En varias entidades de ese país decenas
de miles de sufragios no son computados
En las elecciones legislativas de Estados Unidos el
voto no cuenta
En 2000 fue rechazado en las urnas el presidente Bush,
afirma columnista de The New Yorker
La palabra "Florida", símbolo de un sistema de
comicios disfuncional y descompuesto
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington y Nueva York, 3 de noviembre. Las elecciones
de este martes se realizarán dos días antes del segundo aniversario
de la destrucción de uno de los mitos fundamentales de la democracia
estadunidense: el de que cada voto cuenta. El 7 de noviembre de 2000 se
estableció que no sólo el voto sagrado de cada ciudadano
no necesariamente se cuenta, sino que la voluntad de la mayoría
no es la que define quién la representa.
Aquí
hay un hecho indisputable: en la más reciente elección nacional
el candidato que ganó la presidencia fue rechazado por la mayoría
de los votantes -de hecho, perdió por más de medio millón
de votos-; en el centro de la democracia estadunidense actual esta es la
realidad, tal como lo señala el columnista político Hendrik
Hertzberg, de la revista The New Yorker: "por primera vez desde
el siglo XIX, Estados Unidos está gobernado por un presidente que
como candidato fue rechazado en las urnas".
Mas allá de la complicada explicación del
funcionamiento del anticuado mecanismo del Colegio Electoral que permite
este tipo de resultados en el sistema electoral estadunidense, el hecho
de que George W. Bush no haya ganado la mayoría del voto popular
es algo que aún no se ha abordado en el mundo político de
este país, señala Hertzberg.
Pero ahora, ante las elecciones legislativas de este martes,
lo anterior provoca mayores interrogantes. Bush está buscando que
su Partido Republicano logre obtener el control de ambas cámaras
del Congreso para consolidar su proyecto político nacional. Que
una mayoría rechazó sus propuestas no parece impedir que
él y su partido declaren lo opuesto. El resultado será que
un electorado cuyo voto mayoritario fue en favor de una política
de centro-izquierda (sumando el voto emitido por el candidato demócrata
Al Gore más el del candidato del Partido Verde, Ralph Nader) en
2000, ahora es representado por un presidente y un partido de centro-derecha.
Decidieron jueces
Peor. El voto mayoritario no sólo fracasó
en sentirse representado por el resultado, sino que en la contienda electoral
de 2000, el resultado no fue determinado por un conteo fiel y preciso de
cada voto, sino por cinco de los nueve jueces de la Suprema Corte, quienes
tampoco son electos.
No acaba ahí este cuento de la democracia estadunidense.
En esas elecciones se divulgó un gran secreto: no todos los votos
emitidos se cuentan en Estados Unidos.
No fue sólo lo que ocurrió en la gran y
famosa disputa en Florida sobre cómo se contaron y recontaron los
sufragios, sino que resultó que en varios estados del país,
el conteo oficial no es nada preciso, y miles, tal vez decenas de miles,
de votos no se cuentan.
Eso, por varias razones, pero fundamentalmente por un
sistema electoral que emplea diversas técnicas y tecnologías
para contar votos dependiendo del estado -no hay un sistema nacional único
y uniforme de conteo.
Mas allá de las sabrosas anécdotas de fraude,
de lugares donde los muertos votan e individuos tan excitados por el ejercicio
democrático sufragan más de una vez, el nombre "Florida"
ahora no sólo se refiere a un estado, sino al símbolo de
un sistema electoral disfuncional y descompuesto.
No es por nada que una semana antes de las elecciones
legislativas de este martes, el presidente Bush promulgó una nueva
ley para modernizar los mecanismo de sufragio en este país. Pero
para muchos esto fue más imagen que realidad, ya que un político
cuya legitimidad electoral técnicamente no se ha comprobado busca
presentarse como un gran reformador del mismo sistema que le permitió
triunfar.
En estas elecciones una de las contiendas más disputadas
resulta estar ubicada en Florida. El gobernador Jeb Bush, hermano del presidente,
busca la relección en una competencia reñida con el candidato
demócrata. El déjà vu de la elecciones de 2000
se repite, con George Bush y Al Gore visitando el estado para promover
a los candidatos de sus partidos, y detrás de todo está el
gran juego sobre quién logrará conquistar este estado, otra
vez.
Ahora los estadunidenses de nuevo son convocados a participar
en una elección. Se les insta a cumplir con su deber cívico
y patriótico. Pero muchos de los invitados a esta fiesta democrática
no podrán ser culpados si llegan con serias dudas de cuánto
vale su
voto y si en verdad cuenta.