Néstor de Buen
Así nacieron los sindicatos
Las fiestas de inauguración de los Juegos Olímpicos en Barcelona, no me pregunten hace cuántos años, me llamaron la atención por una cosa: las famosas pirámides humanas. Unos fortachones soportaban en sus hombros a otros también fortachones pero un poco menos, y éstos a otros y los otros no me acuerdo si a otros más o a un solo personaje, delgadito, poco pesado y que levantaba una bandera.
Esas pirámides humanas me han servido para explicar a mis alumnos en la Facultad de Derecho el origen de los sindicatos. Porque al producirse la Revolución Industrial, a partir del descubrimiento de la máquina de vapor, los viejos talleres gremiales en los que convivían el maestro, los oficiales y los aprendices (un buen ejemplo es el cuadro maravilloso de Velázquez, La fragua de Vulcano) se transformaron en industrias en las que el antiguo maestro se convirtió en empresario y en la misma medida se alejó de los trabajadores, impidiendo cualquier comunicación. Pero poco después se inventó la iluminación por gas y las jornadas fueron interminables y se explotó con alegría el trabajo de mujeres y menores con salarios inferiores a los de los hombres y surgieron los accidentes de trabajo que la nueva energía provocaba.
Los trabajadores, explotados y heridos, decidieron llegar al nivel del empresario. Hicieron una pirámide humana. En la parte más alta, el más audaz e inteligente llegó a su altura. Le exigió, en nombre de sus compañeros, mejores condiciones de trabajo. Le amenazó con que dejarían de trabajar. Y en ese momento se inventaron la libertad sindical, la negociación colectiva y el derecho de huelga. Inconscientemente, por supuesto.
Hay quien dice que el neoliberalismo acabará con los sindicatos y el derecho de huelga. Que se los crea otro. Eso no se terminará nunca mientras se mantenga la explotación.
En nuestra política, tan complicada en estos dos años recientes, se ha producido un fenómeno parecido. Los señores gobernadores, hartos del empobrecimiento a que los somete la política económica del gobierno, se han unido, han hecho un frente común y con olímpico desprecio la mayoría desairó una convocatoria del Presidente, presionando la mejoría de las condiciones económicas de sus estados.
Ahora, a esa unidad se quieren incorporar los alcaldes, un tanto hartos de que no haya transparencia y equidad en las participaciones federales. Exigen mayores recursos a la Federación alegando que se han atrasado las partidas presupuestales de los ayuntamientos.
En la política, pues, ha nacido un sindicato: la Conago, que agrupa a los viejos oficiales, hoy gobernadores. Los aprendices son ahora los presidentes municipales. Entre todos han formado su pirámide humana (con ciertas excepciones medio panistas), aunque en lugar de buscar al maestro-presidente, hoy empresario natural, resolvieron el problema al revés: no te queremos ver.
La unidad de los gobernadores sabe el origen de los primeros sindicatos, sin que quepa duda de que en los tiempos de los 71 años esos gobernadores (o, mejor dicho, sus ilustres antecesores) eran tan corporativos como los corporativos que conocemos de sobra. La voz de su amo era orden de exigente obediencia. Los presupuestos los dictaban desde arriba y la hora la decidía el señor: "la que usted diga, señor Presidente". Pero los cambios de la política, la democracia electoral nacida el 2 de julio de hace no mucho, convirtió a los serviles en opositores. Algunos con ciertas reservas: no voy porque está mala mi mamá; otros con notable desprecio: simplemente, no voy.
El tema es inquietante pero muy expresivo. Porque lo que había sido un mito: el federalismo, de repente ha adquirido personalidad, la fuerza que da la unidad y una presencia que, en mi opinión, es admirable.
A partir de ahora tendrán que discutirse los contratos colectivos de trabajo. Las órdenes del señor Presidente y su colaborador esencial, el secretario de Hacienda, ya no serán la última palabra. El nuevo derecho político será tutelar de los gobernadores como en los mejores tiempos, hoy un poco fuera de moda, el derecho del trabajo lo era de los trabajadores.
Sólo falta que designen al líder. Por ahora sobran aspirantes por Zacatecas y Toluca. Pero que no se conviertan en un don Fidel. O, a lo mejor, sí. Le sobraban inteligencia y malicia.