Teresa del Conde
Se ruega cerrar los ojos
Los ojos de don Manuel Alvarez Bravo se cerraron, pero los de su Parábola óptica -una de sus tomas más célebres- perennemente continuarán abiertos. El título que doy a este texto corresponde a un famoso sueño de Sigmund Freud desatado por la muerte de su padre. Viene recopilado y analizado en La interpretación de los sueños y esta no es la única vez que lo analogo a Parábola óptica, donde los ojos están ''bien abiertos" anexándose, debido a tal condición, a la película de Kubrick que lleva el título opuesto: Eyes wide shut.
Don Manuel no acostumbraba decir la verdad, pero no porque pretendiera engañar a su interlocutor, sino porque era un formidable narrador de momento y lo que no recordaba lo inventaba, como sucede con la gran mayoría de los artistas y también, Ƒpor qué no decirlo?, hasta con algunos historiadores de renombre. Parece ser que el gusto por la ficción es condición inherente al ser humano y es un gusto que comparto, pero esta vez procuraré ser lo más veraz posible.
A fines de 1987, con su ambigüedad acostumbrada, don Manuel me comunicó que le iban a hacer un nuevo libro y que quería que yo escribiera el texto. Ya antes había escrito algunas notas ocasionales con motivo de exposiciones suyas o del asunto de sus archivos. Me mostré encantada. Pablo Ortiz Monasterio, el editor y diseñador de ese libro para la colección Río de Luz del FCE (salió en 1989) me confirmó la invitación y juntos empezamos a trabajar con la ayuda de Colette Alvarez Urbajtel, en la selección de fotos que don Manuel debía aprobar.
Como resultado de ese proyecto prácticamente todo el año estuve en contacto con él, a veces no trabajábamos nada, sólo platicábamos; otras, me mostraba su colección de grabados, unas más sólo oíamos música de Schoenberg. No me importaba que me hiciera escuchar Noche transfigurada, Pierrot Lunaire o las Gurrenlieder, pero como don Manuel siempre fue un poco sádico, en lo que más insistía era en que escucháramos completo el oratorio Moisés y Aarón, que es bastante largo y cuyo ''tema" o ''trama" era ininteligible para mí, porque aunque pescábamos una que otra palabra, lejos estábamos de entender frases completas. Claro está que él conocía el libreto sobre los dos hermanos: Moisés, el genio creativo, y Aarón, capaz de influir en los que se mostraban recalcitrantes a escuchar la verdad.
Yo anotaba párrafos enteros de sus alocuciones y a partir de ellas entresaqué unos aforismos. Tuve que mostrárselos varias veces, antes de que pasaran a imprimirse en el mentado libro. El aceptó mi versión, aunque suprimió algunos.
Lo mismo sucedía con la selección de fotografías que Pablo Ortiz Monasterio se empeñaba en perfeccionar. A veces parecía que ya todo estaba listo y otras, por el contrario, las cosas se venían abajo. Tuvimos que pedir ayuda a Graciela Iturbide, a sabiendas de que ella era muy capaz de modular las mociones de don Manuel. Finalmente el libro salió, contiene las tomas clásicas y unas más que recientemente se exhibieron en el Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez obedeciendo a la idea de que existen tomas ''abstractas" en su opus.
Lo que hay son tomas de artefactos, frutas (las famosas jícamas peladas) materiales (como el carbón) acercamientos (a la corteza de un árbol, por ejemplo) que dan como resultado composiciones en las que la imaginería está reducida a su mínima expresión, si bien la imagen se corresponde en todo con lo que él retrató. Ojalá se haga un catálogo de esta exposición, que, hasta donde sé, es una de las últimas individuales que se realizaron.
Gracias a su longevidad, don Manuel fue objeto de innumerables y muy sentidos homenajes en vida. Pudo disfrutarlos sin falsas modestias de índole alguna, con su habitual sentido del humor. El último, en Bellas Artes, incluyó un concierto en el que se interpretó música de otro de sus compositores predilectos: Gustav Mahler. Yo analogo Parábola óptica (tengo una copia dedicada por él y por Colette) al sueño de Freud porque la toma (como el sueño) lleva un reclamo en tanto que la representación está conseguida por el opuesto: hay que tener el ojo del cíclope (el de la cámara) bien abierto y los órganos de la visión repercutidos a través del espejo ''mirando" con atención flotante para que la vista interior se manifieste. El anuncio ovalado de la óptica, como se recordará, ostenta la palabra Spirito.
El revelado ''ortodoxo", dijo él, es el que corresponde al reflejo y, por tanto, los caracteres escritos se ven al revés con lo que ostentan una vaga similitud con los caracteres cirílicos. Algunos editores han ''corregido" esta situación por ignorancia, pero resulta que según se comentó después de su exposición en el MoMa, en Nueva York, en los momentos en que la foto se difundió por primera vez en edición vintage, las dos opciones llegaron a circular de manera simultánea. Así que la Parábola lo es.
Fue entonces cuando Paul Strand dijo que Manuel Alvarez Bravo era ''el Atget mexicano"; eso puede parecernos hoy fuera de lugar, pero conviene recordar que en ese tiempo nuestro artista tenía 30 años. Llegó a ajustar más de cien, šenhorabuena!, porque es cierto que ya quería, de unos meses a la fecha, cerrar los ojos.