Eduardo R. Huchim*
Código Electoral: apostar por la mentira
A propósito de las observaciones a las reformas al Código Electoral del Distrito Federal, formalmente enviadas a la Asamblea Legislativa el pasado viernes por la tarde -cuando ya no había tiempo para que tales reformas rigieran en el proceso electoral de 2003-, se advierten dos acciones del jefe de Gobierno con un denominador común que es la vulneración de autonomías:
1. Actúa como si fuera una suerte de colegislador que se arroga atribuciones para aprobar o no actos de la Asamblea Legislativa, a pesar de que éstos posean el asentimiento prácticamente unánime de los diputados, a una parte de los cuales -los de su partido- acusa injustificadamente de no analizar lo que aprueban.
De esta forma, con base en despropósitos censurables y en lamentables lagunas legales, el jefe de Gobierno distorsiona sus atribuciones, y si los consensos legislativos no son de su agrado, sencillamente no los publica y, en consecuencia, las leyes y decretos no adquieren vigencia.
Evidentemente, esta conducta lesiona el arreglo institucional y el estado de derecho en la ciudad y denota una peligrosa vertiente de autoritarismo que recuerda cacicazgos que -ya se ve- no son patrimonio exclusivo de ningún partido político.
2. Se entromete -otra vez- en asuntos que no son de su competencia, pretendiendo decirle a un órgano autónomo como el Instituto Electoral del Distrito Federal (IEDF) cómo debe constituir su estructura y cómo organizar las elecciones. Esta reiterada intromisión, en la que muy probablemente tienen metidas las manos personajes como René Bejarano, Eugenio Robles y Ricardo Ruiz, anuncia una regresión peligrosa: el intento por desaparecer el IEDF en su estructura y funcionamiento actuales. Pareciera olvidarse que la confiabilidad de las elecciones en este país y la alternancia en el poder se dieron precisamente cuando los órganos electorales se hicieron autónomos
Independientemente de las consideraciones anteriores, y atendiendo puntualmente a las observaciones, surge algo muy grave: la mentira. Acredito esta afirmación citando un párrafo que aparece en la página dos del documento enviado a la ALDF:
"Entre las reformas y adiciones previstas en el decreto que se comenta, se prevé un incremento significativo de la estructura burocrática del Instituto Electoral del Distrito Federal (IEDF), al crear nuevas unidades administrativas, órganos y cargos que antes no existían, como la Contraloría Interna del Instituto, 40 directores técnicos jurídicos de los consejos distritales con carácter permanente, el Comité Técnico Especial de Asesoría en Materia de Registro de Electores, etcétera."
Todo es falso. No hay, con las reformas, incremento a la estructura del IEDF ni significativo ni no significativo, sencillamente no hay incremento. Veamos:
a) La Contraloría Interna existe desde 1999 por decisión del Consejo General del Instituto, que consideró importante crear esta unidad para contribuir a la transparencia en el uso de recursos públicos. De lo que se trataba al incluirla en la reforma era de darle mayor rango para que pudiera realizar de mejor manera sus funciones.
b) Los 40 directores técnicos jurídicos distritales tampoco son nuevos. Ya existen y se llaman secretarios técnicos jurídicos en el código vigente.
c) El Comité Técnico Especial de Asesoría en Materia de Registro de Electores también existe. Lo integran funcionarios del IEDF y representantes de los partidos políticos. Ninguno cobra nada por esa tarea específica.
Me permito llamar la atención del lector acerca de que lo expuesto en estos incisos no representa una diferencia de puntos de vista. Las observaciones citadas son, llanamente, falsedades. De la misma manera podría demostrarse la mentira, injustificación o inexactitud de cada observación. No lo hago por obvias razones de espacio. Lo grave e inquietante es que el jefe de Gobierno sabía que sus observaciones no tienen fundamento, sabía que no hay nueva estructura próxima a crearse en el IEDF y, sin embargo, insiste en ellas.
Para mí, en esa actitud hay una deplorable apuesta por la mentira. Porque el jefe de Gobierno sabe también que hablar de crecimiento burocrático desmesurado y de gasto excesivo y dispendioso son argumentos vendibles y comprables por medios de comunicación poco reflexivos. Sabe que, aprovechando su privilegiado y ventajoso foro diario, en el imaginario popular muy probablemente quedará que se opuso a la reforma electoral porque significaba quitarle dinero a las pensiones para nuestros ancianos -que, lo digo de paso, yo siempre he sostenido que merecen todo el apoyo de los gobiernos-, ya que los argumentos que lo desmienten no tendrán la misma difusión que los suyos. Así, para muchos, López Obrador habrá hecho bien al vetar la reforma electoral. Para menos, el jefe de Gobierno habrá intentado avasallar al órgano legislativo, entrometerse en el órgano electoral y sacrificar asuntos tan importantes como la certeza en la asignación de diputados de representación proporcional y en la fijación de topes de gastos de campaña, tan importantes como el avance hacia la equidad de género en las candidaturas a diputados y el financiamiento a las agrupaciones políticas locales para homologarlas con sus pares del ámbito nacional.
Apostar por la mentira puede ser redituable en lo inmediato. Difícilmente lo será en el mediano y el largo plazos, y quizá ni en el corto. López Obrador, de cuya buena fe todavía no dudo, se está equivocando al apostar por la mentira.
* Consejero electoral del IEDF.