¿AMIGOS O ENEMIGOS DE FOX?
La
reticencia de los principales ex dirigentes de la agrupación Amigos
de Fox a permitir que las instituciones realicen su tarea indagatoria en
los recursos presuntamente ilícitos recabados en el extranjero por
el equipo de campaña del actual Presidente, ha terminado por gravitar
negativamente en la imagen y en el margen de maniobra del mandatario.
Sería improcedente prejuzgar sobre la culpabilidad
o la inocencia de Lino Korrodi, Carlota Robinson, Rito Padilla y Carlos
Rojas en los manejos monetarios referidos. Al mismo tiempo, las triquiñuelas
legales empleadas por los operadores referidos para escamotear la información
del caso al Instituto Federal Electoral, al Tribunal Electoral del Poder
Judicial de la Federación y a otros organismos fiscalizadores constituyen
un indicio insoslayable de turbiedades y deshonestidades en el financiamiento
de la campaña presidencial de la Alianza para el Cambio. Porque
si, como se afirma, las cuentas de Amigos de Fox, A.C., son impolutas y
plenamente legales, no se entiende el afán de los cabecillas de
esa organización por ponerse a salvo de procedimientos fiscalizadores
regulares y normales.
Ante las trabas burocráticas y judiciales a que
se enfrentan las indagaciones del caso, el Partido de la Revolución
Democrática y el Revolucionario Institucional han redoblado, con
razón, las presiones para que se esclarezca el episodio; en esa
lógica, el primero de esos institutos políticos interpuso
ayer una denuncia penal contra el Presidente y contra quien resulte responsable
ante la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos
Electorales (Fepade), por ocultamiento de operaciones que pudieran constituir
delitos electorales, lavado de dinero o delincuencia organizada.
Ante el recurso presentado por el PRD, en el que se enfatiza
que "Amigos de Fox A.C. es una organización del PAN, puesto que
sus integrantes son militantes (dirigentes) o simpatizantes de dicho partido
político", los deslindes panistas resultan insuficientes y poco
convincentes; por lo que hace a lo señalado ayer al respecto por
el propio jefe del Ejecutivo Federal, en el sentido de que "no hay comparación"
entre los financiamientos dudosos a su campaña y el llamado Pemexgate,
no es a Fox a quien corresponde trazar la diferencia, sino precisamente
a los organismos competentes.
En estricto sentido legal, el Presidente está en
lo cierto cuando afirma que ambos episodios deben seguir su curso en los
tribunales. Pero el mandatario no debiera ignorar que las dudas sobre el
financiamiento de su campaña rebasan, con mucho el ámbito
judicial, toda vez que afectan además la imagen política
y ética de su gobierno, su propia autoridad moral como pretendido
presidente del cambio y la credibilidad toda de la alternancia que vive
el país.
En esa perspectiva, si los antiguos amigos de Fox realmente
se pretenden tales, tendrían que renunciar a sus amparos y ponerse
a disposición de los organismos judiciales, electorales y bancarios
correspondientes, y aportar toda la información de que disponen
sobre el oscuro episodio. De otra manera será inevitable concluir
que Korrodi, Robinson, Padilla y Rojas se han vuelto, con el tiempo, enemigos
del Presidente.