Actuará mañana en el Salón
21, a las 21 horas, y el domingo en el Zócalo, a las 12
Con su música, Baaba Maal recordó que
Africa no es sólo tragedia, sino también esperanza
ERNESTO MARQUEZ
Vibró la noche del miércoles, se escuchó
Africa y el gran príncipe de Podor nos envolvió en un ensueño
de historias y música vitalista. Pero también nos llevó
a la reflexión de que ese continente no sólo es hambruna,
guerra y miseria sino un continente lleno de esperanza, que avanza hacia
el futuro con el rostro limpio y un corazón que late al ritmo de
estos tiempos, sin olvidar sus legados.
Quizá el senegalés volverá a repetir
estas sensaciones mañana sábado, cuando se presente, a las
21 horas, en el Salón 21, y al día siguiente en el Zócalo
capitalino, a las 12 horas
En el escenario del Teatro de la Ciudad una mezcla bizarra
de instrumentos: dos sets de percusiones artesanales, un arpa africana,
un teclado, bajo, guitarra eléctrica y batería; dos cantantes
de apoyo y desplazándose de un lado a otro dos imparables bailarines
que enmarcan el canto fino y espiritual de Baaba Maal, que se mueve con
la elegancia y la actitud de un principe provocando regocijo y embeleso
en el público.
La
música es sumamente rítmica, provocativa y el de la voz tiene
la energía y clarividencia necesaria para ir avanzando en el ánimo
de ese gentío gozón que pese a todo se dio cita para escuchar
a este maravilloso artista.
Baaba comenzó la noche entonando canciones de su
periodo trovador (Yoolelle mamam, Kowoni maayo), aquel en que se
hacía al camino con su inseparable amigo Mansour Seck y juntos recogían
historias que luego musicalizaban. Este es el Babba Maal en estado puro,
pasional, intimista, cálido, profético; ataviado con sus
preciosas prendas de seda y satín, orgulloso de sí y erguido
como si estuviera cantando desde lo alto de una montaña; más
adelante tendríamos al cantante/profeta/bailarín que nos
dejaría prácticamente sin aliento.
Yolelle maman es un tributo a la relación
entre padres e hijos, un intenso poema que hace un símil de la tierra
como el padre y Africa como la madre. Baaba, cuyo nombre verdadero, según
su pasaporte, es Mall El Hadji, es un artista que expresa cabalmente la
cultura de su continente, esa que muchas veces nosotros equivocadamente
sentimos lejana a nuestros parámetros occientales. Recuerda que
un día su madre le dijo: "Adonde sea que vayas, si quieres hacerme
felíz háblale a los demás de nuestra verdad". Así,
su voz dande heli (la voz que explota), alta, cálida y muy
penetrante, le sirve ahora para transmitir el mensaje de sus ancestros
y el suyo que le corresponde como observador de una realidad existente,
como la alarmante desertificación que avanza incontenible en ciertas
regiones de Africa y que él bien define en Djam leeli.
Líder de multitudes y artista muy querido por su
pueblo, antes de iniciar sus giras Baaba pasa por Podor, Fouta Toro, su
tierra natal, para convivir con la familia y hacerse de la fuerza y energía
que desplegará en el escenario. Esta noche, con su grupo Duande
Lenöl (La voz del pueblo) nos regaló un total de 11 intensísimos
temas que ofrecen desarrollos escénicos, que son expresiones mucho
más profundas que los meros "espectáculos musicales" tan
acostumbrados en la televisión.
Llama la atención la forma en que los instrumentos
se integran al entramado musical. La batería del joven Diouf Alioune,
el dulce sonido del kora tocado por el reconocido Cissoko Kaouding, el
repiqueteo parlanchín del tama (ese tamborcito "sobaquero" que asume
el reto de repetir todo lo que frasea Baaba), la enérgica guitarra
eléctrica de Ouseynou Diamba, el piano-sintetizador de Chaby Hary,
que recrea sonidos del desierto, de animales salvajes y sutiles melodías,
sobre una base sostenida por el bajo de Niang El Hadji y la dinámica
rítmica de los tamboreros Seck Bada y Seck Bah Kane, que le sirven
a los jóvenes bailarines Diouf Serigne y Sam Macoudu para jugar
con las complejas variaciones ritmicas en un diálogo apasionante
de danza y acrobacia.
La música tradicional es la base de lo que expone
Baaba, pero como gente de estos tiempos no escapa a la "contaminación"
de ciertas influencias y progresiones; por eso su música es por
momentos un cruce de caminos en el que se descubren elementos de rock,
soul, son cubano, reggae, rhythm and blues y rap.
Baaba asimila el progreso técnico para refinar
las cualidades de su música, colaborando lo mismo con sus antecesores
que con sus contemporáneos, y aún más con gente alejada
a su cultura como Brian Eno y Simon Emerson, que han cuidado la producción
del álbum Nomad soul, del que esta noche recreó Koni,
Cherie y Doumeyra, que han puesto a bailar hasta las cortinas
Fueron casi 90 minutos de música tradicional, modernista,
apasionante y provocadora, ofrecida desde el corazón de unos músicos
intensísimos para un público que gozó hasta el último
compás.
Decir que Baaba Maal es un fantástico músico
africano sería injusto: es un músico fantástico.A