Armando Labra
Exilio y cultura
Acabo de leer un libro que compiló Christian Kloyberg, titulado El exilio cultural austriaco en México, cuyo contenido quisiera comentar aquí, porque viene al caso de la situación prebélica en que nos está metiendo el inefable presidente de Estados Unidos.
Kloyberg pone en nuestras manos un mosaico de recuerdos y documentos que recoge los testimonios de aquellos austriacos que se exiliaron en México a partir de marzo de 1938, así como de los diplomáticos que lo hicieron posible y la manera en que de esta conjunción de circunstancias atribuladas emergió una importante contribución cultural.
La primera lección importante del libro es franca, poderosa y tiene que ver mucho con ambos pueblos, el austriaco y el mexicano: pese a las mayores adversidades, pese al poderío de las vecindades enemistosas, pese a todo, los afanes por exterminar las culturas profundas de los pueblos están, implacablemente, destinados al fracaso.
Nos enseña que no importó el éxodo de intelectuales y luchadores sociales austriacos desde 1934; que no importa la febril y trastornada bienvenida de las masas vienesas a la anexión que les impuso el régimen nazi en 1938; lo mismo que no ha importado el sistemático acoso a las etnias indígenas de México: los saldos de la historia siguen demostrando, en uno y otro casos, una y otra vez, que la cultura profunda pervive, se recrea y termina por definirnos frente al mundo y frente a nosotros mismos en un quehacer inagotable, incesante, al parecer y por fortuna, invencible.
Otra lección sustantiva es que el exilio de austriacos libres en México fue posible merced a la mezcla de dos factores principales, insólitos y extraordinarios: por un lado, la visión política e ideológica de la diplomacia mexicana y, por otra, la acción de las personas que, imbuidas de un humanismo ejemplar, actuaron en consecuencia, a pesar de los riesgos y a tiempo.
México protestó contra el Anschluss o anexión forzosa de Austria por Hitler el 19 de marzo de 1938. Comienzan de inmediato a aparecer en escena nombres ilustres como José Vasconcelos, Isidro Fabela, Gilberto Bosques, Lombardo Toledano y, naturalmente, Lázaro Cárdenas. Y comienza también el exilio austriaco, todo ello envuelto en la pesantez de los agravios, el racismo antijudío, la desolación y lo desconocido.
Tan ominosos preámbulos se tornan súbita y sorprendentemente, ya en tierra mexicana, en el constante renacer de la cultura austriaca. Desde el principio y una vez tras otra van emergiendo las fuerzas vitales de la esencia cultural, que lejos de pulular en la derrota, convierten la adversidad en triunfo de mentes y almas que asumen un destino intensamente, humano, humanista, creativo y creador.
Para muchos fue la música, para otros el periodismo, el teatro, la poesía o la pintura, los mejores medios para cobijarse en el corazón de la cultura mexicana. Otros más, austriacos-devenidos-mexicanos, han dado a este país, con su reflexión y su labor intelectual, una comprensión deslumbrante del pasado y con ello un mejor asidero del presente y del porvenir.
Un buen ejemplo: Friedrich Katz, hijo de ese exilio, llegó a México a los 13 años en 1940 y nos ha legado, entre numerosos trabajos, su incomparable aporte a la comprensión de las raíces históricas, políticas, diplomáticas y económicas de la revolución mexicana en los albores del siglo xx en las páginas de su formidable Guerra secreta de México.
Al cierre de la década de los años 30 y comienzo de los 40 brilló la diplomacia mexicana con un resplandor político, humanista y social hasta ahora inigualado. Incomparable también fue su eficacia operativa y su coherencia ideológica.
En los tiempos que hoy vivimos šcuánto tenemos que rescatar de esa nuestra historia, aún fresca! Ante las incertidumbres que nos envuelven, tan parecidas a las que trastocaron al mundo hace 64 años y que hoy reaparecen tan cercanas, tan aterradoramente vecinas... šcuánta falta nos hacen los visionarios comprometidos con la paz y la razón, vengan de donde vengan!
Bienvenidos los que contribuyan a impedir que se repita la historia que disipó la existencia de la Liga de Naciones y que hoy amenaza con anular la voluntad de Naciones Unidas ante el mismo desvarío unilateral, obcecado, demencial, de hace seis décadas, ahora con factura estadunidense. Ojalá nada resulte igual y ojalá que esa historia no se repita, porque no habría Méxicos adonde exiliarse...
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