Se cumplen 15 años de la muerte del precursor del festival Cervantino
Enrique Ruelas se ufanaba de su búsqueda del ser mexicano, pondera Olga Harmony
Pendiente, la revaloración de su legado en el teatro universitario, señala Edgar Ceballos
ANGEL VARGAS
Muchos lo recuerdan sentado en una de las esquinas del Café Valadez, en el centro de la ciudad de Guanajuato, donde cada viernes, durante más de 30 años, departía con aquellos que lo buscasen, de manera habitual gente de teatro.
Impecable en el vestir, sempiterno cigarrillo entre los labios, voz profunda y palabra clara. Un caballero. El maestro Enrique Ruelas, generoso, se extendía en sus pláticas, hacía observaciones, daba consejos; riguroso también, hacía señalamientos fuertes, invitaba a exigirse más, a superarse, a sacar ese extra desconocido que tiene cada persona.
En ese ángulo del restaurante yace desde 1997 una placa que lo recuerda, en homenaje a esas tardes y a su vida dedicada al arte escénico. Reconocimiento que le brindaron los guanajuatenses y al que se sumó en 1999 una estatua de cuerpo entero en la Plaza de San Roque, donde dirigió tantas veces los Entremeses cervantinos, proyecto que emprendió en 1953 al frente de la compañía de teatro de la Universidad de Guanajuato y que serviría de plataforma para el nacimiento del Festival Internacional Cervantino, en 1972.
Búsqueda del ser mexicano
A 15 años de su fallecimiento, que se cumplen este domingo, será recordado en una ceremonia religiosa en la capital guanajuatense, la impronta de Enrique Ruelas todavía está muy presente, sobre todo para la mayoría de las personas, como precursor de la fiesta cervantina.
Sin embargo, para el arte escénico mexicano su legado es mucho más amplio y enriquecedor, coinciden en señalar integrantes de la comunidad teatral nacional.
La crítica Olga Harmony, por ejemplo, quien fue una de sus primeras alumnas y escribió la obra Ruelando, en homenaje al maestro Ruelas, considera que el tiempo le dará su lugar como pionero del teatro mexicano, más que como director escénico.
''A él se debe la escuela de teatro en la Facultad de Filosofía y Letras. Como uno de los fundadores de la carrera, tuvo que sortear el gran escándalo que se dio en su época de cómo era posible que se impartiera teatro en una facultad tan seria. Fue pionero del teatro universitario y preparatoriano, lo mismo que del festival Cervantino, con el montaje de los Entremeses. Haber abierto diversos rumbos, considero, le dan su importancia".
''En lo académico, lo recuerdo como un maestro que hacía mucho hincapié en el ser mexicano. Más que de teatro social, se ufanaba en esa búsqueda. Eran los años 40 y en ese momento estaba muy en boga estudiar lo mexicano, a propósito de El perfil del hombre y la cultura en México, de Samuel Ramos, quien en ese entonces era director de la facultad."
Para el investigador Edgar Ceballos resulta sumamente injusto que se limite la figura de Enrique Ruelas a los Entremeses cervantinos. ''No se le ha revalorado por su legado para el teatro universitario, su principal aportación. Fue uno de los primeros en montar a (Jean-Paul) Sartre en México, en una época en la que dominaba el viejo teatro español benaventiano, de Jacinto Benavente. Era todavía la época del desgarramiento de la Montoya. Su propuesta era de teatro universal, un teatro más atrevido, de la nueva época del medio siglo".
La docencia, otra de sus virtudes
Enrique Ruelas Espinosa nació en Pachuca, Hidalgo, en 1913. Estudio derecho, por obligación familiar, en Guanajuato. Lo suyo eran las artes y las cultivó a la par de esos estudios. Junto con Fernando Wagner creó, como ya se dijo, la carrera de teatro en la Facultad de Filosofía de la UNAM, donde formó a varias generaciones de maestros y hacedores teatrales. Estuvo a cargo, asimismo, de la compañía de teatro de la Universidad de Guanajuato.
Su propuesta fue ajena al teatro profesional como feria de vanidades, como lo señala el también investigador Armando Partida:
''No buscaba espectacularidad ni sorprender al público. Como buen pedagogo, fundamentalmente se concentró en trabajar con estudiantes e incluso con personas de otras profesiones u oficios, como fue el caso de los montajes de sus entremeses.
''Al igual que quienes se formaron en los años 30 y 40, siguió la tendencia estilística de la escuela vivencial de Stanislavski. Como buen humanista, tenía especial cariño por el teatro del Siglo de Oro, lo mismo que por los clásicos o la corriente poética de aquellas décadas.
''La docencia fue otra de las virtudes de don Enrique Ruelas. Marcó de por vida incluso a quienes terminaron la carrera y no la ejercen, como es el caso del actual director del Cervantino, Ramiro Osorio.
''Era un gran maestro; y uno de los aspectos que admiro mucho, en los grandes maestros, es la seriedad y la disciplina cotidianas. Nunca faltó un viernes a Guanajuato, nunca faltó a un ensayo, siempre estuvo atento a sus entremeses, discutibles o no, pero siempre estuvo atento a todas sus obras, siempre corrigiéndolas."