El azul en la flama, título de
su nuevo poemario publicado por Ediciones Era
Que la poesía vuelva a ser voz y no sólo
letra, pide David Huerta
''José Gorostiza es el mejor poeta del siglo
XX mexicano, a la par de Sor Juana o Rubén Darío''
El padre de ese género hecho para las urbes es
Baudelaire, dice el autor de Incurable
CESAR GÜEMES
Desde Cuadernos de noviembre hasta La música
de lo que pasa, sin olvidar al clásico contemporáneo
en que se ha convertido su poemario Incurable, David Huerta continúa
en lo suyo, que es escribir poesía. Ahora da a conocer El azul
en la flama (Ediciones Era), dedicado a la memoria de José Gorostiza,
''sencillamente porque es el mejor poeta mexicano del siglo XX".
En cuanto al tono de su nuevo libro, señala Huerta:
''Creo que es el más chilango de mis poemarios, lo cual lo vuelve
personal aunque no del todo. Hablo aquí como lo haría un
habitante de la ciudad de México de toda la vida. No olvidé
en ningún momento, entonces, que la poesía sólo adquiere
su verdadera dimensión cuando se lee en voz alta. Claro, la escritura
es muda, no se oye, pero en cuanto dice, creo que puede cobrar ese sentido
del habla chilanga".
-Si bien no necesariamente es un libro urbano, David.
-No, el tema es el azul en la flama: la parte de la combustión
donde está el oxígeno, el mismo que respiramos y devolvemos
con sentido al hablar. Escribo mucho leyendo en voz alta, si no me resulta
sonoramente agradable, rescribo, corrijo y acomodo hasta que suena como
me gusta. Vamos, la poesía se ha vuelto letra y ha dejado de ser
voz en buena medida. Por eso invito con este volumen a que los textos sean
apreciados en voz alta. Hay una cualidad de la voz que me gustaría
que se notara. A esa etapa de revaloración de mi propia forma de
hablar corresponde este libro.
La lectura, grado cero del plagio
-Es
una búsqueda que no resulta privativa de los prosistas, aunque finalmente
tú mismo ejerces el ensayo.
-Es verdad. El epígrafe del libro proviene de una
novela de Verónica Murguía. Es un testimonio, si quieres
discreto, de mi afición a la lectura de prosa narrativa o ensayística,
puesto que después de todo soy periodista de ritmo semanal. En este
libro hay varios intentos de acercarme a la prosa, como en el texto titulado
precisamente ''Novela". Son texturas que no debemos perder en la poesía.
Recordemos que Baudelaire se pregunta quién no ha querido conseguir
una prosa rítmica en la que se reflejen las voces y las cadencias
de la ciudad. De modo muy claro él es el padre de la poesía
hecha para las ciudades y en mis trabajos aparece.
-Tienes ya una considerable cantidad de títulos
publicados. ¿Qué haces cuando no escribes?
-Paso largos periodos en el grado cero del plagio: la
lectura. Cierta vez alguien me preguntaba cómo hacía para
escribir si atravesaba por eso que se llama bloqueo. Leer, le respondí.
En ocasiones uno, como decía Vallejo, quiere escribir pero le sale
espuma. En esos momentos, acudo a la lectura. Hay líneas o palabras
que me funcionan como detonantes para mi trabajo. Y no escribo diario,
por desgracia. Creo que eso sólo puede lograrlo José Kozer,
verdadero monstruo de la productividad. No dudo que lo haga, a mí
me resulta un poco difícil mantener un ritmo tan alto. Además,
cuando un escritor lee, está reforzando su escritura. Lo que leo
ahora es poesía clásica, así que no es raro que intentara
reunir las voces del pasado con las que escuchamos a diario. Es cierto
que con eso me echo a cuestas toda la tradición de poesía
en castellano, pero también gracias a eso trato de distinguirme
de ella y aportar algo.
Lección de actitud
-El libro está dedicado a la memoria de José
Gorostiza. Es una dedicatoria certera, pero aceptarás que inusitada.
-Tiene su explicación: es el mejor poeta del siglo
XX mexicano. No lo digo taxativamente porque luego se me enojan los ''pacianos"
o los ''sabinianos". Por cierto, no veo gran diferencia entre Paz y Sabines,
pero sí mucha entre los poetas mexicanos del siglo pasado y don
José Gorostiza. El maestro está en el mismo plano de Sor
Juana, de Rubén Darío o Góngora, sin distinción
de épocas. Gorostiza es un gran poeta, los demás mexicanos
del siglo son buenos, pero nada más.
-¿Lo conociste?
-Una sola vez, cuando ya estaba muy grande. Asistí
a una entrevista que le hizo Salvador Elizondo. Don José ya estaba
muy quebrantado por la edad, pero dijo entonces que construyó Muerte
sin fin como quien hace una casa, colocando un ladrillo encima de otro.
Me pareció una idea maravillosa. Por un lado expresa gran sencillez,
pero a la vista de los resultados el poema es una fortaleza inatacable,
que no inexpugnable porque se puede entender a cabalidad. La suya es una
gran lección de poesía e incluso de actitud. Cuando deja
de escribir le ocurre algo parecido a Rulfo: dijo todo lo que tenía
que decir y sólo le restaba guardar silencio, como a Alí
Chumacero, otro de nuestros clásicos vivos.
-¿Dirías que te acercas a tu oficio con
el mismo ánimo que Gorostiza?
-Sí. Parto de una línea, no de un tema.
De ahí se desprende todo el poema, hay una palabra que se convierte
en línea melódica y genética. Así, la paciencia
es una buena compañera de la poesía.