BUSH, CHANTAJISTA SOLITARIO
Ayer, ante la Asamblea General de la Organización de
las Naciones Unidas (ONU), el presidente estadunidense, George W. Bush, espetó
a la comunidad internacional la amenaza de quebrantar la legalidad internacional
y de agredir militarmente a Irak en forma unilateral, a menos que el organismo
se pliegue a las exigencias de secundar ese ataque. Al mismo tiempo, el mandatario
estadunidense desmintió a la propia ONU, cuyo organismo de inspección
de armas ha señalado, con toda claridad, que no hay pruebas de que
ese país árabe esté desarrollando armas de destrucción
masiva, como lo sostiene el discurso oficial de Washington.
Bush pronunció un discurso plagado de inexactitudes
y mentiras rotundas, pero su mensaje central fue inequívoco: la Casa
Blanca exige al Consejo de Seguridad un mandato para derrocar al gobierno
de Saddam Hussein, y si no le es otorgado, su gobierno apostará a
rebasar a la ONU actuando de manera unilateral y dejando al organismo internacional
en una condición de "irrelevancia".
Por supuesto, la urgencia estadunidense de acabar con Saddam
no obedece a que éste sea dictatorial y genocida --que sin duda lo
es--, que esté fabricando armas de destrucción masiva --de
lo cual no hay una sola prueba-- o que haya dejado de cumplir las resoluciones
de las Naciones Unidas --punto discutible--; las razones reales para la agresión
militar son que la permanencia de Saddam Hussein en el poder irrita a la
familia Bush, que Estados Unidos desea controlar el petróleo del país
árabe y que la Casa Blanca necesita desesperadamente, ante la cercanía
de los comicios legislativos del año entrante, escenarios bélicos
para impresionar al electorado.
Poco le importaron al mandatario las advertencias de Kofi
Annan, secretario general de las Naciones Unidas, en el sentido de que Estados
Unidos debe comportarse en el marco de la legalidad internacional: "Cualquier
gobierno que se comprometa a cumplir la ley en el ámbito nacional,
debería comprometerse a hacerlo también en el exterior"; "incluso
los países más poderosos saben que necesitan trabajar con otros,
en instituciones multilaterales, para lograr sus objetivos", dijo el funcionario
internacional en una inusual muestra de independencia y divergencia con respecto
al gobierno aludido.
En todo caso, el discurso pronunciado ayer por Bush constituye
una expresión de arrogancia, pero no de fuerza. Por el contrario,
al llevar las presiones sobre la comunidad internacional hasta el grado del
chantaje, el presidente estadunidense puso en evidencia su aislamiento internacional
y la falta de un respaldo claro a sus pretensiones militaristas entre la
propia sociedad de su país; dejó al descubierto, en suma, su
enorme debilidad política.
Lo anterior no es necesariamente una buena noticia. La
soledad, la ilegitimidad y la falta de autoridad son, con frecuencia, malas
consejeras para los hombres del poder, y el grupo que gobierna la nación
vecina podría verse tentado a lanzar una guerra contra Irak incluso
sin haber logrado, para ello, consensos internacionales o nacionales. Si
se empeñan por transitar ese camino, no sólo estarán
cometiendo un crimen y un atropello a la legalidad mundial sino que estarán
orillando a su país a una tragedia de proporciones difícilmente
imaginables.