Recibió el premio especial del quincuagésimo aniversario de la fiesta cinematográfica
El director de El padrino regresa a Donostia
MERRY MAC MASTERS ENVIADA
San Sebastian, 22 de septiembre. Resultó normal ver la imagen de Francis Ford Coppola en la monumental pantalla de la Plaza de Toros de Illumbe, donde anoche se festejó el medio siglo del Festival Internacional de Cine de Donostia, porque el cineasta estadunidense es objeto de una retrospectiva aquí. La sorpresa fue ver a Coppola en persona salir a recibir el Premio Especial 50 aniversario del Zinemaldia, de manos del director del festival, Mikel Olaciregui. El numeroso público se puso de pie para aplaudirlo.
En breve pero emotivo discurso, el realizador de El padrino, Apocalipsis ahora y El Cotton Club recordó que hace 33 años llegó por vez primera al certamen, "no muy seguro de mí. Gané la Concha de Oro y fue el verdadero comienzo de mi carrera. Ahora regreso a San Sebastián, todavía no muy seguro de mí mismo. Espero que ustedes me llenarán de energía para que pueda terminar el guión en que trabajo".
Si la presencia de Coppola fue un momento estelar de la fiesta, tampoco opacó a lo demás. Ríos, literalmente, de personas confluyeron en la plaza con capacidad para 8 mil almas. A pesar de que el público no quiso sentarse en las secciones junto al escenario por la falta de visibilidad, el boletaje ya estaba agotado desde antes.
En punto de las 22 horas se inició la fiesta Cincuenta años rodando con la proyección del documental Encadenados, dirigido por Carlos Rodríguez, en el que se recogen momentos estelares del festival como el siguiente pensamiento expresado por Gregory Peck: ''Cuando comencé había que hacer por lo menos diez películas antes de ser una estrella. Ahora, con una es suficiente. Pero, a los tres años se pregunta dónde quedó el actor".
A su vez Michael Douglas recordó las palabras atinadas de su padre Kirk: "En San Sebastián de verdad quieren al cine". Para demostrarlo el público le aplaudía a sus artistas favoritos como Robert de Niro o Javier Bardem. El recién muerto escultor vasco, Eduardo Chillida, recibió una cálida demostración de afecto.
En seguida, la compañía de teatro catalana Comediants ofreció un espectáculo que resumió esos "50 años rodando". Lleno de ingenio y humor, en cierto momento se le pidió al público que tomara en sus manos el cartel colocado en el respaldo de su asiento y que lo colocara "al revés" sobre la cara a modo de máscara -tenía dos huecos para los ojos. De inmediato el graderío se convirtió en una enorme pantalla blanca sobre la que fueron proyectadas cintas como un ferrocarril que corría de lado a lado.
Para contrarrestar un momento triste del festival que alguna vez fue objeto de la censura, un actor bailó desnudo.
Tampoco faltó el pastel. Una estructura metálica al centro de la plaza fue convertida en una gran torta de varios pisos. De nuevo el público participó al prender la luz de bengala que cada quien encontró en su asiento, con una indicación respectiva.
Después de un breve intermedio, y ahora con la posibilidad de bajar a arena, comenzó el concierto con los "amigos del cine y de la música", Ana Belém, Víctor Manuel, Joaquín Sabina, Javier Gurruchaga y Amaia Uranga, que interpretaron algunas de sus canciones fílmicas más populares. Para el deleite de todos, Gurruchaga y Sabina cantaron a dúo Quiero ser una chica Almodóvar.
A la cantante Alaska -por cierto, fue actriz de Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, del director manchego- le correspondió cerrar la velada que duró hasta las primeras horas de la madrugada, a modo de un "epílogo discotequero", para lo cual contó con la colaboración de Superstar Anti DJ.
Felicidades, Donostia.
Francis Ford Coppola en el Festival de San Sebastián
''Cuando el cine aporta ideas se alcanzan bellos resultados''
Fustiga que la industria del cine se haya vuelto industria
del dinero; venden cintas como fertilizantes
MERRY MAC MASTERS ENVIADA
San Sebastian, 22 de septiembre. En su regreso
a San Sebastián, Francis Ford Coppola se sentó con la prensa
casi dos horas, como si estuviera en la sala de su casa. Como ofreció,
habló de todo, incluso de vino -negocio familiar que le permite
financiar sus propios proyectos-, pero acabó dando una lección
de cine.
No podía faltar la pregunta sobre los sucesos trágicos
del 11 de septiembre. Para Coppola, ''no puede haber paz y justicia, y
justicia para todos. He tratado de ver los sucesos en el sentido de que
la justicia no se ha ejercido en la historia moderna".
A raíz de los acontecimientos, Coppola se puso
a estudiar la situación en Medio Oriente, ''el fondo del problema''.
Una
de las aristas que le llamó la atención es ''el injusto patrocinio
de Estados Unidos a un solo lado del conflicto, que causa gran disgusto
para los que están con la otra parte".
Dictaminó: ''Ambos lados son igualmente responsables
del destino de los palestinos y les deben mucho. Si yo fuera rey haría
que las partes -las naciones árabes, Israel y Estados Unidos- enriquecieran
la vida de los palestinos, a fin de pagarles en parte por todo lo que han
padecido. Debe haber justicia para la gente palestina. El problema radica
en que las personas encargadas de hacer la paz obtienen su poder del hecho
de que no haya paz''.
En seguida, Coppola aseguró que si 12 intelectuales,
artistas, cineastas, poetas y arquitectos, tanto árabes como israelíes,
y se fueran a Granada por tres semanas, encontrarían una bella solución
que sería justa para que los hijos de estas personas tengan una
vida armoniosa''.
Acotó: ''Ha llegado el tiempo en que los artistas
ya no deben ser empleados. Si uno quiere saber quién manda en el
mundo en cualquier periodo de la historia, sólo hay que ver quién
les da trabajo a los artistas. Pero cuando los creadores pueden contribuir
y, por ejemplo, usar el cine, que es la forma de arte más popular,
para su verdadero propósito, que es aportar ideas que iluminan la
vida contemporánea, sólo entonces creo que podamos alcanzar
tan bellos resultados". La sala de prensa estalló en aplausos.
Más adelante, Coppola anotó: "Los estadunidenses
están muy enojados por el 11 de septiembre, porque, piensan, los
responsables de los ataques pudieron haber elegido el domingo para destruir
los edificios, pero ¿por qué martes? Hubiera sido igualmente
espectacular, pero ¿por qué matar a 3 mil personas?".
Distinguido con el premio especial 50 aniversario del
Festival Internacional de Cine de San Sebastián, Coppola no participa
con una película nueva -hace cinco años que no filma-; sin
embargo, es coproductor de la cinta tailandesa La leyenda de Suriyothai,
dirigida por el príncipe Chatri Chalernn Yukol, que figura en la
sección oficial, pero fuera de concurso.
Coppola trabaja desde hace tiempo en un ''proyecto sueño''
titulado Megalópolis, épica que toma lugar en una
ciudad moderna, como Nueva York.
En mi juventud, recordó el hombre de 63 años,
"escribía guiones para mis películas, que por lo general
eran historias originales. Ambicionaba ser un realizador que hacía
literatura del cine. Pero mi carrera se alteró más allá
de mis expectativas al hacer El padrino y adquirí el estatus
de director. En vez de escribir mis propias cosas me daban los guiones".
En Metrópolis el pasado compite con el futuro
y, por lo tanto, se habla del tiempo, un elemento que dicta la vida del
ser humano.
Libre de la presiones de los estudios fílmicos,
Coppola afirmó que la industria cinematográfica en general
se ha vuelto la industria del dinero. En Estados Unidos, continuó,
''las siete compañías fílmicas son vendidas como sí
se tratara de fertilizantes y han sido comprados por el peor tipo empresarios.
Por eso están en problemas y dejan de funcionar como tales. Entonces,
tenemos una tragedia en la que nuestros políticos en Estados Unidos
desconocen la diferencia entre cultura y comercio. Para mí la cultura
de una nación es una parte poderosa de su salud".
Pionero en el cine electrónico, Coppola auguró
que en siete u ocho años todo el cine será digital: ''El
celuloide está muerto, pero vivirá el cine".
Hizo votos para que tanto él como el cine en general
regrese a la producción de arte contemporáneo y que se dediquen
a formar un conjunto de obra, como en la literatura hacen escritores del
nivel de Gabriel García Márquez.