MAR DE HISTORIAS
Humo
CRISTINA PACHECO
A la una de la tarde se abre la puerta metálica que aísla el área de trabajo. Pasos y conversaciones de obreros llenan el corredor tapizado de frases motivacionales y disciplinarias: "Cada día nos brinda una oportunidad de ser mejores". "Tu patrimonio es el trabajo, consérvalo". "Servir a otros y no servirnos de otros". "Mente sana en puerco sano".
Algunos trabajadores se detienen ante la frase que alteró una mano anónima. Gildardo saca el bolígrafo, subraya la palabra puerco y pregunta:
-ƑQuién habrá escrito eso?
-Se me hace que tú, güey, no te hagas -responde Anselmo, que ya se desvía hacia el teléfono público.
-ƑNo vienes a comer? -insiste Gregorio.
-Sí, pero antes hago una llamada. Me apartas lugar.
Gregorio se vuelve hacia los compañeros que lo rodean:
-Anselmo anda preocupado. Sus padres acaban de irse a vivir a Mérida y con lo del huracán no ha tenido noticias de ellos. Pero jálenle, porque se nos está haciendo tarde.
Antes de entrar en el comedor Gregorio le grita a Anselmo:
-Te guardo lugar.
Anselmo levanta la mano en señal de agradecimiento y enseguida descuelga el auricular. Marca el número de su casa. Suena ocupado. Mientras espera el momento de repartir la llamada lee las cartulinas puestas junto al aparato: "El tiempo es oro: no lo desperdicies". "Estrictamente prohibido fumar". Marca otra vez y al fin escucha la voz de Marcia:
-Bueno, Ƒquién habla?
-Soy yo. ƑPudiste comunicarte a Mérida?- Sin pensarlo, Anselmo saca un cigarro y lo pone entre sus labios sin encenderlo.
-En la casa de tus papás no contestó nadie. A lo mejor salieron.
-Pero Ƒadónde?- Anselmo muerde el filtro del cigarro.
-Al albergue. Muchas personas han tenido que irse para allá.
-ƑPero cómo saber si ellos están allá?- Tras unos segundos de reflexión añade: -Ah, ya sé: llama a la farmacia que está en la esquina de su casa. A lo mejor allí te dan razón.
-Si quieres lo intento, pero los teléfonos siguen fuera de servicio-. El tono de Marcia se vuelve precipitado: -Sólo hallaron seis cadáveres.
-Hasta ahorita, porque no han empezado a levantar los escombros. Imagínate que hayan quedado por allí, entre el agua, solos.
Como un autómata, Anselmo enciende el cigarrillo. -Les dije que no se fueran a Mérida. ƑQué necesidad teníamos de todo esto?
-ƑY cómo iban a imaginarse que iba a haber un huracán? Además, acuérdate que tu papá necesita vivir en Yucatán por su efisema.
-šQué chingadera! El nunca ha fumado-. Anselmo mira la brasa de su cigarrillo: -ƑQué hago?
-Sólo puedes esperar a que ellos se reporten. Aunque claro, también podrías ir a Mérida.
Anselmo sacude la ceniza de su cigarro: -A lo mejor tienes razón. El viaje sale caro. Pediré un préstamo.
-ƑY el tiempo? Necesitarás por lo menos una semana.
Anselmo ve acercarse a Antúnez, el nuevo jefe de personal. Oculta el cigarro encendido en el bolsillo de su camisa y saluda con falsa naturalidad.
-Buenas tardes-. Antúnez se aleja sin dispensarle más que una vaga sonrisa. Ya a solas, Anselmo se apresta a sofocar el hilito de humo que sale de su bolsillo. Luego retoma la conversación: -Oye, tengo que irme. Ya casi se terminó la hora de la comida, a ver qué alcanzo.
-No te malpases -suplica Marcia.
-Es lo de menos. Lo importante es arreglar lo del viaje.
-ƑCrees que puedas?
-Yo digo que sí: desde que entré en la fábrica nunca he faltado ni he pedido vacaciones-. Anselmo se pega al auricular mientras ve desaparecer al jefe de personal: -Bueno, luego te hablo y si no, pues nos vemos al rato.
Anselmo cuelga. Se dirige al comedor cuando ve a Antúnez venir a su encuentro. Sin explicación previa, levanta el brazo y señala el cartel junto al teléfono:
-Anselmo: Ƒqué dice allí?- Al percibir la extrañeza de su empleado repite: -ƑNo sabes leer?
-"Queda estrictamente prohibido fumar".
Ya en el interior Antúnez retoma la palabra: -ƑSabes cuál es nuestro principal problema como sociedad? Carecemos de educación.
-Eso es lo primero -dice Anselmo en tono errático.
-No respetamos nada: ni las normas, ni las leyes, ni siguiera los señalamientos de tránsito. Si vemos que en un lugar dice "No estacionarse", enseguida lo invadimos.
-Sí es cierto. El señor que vive al lado de su pobre casa mandó poner un letrerote de "Se ponchan llantas gratis", pero ni así le dejan libre su garage-. La sonrisa de Anselmo se congela al ver que Antúnez lo observa con una seriedad pasmosa. -Bueno, pero como yo ni coche tengo...
-Y lo peor es que al paso que vas perderás lo más preciado: la salud-. Antúnez se reclina sobre el escritorio: -ƑSabes la cantidad de veneno que te metes en el cuerpo cada vez que enciendes un maldito cigarro? Y lo peor es que los demás, todos los demás que están a tu alrededor, respiran esa inmundicia.
Anselmo advierte al fin el sentido del discurso y da un paso hacia Antúnez: -Prendí un cigarro nada más. Nunca lo había hecho en la fábrica. Estoy nervioso: mis padres viven en Mérida y no hemos logrado tener noticias suyas-. Anselmo se da ánimo: -Por eso iba a venir a verlo. Usted sabe que desde que entré aquí no he tenido vacaciones. Quiero tomar aunque sea nada más una semana, para ir a ver qué sucedió con ellos. ƑQué me dice?
-Que si quieres, puedes tomarte mucho más.
-No creo que sea necesario. Viajar siempre es caro y aunque no quiera uno, gasta... -Anselmo mete la mano en su bolsillo: -ƑCree usted que podría prestarme algo? Es una emergencia.
-Entiendo. Hoy mismo tendrás el dinero.
-Ay, señor Antúnez, no sé cómo agradecérselo.
-Ni es necesario. El tiempo será todo tuyo y el dinero es el que te corresponde por tu liquidación.
-ƑLiquidación?- Anselmo parpadea extrañado: -ƑPor qué?
-En esta empresa las normas se hicieron para que todos las respetemos: desde el gerente hasta el conserje.
Anselmo apenas logra contener el llanto:
-ƑEs por lo del cigarro? Pero si ni siquiera terminé de fumármelo...
-Pues ahora que ya estás libre podrás acabártelo y prender otro y otro si te da la gana... špero no aquí!
-Señor, comprenda: si pierdo el trabajo, Ƒqué hará mi familia?
-Eso debiste pensarlo antes de ponerte nervioso y olvidar que, mientras yo esté como jefe de personal, haré que las normas se respeten.
Atúnez se levanta para despedirlo:
-Buen viaje y ojalá que encuentres a tus padres con vida. En este mundo, la familia es lo único que cuenta.
Anselmo permanece inmóvil, sin comprender. Luego se lleva la mano al bolsillo de su camisa y saca el cigarro que no terminó de fumarse. Intenta encenderlo pero no puede porque le tiemblan las manos.