Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 14 de octubre de 2002
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Editorial
 
NEGOCIACION, VALOR AUSENTE

sol-2Ante el atentado dinamitero que el sábado pasado costó la vida a 187 personas, hirió a más de 3 mil 400 y destruyó parte de un complejo turístico en Bali, Indonesia, casi ningún gobierno del mundo ha querido dejar pasar la oportunidad de condenar el terrorismo en todas sus formas, expresar sus convicciones humanistas y clamar por la persecución y el castigo de los culpables.

Pero la incuestionable atrocidad de este ataque, sin duda terrorista y ciertamente criminal, no debiera, sin embargo, opacar el dato alarmante de que prácticamente ninguna voz oficial en el planeta señala la necesidad de detener la creciente escalada de violencia entre Occidente y sus múltiples enemigos. Parece no haber gobiernos ni organizaciones internacionales dispuestos a señalar el acuerdo tácito entre Washington y sus fantasmagóricos adversarios terroristas para ir a una guerra frontal y despiadada en la que las víctimas principales serán, como en todas las guerras, individuos inermes que no tienen ni voz ni voto en tal decisión, ya sean los paupérrimos campesinos afganos, bombardeados por la fuerza aérea estadunidense en la guerra que empezó hace un año, o los turistas australianos y europeos asesinados hace dos días en Bali, al parecer por una organización extremista islámica.

El drama de los civiles inocentes israelíes asesinados en los atentados dinamiteros del integrismo islámico, que es el mismo de los civiles inocentes palestinos, asesinados por la barbarie gubernamental de Israel, pareciera ser el futuro de las poblaciones estadunidense, europeas y asiáticas, si no es que latinoamericanas: quedar atrapadas en una espiral de violencia en la que no hay más propósito que el improbable, pero de todos modos inmoral, exterminio del contrario.

Un primer triunfo de los belicistas de ambos lados bandos -que en el imaginario colectivo pueden representarse encabezados por George W. Bush y Osama Bin Laden- es la erradicación de los valores de la paz, la negociación y la solución pacífica de los diferendos internacionales. En la diplomacia actual, tales términos resultan incluso políticamente incorrectos, como efecto de las andanadas de retórica extremista, intolerante y totalitaria, procedentes de Washington, Londres, Bagdad y otras capitales. Bush y Blair, aunque no lo sepan, tienen una enorme deuda estilística con Saddam Hussein.

Hace dos décadas, cuando Ronald Reagan y Bush padre trataban de dividir el mundo entre buenos y malos, se inventaban un "imperio del mal" con sede en la agonizante Unión Soviética, financiaban y armaban a Hussein y a Bin Laden y llamaban "terroristas" a los guerrilleros centroamericanos, los gobiernos de México, Colombia, Panamá y Venezuela enarbolaron la vía de la negociación y el diálogo como única forma de resolver ese conflicto regional y para llevar a cabo ese propósito dieron vida al Grupo Contadora. La ejemplar tarea pacificadora de esa instancia resulta digna de evocar, particularmente ahora, cuando la diplomacia de nuestro país ha extraviado sus valores tradicionales y se ha plegado, con manifiesto y vergonzoso pragmatismo, a los violentos dictados del vecino del norte.
 

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