Comenzó en la sala Nezahualcóyotl
la primera gira mexicana de los artistas gitanos
Taraf de Haidouks ejerció el oficio más
bello del mundo, ser músico, para vencer la adversidad
El agrupamiento rumano atemperó el furor del
público y logró su bondad
PABLO ESPINOSA
La noche del domingo se inició la primera gira
mexicana de la agrupación Taraf de Haidouks, cuya génesis
ígnea se aviva en cuanto se anuncian, antes de que empiece la música,
como la mejor banda gitana del planeta y se convierte en erupción
volcánica en el escenario, incendiado literalmente de un espíritu
enaltecido por el oficio más bello del mundo: ser músico.
Una decena de profetas, diez personas mayúsculas, un puñado
de Davides derrotaron a Goliath sin lastimarlo, por lo contrario, acariciaron
a la bestia con rotundos mensajes positivos, y soltaron en escena contenidos
de alto tonelaje y poderío, a tal grado que lograron remontar la
adversidad hasta convertirse en héroes de un público inicialmente
feroz pero luego reconvertido a la bondad merced al arte de estos gitanos
geniales. Lo que al inicio del concierto del domingo pudo haber derivado
en cataclismo, culminó en un furor que circulaba como magma por
el butaquerío, a sala llena, de un público fervoroso en fiebre
de placer.
Taraf
de Haidouks es una celebridad en Europa. A pesar de que en su país
natal, Rumania, son marginados y menospreciados por ser gitanos, en las
mejores salas de concierto de Inglaterra, Holanda, Francia, Japón
y Estados Unidos son venerados como lo que son: músicos de primerísimo
nivel.
El conocimiento de la música gitana en México
es reducida, pero suficiente. La moda de consumo que nos ahoga tiene empero
referentes buenos: el buen gusto musical de Tarantino, que ha echado mano
de temas gitanos en sus filmes; o bien el repertorio vasto del Kronos Quartet;
o bien el ejemplo más socorrido: el soundtrack del filme
Underground.
Hay una manera de dibujar de cuerpo entero la grandeza
y reciedumbre de estos músicos: en el meritito inicio de su actual
celebridad global, se presentaron en un teatro fufurufo de Londres.
La tarde previa al concierto entró en furia el
gerente del teatro, quien reclamó al representante del grupo una
situación a su juicio escandalosa: los diez músicos hacían
alegremente su música, en la calle, con sus respectivos sombreros
en el piso a la espera de monedas.
Rechazo a la música desnuda
Tal tradición cultural (así como había
antes cultivadores, cazadores, hombres nómadas y multidudes sedentarias)
tuvo una actualización brutal en días recientes. Narra Eduardo
Llerenas, quien con Mary Fahrquarson es el responsable de mucho de lo mejor
de lo que en música tenemos hoy en México (Buenavista Social
Club, Ali Farka Toure, Manu Dibango, todos los mejores músicos del
Caribe, et al) que venía un camioncito cargado de músicos
desde el pueblo de Clejani hacia Bucarest, para tomar un avión hacia
París para tomar un avión hacia México para dar su
concierto del domingo, cuando sufrieron un accidente vial, sin consecuencias
físicas que lamentar pero sí acústicas: debido a ese
choque de autobuses la Sala Nezahualcóyotl estuvo a punto de contener
un choque de trenes, pues no hubo tiempo de instalar la amplificación
electrónica debida.
Sin embargo, a fuerza de valor y arte, los diez músicos
se arrejuntaban entre sí en el escenario, se hacían bolita
y parecían una cáscara de nuez en medio del océano
y recibían insultos de una parte del público sometido por
la moda de consumo que está poniendo sorda a la gente y ya no quiere
oír la música desnuda. Gracias a los músicos, a su
entereza, a su genialidad y oficio sencillo y noble: ser músicos,
el final fue feliz. Discos CoraSon asumió la responsabilidad de
lo sucedido, envió un comunicado a los medios pidiendo disculpas
al público y anunció que el próximo domingo 13 a las
18 horas en la Sala de Conciertos Nezahualcóyotl se volverá
a presentar la mejor banda gitana del mundo, Taraf de Haidouks, ahora sí
adecuadamente amplificada.