El Conacyt canceló su beca injustamente, dice
Señora directora: Solicito la publicación
de la presente para denunciar la total falta de sensibilidad del director
general del Conacyt, doctor Jaime Parada Avila, y de la doctora Judith
Zubieta García, directora adjunta de Fomento del Posgrado, ante
las causas que motivaron la cancelación de mi beca-crédito.
En enero de 2000 ingresé al doctorado en ciencias
económicas que se imparte en las tres unidades de la UAM; en septiembre
del mismo año se me asignó una beca-crédito Conacyt
con vigencia 2000-2002.
Desafortunadamente, desde el año pasado he sufrido
un rápido deterioro físico debido a una tumoración
presuntamente cancerosa. A pesar de que acredité con constancias
médicas las causas de la interrupción de mis estudios, el
Conacyt canceló definitivamente la beca-crédito sin haber
evaluado debidamente las pruebas documentales presentadas.
Cabe señalar que desde el inicio de mi enfermedad
recibí trato prepotente del Conacyt, ya que el ISSSTE me negó
atención médica, como correspondía en mi calidad de
becaria. Conacyt no hizo caso de mis peticiones para que interviniera de
acuerdo con el convenio firmado entre ambos organismos.
Ahora, además de asumir un adeudo por gastos médicos
realizados, injustamente cancelan la posibilidad de que obtenga el grado
de doctora.
Esta acción demuestra una vez más (su diario
ha documentado muchísimos casos) la falta de sensibilidad del actual
gobierno panista, que en los hechos ha probado ser peor que el autoritarismo
priísta que sufrimos los mexicanos por más de 70 años.
Mtra. Catalina Esquivel S.
ONG denuncia presión a comuneros para que acepten
el Procede
Estimada Carmen: Por lo delicado de este asunto,
le solicitamos sea publicada esta carta en El Correo Ilustrado.
Habitantes de la comunidad Los Juárez, municipio
de Cadereyta, Querétaro, han sido pre-sionados por la Procuraduría
Agraria, en coordinación con autoridades comunales y municipales,
para que acepten el Procede, ya que de esta manera es posible la venta
de ejidos y bienes comunales, toda vez que en ellos hay bancos de mármol
que las autoridades pretenden poner a la venta a una compañía
extranjera.
Se han presentado hechos violentos como resultado de desacuerdos
entre comuneros que se oponen a la venta de sus tierras y las autoridades
comunales. En uno de ellos, ocurrido el 29 de marzo de este año,
dos personas perdieron la vida.
A pesar de las múltiples denuncias presentadas
ante el Ministerio Público, las acciones de hostigamiento, intimidación
y amenazas de muerte prevalecen, por lo que se teme que se pueda generar
otro lamentable hecho. Es por esto que considero importante hacer pública
esta situación al gobernador del estado, Ignacio Loyola Vera.
Señor gobernador: este centro de derechos humanos
ha tenido conocimiento de la situación de inestabilidad que se vive
en la comunidad Los Juárez. Esto se deriva de una serie de problemáticas
suscitadas por la inconformidad de la mayor parte de la población
de esa comunidad ante la actuación del Comisariado de Bienes Comunales,
que ha presionado a los campesinos para que vendan sus tierras, toda vez
que en ellas hay bancos de mármol.
Esta problemática no ha sido debidamente atendida
ni por el gobierno del estado ni por las autoridades agrarias. Además,
los integrantes del Comisariado Comunal amenazaron de muerte a varios de
los inconformes y señalaron que cumplirían sus amenazas durante
las fiestas patrias. Ante ello, el secretario de Gobierno del municipio
solicitó al director de Seguridad Pública del estado enviar
personal del 14 al 17 de septiembre; sin embargo, se argumentó que
no había personal disponible.
Solicitamos que el gobierno que usted dirige establezca
las medidas necesarias para evitar que haya violencia que ponga en peligro
la vida y la integridad física y sicológica de los habitantes
de esa comunidad.
Claudia Ordóñez Víquez, visitadora
del CDH Miguel Agustín Pro Juárez
Las víctimas del 10 de junio deben exponer su
testimonio, opina
Señora directora: Mi padre nos acostumbró
al hábito de ir a los baños de vapor todos los domingos.
Así, mis hermanos y yo conocíamos las singularidades de nuestros
cuerpos: quién una cicatriz, quién una mancha, quién
las uñas frecuentemente sin cortar, quién un lunar. Esos
mismos hermanos me buscaron desde las siete de la noche del 10 de junio
de 1971 cuando ya se conocían, a medias, los trágicos sucesos
de aquel Jueves de Corpus.
La marcha había sido detenida por una barrera de
granaderos una o dos cuadras antes de llegar a San Cosme. Entonces entonamos
el Himno Nacional y la barrera se abrió como por encanto. Supusimos
que los habíamos convencido, que era cierto el eslogan de la apertura
democrática de Echeverría, que podíamos salir a la
calle a manifestar con orden nuestras ideas, pero era sólo el principio
de la emboscada.
Los de la Escuela Nacional de Economía éramos
de los primeros. Al llegar a San Cosme la gran columna dobló a la
izquierda y ahí estaban los halcones. Con palos de dos metros
empezaron a golpear con habilidad, luego vinieron las detonaciones. Como
muchos, corrí sobre la avenida en sentido contrario y vi a dos compañeros
sostener a un tercero con un balazo en el vientre. Escenas similares se
repetían en el entorno.
Regresé al Casco de Santo Tomás, pero me
preguntaba dónde había quedado el grueso de la marcha, puesto
que sólo el contingente inicial se había encontrado con los
halcones. Regresé frente al cine Cosmos. Me asomé
junto con un grupo de curiosos que se apiñaban. Error: uno de los
halcones me pescó del pelo y a golpes me metió a un
automóvil particular, obligándome a permanecer en el piso
del asiento de atrás, sometido por los tacones de sus ocupantes.
De ahí, después de algunas vueltas, fui a dar a uno de los
famosos camiones grises, encima de un montón de cuerpos. En los
minutos que pasaron escuché las indicaciones que por radio les eran
dadas a quienes perseguían estudiantes. Sacado en vilo, fui conducido
a la octava delegación.
Al caer la noche, mi familia empezó a buscarme,
primero en las delegaciones en las que invariablemente les informaron que
no había detenidos. Incluso también donde me encontraba retenido
ilegalmente junto con más de cien compañeros.
Buscaron después en clínicas, hospitales:
nada. Aquella noche en los baños de la delegación de policía
comenzaron los interrogatorios y las amenazas: "Di todo lo que sabes, no
seas tonto; nombres, lugares. Tienes cara de buena gente. Los vamos a desaparecer
porque la versión oficial es que no hubo detenciones. Suelta información
y te salvas, no seas bruto". Pensando en lo peor, la familia llegó
el 11 de junio, cansada de no encontrarme en ninguna parte, al Servicio
Médico Forense. En la mañana de ese día mi nombre
fue incluido en una lista de desaparecidos, quizá muertos, en una
misa ofrecida en el Altillo, cerca de Ciudad Universitaria, donde mi compañera
y otros amigos también organizaban la búsqueda.
El cansancio hizo mella. Mi padre creyó que un
cuerpo con el cráneo destrozado por un balazo era el mío.
Declaró a los periodistas que había identificado el cadáver
de su hijo; la nota salió al día siguiente en los diarios.
La necedad de no aceptar una verdad tan aterradora hizo a mis hermanos
insistir en corroborar la identificación, horas después buscaron
los lunares, las manchas, las cicatrices, las uñas largas que conocían
de los habituales baños de vapor, no las encontraron. ¡No
era yo!
Fui liberado después de ser fotografiado y del
sermón de un policía sobre la patria, su patria, la de sus
discursos, la de los poderosos cuyas espaldas cuidan, no la nuestra, la
de la represión nuevamente sufrida, nuestra patria de la Plaza de
las Tres Culturas. Estuve así a punto de llegar a mi velorio. Si
para mí fue un purgatorio, para mi familia fue un infierno que se
prolongó hasta el día siguiente, cuando quienes habían
leído los periódicos llegaban a presentarles el pésame.
En esa época cantaba canciones de protesta con mi compañera
de entonces. Sigo siendo un trabajador de la cultura construyendo espacios
de tolerancia para las manifestaciones del ser humano, ahí donde
mi aporte es útil, respetado, como el que ahora realizo y por eso
me pregunto: ¿cuáles leyes torcidas permiten cometer impunemente
tales crímenes? ¿Quién le resarce a mi familia la
angustia y la desesperación? ¿Quién a los que encontraron
efectivamente muertos a sus hijos? ¿Quién a los que no los
volvieron a ver? ¿Quién a los que fueron encarcelados con
mentiras?
Toda la cínica argucia de Echeverría y sus
abogados no borrará esta historia ni la de cientos de compañeros
más, quienes, como yo, no tienen derecho a guardar silencio y bien
harían en conjuntar en estos espacios sus testimonios de vida, que
nuestro periódico generosamente acoge.
Anthar Germán López Tirado
Sugerencias para elevar la calidad educativa
Señora directora: Podemos tomar las sugerencias
que dio Paulo Freire sobre las estrategias para elevar la calidad educativa
en nuestro país: revisar los planes y programas de estudio por lo
menos cada cinco años, que los centro educativos cuenten con las
instalaciones necesarias para un buen funcionamiento y mejores salarios
para los maestros.
Con esto podemos empezar a proponer los cambios necesarios
para una educación de calidad para todos. Lo demás se puede
comentar en un café. Gracias
Felipe Reboredo Santes