El novelista miope y la poeta hindú
se titula su más reciente libro
Recrea José Gordon dos ficciones paralelas y
una sola historia de amor
El autor confronta la relación sentimental entre
Mircea Eliade y Maitreyi Devi
Constató que cuando el prosista ''quiere ser
biógrafo de sí mismo, a veces miente''
CESAR GÜEMES
Mircea Eliade, el autor del célebre estudio Historia
de las religiones consiguió fundir la realidad y la ficción
en una sola de sus novelas, Maitreyi, basada en las relaciones que
mantuvo con la poeta hindú Maitreyi Devi, quien a su vez le respondió,
con otra novela, titulada No muere. La aventura intelectual, que
es al mismo tiempo una historia de amor, está analizada ahora en
el volumen El novelista miope y la poeta hindú, de José
Gordon, que editado por la Universidad Nacional Autónoma de México
se presenta hoy a las 19:30 horas en la librería Gandhi de Miguel
Angel de Quevedo, con los comentarios de Ernesto de la Peña, Guadalupe
Alonso y José Antonio Hernández.
Exploración de dos visiones
-¿Cómo pasas de leer a Eliade como ensayista
y luego interesarte por su trabajo narrativo?
-Un
día me encontré con la novela de Eliade en la que narra su
historia sobre Maitreyi. Es preciso imaginarnos a un joven pensador en
busca de conocimiento, que sale de su país para adentrarse en otra
cultura y descubrir aquello que parece estar cifrado en los libros sagrados.
Eso lo lleva al corazón espiritual e intelectual de la India. Es
cuando se da la historia de amor con Maitreyi, la hija de su mentor, y
sobreviene la tragedia. Eliade entonces escribe esa novela sobre su experiencia
vivida en India.
''Lo interesante para mí es que después
me encontré con la novela que ella escribió a modo de respuesta.
Eso me permite complementar la historia de amor y saber lo que aconteció
desde varios puntos de vista. Tomemos en cuenta que más de 40 años
después de que Mircea escribe la novela, Maitreyi se la encuentra.
Eso nos da la oportunidad de observar cómo la imaginación
incide en la realidad y viceversa. Esa lectura que Maitreyi realiza despierta
un amor quizá anestesiado pero que estaba en ella y genera de nuevo
lo mismo acción dramática que la novela en respuesta. Así
que nos encontramos con ficciones paralelas que narran una misma historia
de amor desde las perspectivas de los dos."
-Tener a mano las dos obras que narran hechos similares
te llevó de la verdad literaria a la verdad histórica, prácticamente.
-Así es, cuando tengo las dos novelas frente a
frente, me doy cuenta de que hay una tercera historia, la que complementa
las dos visiones noveladas. Eso me permite ver qué es aquello que
el escritor mitifica en la escritura, y cómo en la novela, a pesar
de que es ficción, se dan los apuntes más importantes sobre
la atmósfera de erotismo que rodeó a la aventura. Además,
es posible ver cómo, cuando el novelista quiere ser biógrafo
de sí mismo y hace sus memorias, a veces miente. La confrontación
de los textos y de la historia alrededor de Mircea y Maitreyi me dio la
oportunidad de ver el proceso de construcción de personajes ''reales"
y, desde luego, una gran historia de amor en la que me interesaba explorar
las dos visiones.
''No es raro encontrar que los lectores entienden mucho
mejor la historia contada por Eliade y las lectoras se inclinan por la
perspectiva de ella. Los varones plan-tean que es una tragedia por los
límites culturales del padre de Maitreyi; las mujeres perciben que
había en Eliade una pasión, pero con el tinte de la aventura
y no con el del compromiso total. Eso es algo que uno va atestiguando al
encontrarse con estas historias.''
Intenso erotismo
-La relación fue exagerada por Eliade y puesta
en su sitio por Maitreyi, pero después de todo era un vínculo
efectivo que no podía negar.
-A final de cuentas, a pesar de la desgracia que trajo
a su vida, ella sigue amándolo. Se siente manchada por la narración
erótica que hizo de ella Mircea, busca limpiar su nombre en relación
con un hecho que no sucedió. Ella afirma que nunca culminó
su trato con Eliade en el amor físico. Mientras que él en
la novela dice que sucedió y en sus memorias insinúa que
hubo una relación intensa y no desmiente lo dicho en la novela.
Es muy interesante que cuando ella trata de limpiar su nombre, resulta
que fue fiel al espíritu de erotismo que estaba detrás de
toda la historia. Y que si no culminó físicamente, no importa,
porque el erotismo era mucho más intenso. Por el lado de Mircea
Eliade es claro al paso del tiempo que vive la relación ya como
la anticipación de una novela gracias a la conciencia literaria
que lo acompaña todo el tiempo.
-Te has convertido en un especialista en Mircea Eliade.
¿Qué destacarías de sus posibilidades como escritor?
-Desde antes de encontrarme con la novela sobre Maitreyi
me interesaba mucho Eliade en sus ensayos académicos. Sin embargo,
es verdad que me atraía su vena literaria, la menos explorada de
su trabajo. Eliade dice, después de su búsqueda en India,
que había una serie de experiencias imposibles de volcar en el terreno
de la academia. Esa búsqueda de Eliade estaba relacionada con el
sueño de la inmortalidad, pero también con el de la sensualidad,
dos factores que confluyen en él de manera innegable. Por otra parte,
me interesa mucho de él la investigación en que estaba sumergido,
el hecho de estudiar sánscrito, un lenguaje que está, según
se afirma, en el fondo mismo de la naturaleza, con el cual se pueden cambiar
estructuras de tiempo y espacio. Eso me lo acerca mucho a Borges, cuando
dice: ''Si como el griego afirma en el Cratilo/ el nombre es arquetipo
de la cosa/ en las letras de rosa está la rosa/ todo el Nilo en
la palabra Nilo..." En fin, una búsqueda de ver cómo en el
fondo de la creación y de lo que vivimos hay estructuras de lenguaje.
Ahí me doy cuenta de la apuesta tan grande que Eliade tenía
en terrenos literarios.
-En cuanto a que no desmintiera en sus memorias lo afirmado
en la novela, quizá no lo hizo justamente por razones literarias
que poco se vinculan con la verdad a secas.
-Puede ser. Claro, el escritor frente al amor real prefirió
dejar ese elemento en el espacio para el mito. Eligió no destrozar
aquello que idealmente vivió en algún momento.