El escritor chiapaneco Juan Bañuelos
llega a los 70 años con A paso de hierba bajo el brazo
''Con poesía, los monstruos se convertirían
en seres humanos''
Los poetas nos hemos vuelto perezosos; ya no nos interesamos
en las ciencias, lamenta
Recomienda volver a los grandes versos ''para llenar
el vacío que estamos viviendo''
CESAR GÜEMES
Como buen maratonista de la palabra escrita, cruza la
meta de los 70 años sin asomo de cansancio, lleno de proyectos,
feliz de la vida aunque un tanto desencantado del papel que algunos compañeros
de pluma han destinado para la poesía, su materia de trabajo. Juan
Bañuelos llega a su aniversario, como era de esperarse, con un nuevo
libro bajo el brazo, A paso de hierba. Poemas sobre Chiapas, editado
por el sello de Colibrí, y con la perspectiva de un homenaje en
toda regla que a propósito del festejo le brindaron ayer en la Sala
Ponce de Bellas Artes, a las 12 horas, Miguel León Portilla, Samuel
Ruiz y Marco Antonio Campos, con la presencia del violinista Samuel Maynez.
-Llega a los 70 años escribiendo, que ya es decir,
Juan.
-Y no nada más, gozo de buena salud y, sobre todo,
en efecto, estoy escribiendo mucho, en particular un libro sobre los ocho
años que pasé como integrante de la Conai, que fue para mí
un neoarraigo con Chiapas. Esa fue una de las experiencias más intensas
que he vivido. Como bien sabemos, el problema no está resuelto,
no hay paz en el estado, el drama chiapaneco cada vez es peor. Y en función
de ello está el libro que ahora escribo.
''A
nivel personal me siento bien, entonces. Veo, sin embargo, que no he logrado
lo que me propuse desde muy joven en la poesía. O al menos no siento
que lo haya conseguido, porque me estoy exigiendo cada vez más y
sobre todo por lo que pasa ahora en el país y en el mundo. Creo
que los poetas nos hemos vuelto perezosos al no interesarnos en las ciencias.
Nos volvemos cada vez más lejanos de la ciencia y la tecnología
para refugiarnos en lo que se llama humanismo. Digo se llama porque ya
no es el humanismo clásico. El término se ha convertido meramente
en una palabra que, por cierto, ya está pasada de moda, no tiene
la intensidad que vive México. Pensemos que los grandes creadores
siempre se preocuparon por la ciencia. Uno de los últimos poetas
que volvió los ojos a ese terreno del conocimiento fue Borges. Eso
nos da la medida temporal de cuánto hemos abandonado el mundo real".
-Es una actitud que lo mismo puede ser vista como alejamiento
o ceguera.
-Claro, todos prefieren seguir escribiendo sobre sus tragedias
personales o sobre cuestiones baladíes, sin leer para acercarse,
por ejemplo, a los más recientes avances sobre astronomía.
Al decir esto no significa que yo sea un experto en asuntos científicos,
sino que me parece que los poetas mexicanos somos muy presumidos sin base.
Es decir, se ha perdido la fe en la palabra. ¿Cómo es posible
que haya pereza en México ante un parteaguas social tan importante
como el que se dio en 1994? Muchos poetas y escritores en general ignoran
la trascendencia de ese hecho, como si eso no fuera la otra mitad de nuestra
identidad. Regatear la justicia de los derechos indígenas no es
más que una bomba de tiempo que pone en peligro a nuestro país.
Sin equilibrio social estamos perdidos. No olvidemos que hay 500 millones
de habitantes en el planeta que pertenecen a etnias claramente definidas.
A pesar de esto, en los diversos encuentros internacionales a los que he
acudido, diversas personalidades de la poesía mundial me señalaron
que la gente se refugia en la literatura, en particular en la poesía.
-Si algunos escritores han dejado de tocar tierra, los
políticos no se quedan a la Zaga.
-Claro que no, ahora estamos ante la inminencia de un
demente como George W. Bush que busca la destrucción de la humanidad.
Hablamos de un problema tan grave como se había visto desde la Segunda
Guerra Mundial. Los propios estadunidenses saben que equivocaron el rumbo.
Sin embargo, creo que la humanidad no va rumbo al suicidio.
-¿Cuál diría que es el papel del
intelectual dentro de este caos?
-Recordemos al clásico que pedía una palanca
para mover el mundo, y a partir de ahí podremos decir que nos den
un verso de Vallejo, de Esquilo, de López Velarde o de Quevedo para
convertir a los monstruos de la guerra en seres humanos. Con esto afirmo
que es necesaria la poesía, es una medicina en estos momentos. Debemos
volver a los grandes poemas, si bien estos viven sin requerirnos. Somos
nosotros los que necesitamos de ellos. Llega el momento, como ahora, en
que los precisamos para curarnos, para llenar el vacío en el que
estamos viviendo.
-Da a conocer ahora un nuevo libro, específicamente
dedicado a Chiapas. Cerremos el diálogo con esto: ¿cómo
consigue hacer un antología de lugar, no de tema?
-Fue a pedido del editor. Un pedido singular porque suelen
solicitarme antologías generales. Y creo que el momento de que aparezca
en un solo libro buena parte de lo que he escrito a propósito de
mi estado, es el mejor. En mi tierra, ante tanta realidad dramática,
un poeta nace cuando quiere y muere cuando puede. Poesía y realidad
no son ni una disyunción ni una conjunción, sino el producto
de un lenguaje más profundo de sensaciones, de ideas y de la materia
del mundo que nos rodea. Para mí la poesía es el pueblo enlazado
con la estructura misma de la naturaleza. Entre los indígenas he
aprendido que ser y palabra, ser y lenguaje, son una sola realidad. Todos
nosotros somos sonido y palabra puestos de pie para dialogar. Lamentablemente
lo que ha prevalecido no es la conversación, sino el monólogo
falto de imaginación. La ausencia de imaginación nos puede
hacer inválidos de la realidad mexicana.