TURQUIA: GANA EL ISLAM
En
las elecciones legislativas celebradas ayer en Turquía, el Partido
de la Justicia y el Desarrollo (AKP, por sus siglas en turco) emergió
como primera fuerza electoral, con cerca de 35 por ciento de los sufragios,
seguido de lejos por el Popular Republicano (CHP, de orientación
socialdemócrata), que obtuvo poco menos de 20 por ciento. Si, como
indican las tendencias, ninguna otra organización política
logra rebasar 10 por ciento de los sufragios, umbral necesario para tener
representación parlamentaria, el AKP podría formar el próximo
gobierno sin necesidad de recurrir a coaliciones.
La noticia podría ser casi irrelevante en Occidente,
por no hablar de México y América Latina, de no ser porque
el AKP es una formación islámica -moderada, pero islámica-
y que en el entorno mundial contemporáneo la propaganda hegemónica
estadunidense y europea insiste en presentar al Islam no como una propuesta
civilizadora tan importante y válida como el cristianismo o el budismo,
sino como sinónimo de intolerancia, fanatismo y casi de terrorismo.
En esas circunstancias, el horizonte de una Turquía gobernada por
un partido de inspiración musulmana es, al mismo tiempo, inquietante
y sugerente.
Por una parte, el triunfo electoral del AKP, encabezado
por el ex alcalde de Estambul, Recep Tayyip Erdogan, indica que la propaganda
mencionada puede inducir estados de fobia irracional en algunos segmentos
de la opinión pública europea y estadunidense, pero no tiene
incidencia significativa en las sociedades islámicas más
occidentalizadas, como la turca, y menos, por consiguiente, en las naciones
musulmanas más tradicionalistas.
En términos más generales, los resultados
de los comicios en Turquía significan un éxito para la resistencia
de la diversidad social en un planeta dominado económica, política
y militarmente por un conglomerado de países que pretenden imponer
al resto del mundo su cultura, sus valores y sus creencias como modelo
único y universal.
Desde una perspectiva geopolítica resulta interesante
imaginar de qué manera un gobierno de orientación islámica
en Turquía (así sea moderada) alterará los planes
de Estados Unidos y Gran Bretaña para librar una guerra contra Irak,
habida cuenta de que el territorio turco resulta prácticamente indispensable
en esos proyectos. De hecho, la base aérea de Incirlik -situada
en la Anatolia turca- fue crucial para el arrasamiento aéreo de
la nación vecina en la guerra de la década pasada; actualmente,
Turquía sería además el trampolín obligado
para una incursión terrestre contra Irak, toda vez que Arabia Saudita
se niega, en esta ocasión, a desempeñar ese papel.
Finalmente, en la propia Turquía, el triunfo electoral
del AKP y la posibilidad de que llegue al poder en Ankara abre un periodo
de incertidumbre y experimentación en una sociedad desigual y contrastada
en la que conviven la modernidad cosmopolita y el atraso rural, la pluralidad
democrática y el autoritarismo corrupto, la necesidad de pertenencia
a Europa y el anclaje ancestral en Asia.