruso-mexicano Vlady. La noche anterior se presentó
una revista. Esa tarde habrá una tertulia literaria.
Llega Guille, la encargada de mantener limpio y bello
este patio custodiado por una selecta variedad de cactáceas. Trae
unos cafés que comparte el pintor. El fotógrafo Ezequiel
Leyva le pide que pose entre los cactos. Pese a sus pucheros, Toledo accede
y se pincha una nalga. La entrevista ya se le hace larga a este hombre
de pocas palabras así que corre por algunos volantes, saca personalmente
fotocopias, viene y va.
La luz en otra parte
Vuelve al tema del zócalo, ese cuadrilátero
arbolado que semana a semana atestigua alguna protesta; el pulso de una
sociedad combativa y siempre en conflicto. Los graffiti y la vida
turística de por sí distorsionan las calles y las costumbres.
Entre las mesas de los portales las niñas indigentes ya no venden
peines de madera ni rebozos, sino palitos botaneros y abrecartas, cosas
de la mercadotecnia más elemental. Pero con todo, sigue siendo un
zócalo de provincia, con otro ritmo bajo los laureles, con personajes
irrepetibles tomando el fresco y dejando correr el tiempo desde las bancas
de hierro forjado. Ahí descansaba hace no mucho Rodolfo Morales,
otro grande de la pintura. Ya no está. Tampoco quedan las ardillas
que alguna vez lo poblaron.
Esta plaza techada de ramas, condominio de pájaros,
ha de haber lucido muy diferente en los años cincuenta. "Claro,
sin tiendas, sin restoranes, sin artesanías. Pero era la misma armonía
de los edificios, de los arcos, los portales. Dicen que el lugar tiene
magia, que es sagrado. Yo no sé. Llegué aquí de Juchitán
a los 13 años. Creo que esta ciudad fue mi primera lección
de arte."
Llegó de su natal Juchitán, dice, aunque
como Agustín Lara, que eligió como sitio de nacimiento Tlacotalpan,
Toledo vio la primera luz en otra parte.