Carlos Martínez García
Diversidad tojolabal
En sentido opuesto a muchas imágenes construidas por el sentido común o por algunos estudiosos de los pueblos indios, en las comunidades indígenas del país se vive un proceso de diversificación religiosa que es muestra de vitalidad cultural y capacidad de quienes integran las poblaciones originarias de lo que ahora es México.
El viernes pasado tuve oportunidad de constatar, una vez más y por si hiciera falta, cómo se desarrolla la pluralidad religiosa en una etnia como la tojolabal. Estuve en Las Margaritas, Chiapas, para asistir a un acto organizado por la presidencia municipal, la Subsecretaría de Asuntos Religiosos del estado y otras entidades del gobierno chiapaneco.
Entre los ponentes en el encuentro regional Usos, Costumbres y Libertad Religiosa estuvimos dos investigadores del tema religioso y sus repercusiones sociales, el párroco católico de Margaritas, el apoderado legal para la zona de los testigos de Jehová, un pastor presbiteriano, el representante regional de los adventistas, un pastor pentecostal, el diputado del Congreso estatal por el distrito al que corresponde el municipio y un representante de la coordinación general de las zonas Altos y Selva de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
Entre los asistentes (cerca de 300) hubo de todo: catequistas, evangélicos, tradicionalistas, líderes de organizaciones sociales, autoridades ejidales, integrantes de grupos defensores de los derechos humanos y militantes de distintos partidos políticos.
En Las Margaritas (de mayoría tojolabal y núcleos tzotziles y tzeltales), como en muchos municipios preponderantemente indígenas de Chiapas, ha tenido lugar una gran dinámica de expansión de confesiones como el protestantismo evangélico y los testigos de Jehová. De estos últimos, el Censo de 2000 informa que en México representan 1.2 por ciento de la población, mientras que en Chiapas duplican el porcentaje y en Las Margaritas casi lo cuadriplican. En cuanto a los credos evangélicos, que en el país aglutinan 6 por ciento, en Chiapas representan 20 por ciento y en las Margaritas tienen 26 por ciento.
Es decir, en las Margaritas los cristianos evangélicos casi quintuplican la media que tienen nacionalmente. Estas cifras revelan que entre los tojolabales existe mayor receptividad a las religiosidades distintas al catolicismo romano. Sin embargo, al mismo tiempo, en ciertos sectores de este pueblo tienen lugar actos de intolerancia hacia las crecientes minorías religiosas y se les hostiliza y persigue. Básicamente estos actos provienen de quienes rehúsan dar cabida a la pluralidad religiosa en sus comunidades, bajo la argumentación de que se rompe la unidad comunitaria y se pierde la identidad cultural. Los usos y costumbres -sostienen- tienen primacía y deben ser acatados por todos los pobladores.
La pretensión de conservar la unidad religiosa, ligada al catolicismo, desembocó en muchos casos en sanciones, golpizas y expulsiones de los heterodoxos religiosos. Con el crecimiento de los grupos protestantes y los testigos de Jehová, y en menor medida de los mormones, cada vez eran más frecuentes los conflictos y la posibilidad de que derivaran en violencia contra los disidentes. Fuera por conveniencia política, por convencimiento o cansancio de estar en constante enfrentamiento con los reacios a plegarse a la tradición cultural y religiosa, tanto organizaciones sociales como autoridades comunitarias y pobladores en general han ido aceptando la diversidad en sus comunidades y están comprobando que existen otras maneras de ser indios y que esto no es una amenaza para la vida del pueblo.
Por otra parte, la tenacidad de los evangélicos en defender sus derechos individuales y comunitarios ha encontrado paulatinamente terreno fértil en su entorno. Esto no significa que los hostigamientos en su contra hayan cesado, pero sí que han ido disminuyendo y que los cauces de la negociación de las partes se están ensanchando.
La diversidad en tierras tojolabales llegó para quedarse. Ya no es posible extirparla, ni siquiera por medios violentos como los usados hace casi dos años en Justo Sierra, que tuvieron por varios meses a familias cristianas evangélicas refugiadas en la cabecera municipal. La organización que entonces prohijó la golpiza y expulsión de los pentecostales y adventistas, la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos (cercana al PRD), cambió su línea y ahora es una de las principales interesadas en fomentar la tolerancia religiosa en las comunidades donde tiene influencia. Incluso en Las Margaritas es delegado municipal de Asuntos Religiosos un líder presbiteriano pentecostal que estuvo en la defensa de los expulsados de Justo Sierra. Ha pasado de perseguido a responsable de auspiciar la paz en cuestiones religiosas.
Las comunidades indígenas reales -no las imaginadas románticamente o con prejuicios descalificadores- están cruzadas por contradicciones, distintos intereses y cosmovisiones, y están en proceso de rearticularse, dando cabida a quienes aceptan una parte de las tradiciones culturales pero rechazan la identidad católica. La diversidad tojolabal avanza en tolerancia y nuevas expresiones religiosas, que son indias porque los indígenas así lo han decidido.