Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 14 de octubre de 2002
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Política

Javier Oliva Posadas

La vulnerabilidad de Estados Unidos

Condados de Virginia y suburbios de Washington, DC, se han visto convulsionados por la aparición de un francotirador que, al momento de redactar esta colaboración, lleva ocho asesinatos y dos personas gravemente heridas. La policía se ha visto impotente para enfrentar a un sujeto que se supone ha firmado un mensaje en el que se lee: "Querido policía, yo soy Dios". Lo mismo son niños que mujeres, hombres o ancianos las potenciales víctimas, lo que significa que cualquiera puede ser objeto de un nuevo atentado.

Mientras esto sucede, en la misma ciudad, pero en otro lugar, la Cámara de Senadores aprobó en su sesión del 10 de octubre la aplicación de la fuerza militar en contra del gobierno de Saddam Hussein con o sin el aval de la ONU: 77 votos contra 23 le confieren al presidente Bush la opción de atacar cuando los consejeros y funcionarios así lo estimen pertinente. Por otra parte, la Cámara de Representantes aprobó el presupuesto para el Departamento de Defensa, que asciende a 355 mil 100 millones de dólares para el año fiscal 2003.

La relación entre ambos acontecimientos es una auténtica paradoja. Los peligros para mantener la seguridad y preservar las condiciones de vida pacífica en la capital de Estados Unidos no sólo radican en la supremacía de la tecnología y la capacidad para desarrollar análisis basados en complejos procedimientos de inteligencia. El temor, vivir con el miedo a ser baleado al ir a cargar gasolina para el automóvil, como sucedió en el último misterioso asesinato, nos revela que la nueva estrategia estadunidense de seguridad nacional puede ser más una aspiración de dominación al exterior, ya que los riesgos están adentro.

Las condiciones para que un Estado pueda ofrecer garantías para el desarrollo de la nación pasan, en primer lugar, por la capacidad de generar confianza, certeza en el futuro y condiciones generales de convivencia.

En una sociedad en la que la ausencia de apoyo mutuo y el egoísmo se aúnan a la incertidumbre de lo que puede pasar mañana, y sumado todo esto a los roces diarios en cada una de las actividades del individuo producen un entorno donde la propensión a la violencia, el fraude, el robo, la corrupción y conductas patológicas se vuelven frecuentes y desafiantes.

Ni Hussein ni ninguno otro de los gobiernos del eje del mal son los auténticos enemigos que pudieran desafiar y poner en riego la supremacía de Estados Unidos. El principal peligro se encuentra precisamente en las condiciones que la ciudadanía de ese país vive a propósito de las consecuencias de lo que sus gobiernos hacen en otras partes del mundo: suplir la diplomacia y sustituir la política por la fuerza y la destrucción siempre acarrea malos resultados. Una sociedad en la que el enriquecimiento a toda costa, la habilidad para obtener cuantiosas fortunas en muy poco tiempo, la competencia sin tregua, el racismo, entre otras conductas, son los reales enemigos y promotores del miedo.

Para el gobierno de Estados Unidos trasladar a Bagdad la fuente de inestabilidad deja de lado la atención que a los problemas domésticos les puede dar. Incluso, un solitario asesino ha puesto en jaque y en entredicho la capacidad de la policía y la seguridad de los transeúntes en la misma capital del imperio que se siente desafiado y ofendido a miles de kilómetros de distancia.

La capacidad de gestión de los asuntos públicos, además de la destreza para defender y reforzar los intereses de la nación, pasa primero, por el aval silencioso y definitivo de los individuos que con confianza acuden a sus trabajos, a las escuelas, de compras o salen de paseo sin el temor a ser asesinados o agredidos sin que nada ni nadie pueda impedirlo.

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