José Cueli
La tarde negra
šCorrida negra de inauguración! En el mes de los difuntos, muertos o cadáveres, el cielo se vistió de negro y desde la mañana empezó como a llover a contraestilo, sin que las nubes tuvieran que ver nada con nadie. Nada de arreboles de día de fiesta, ni sol con ropaje encandilado, ni estrellas titilando en el espacio en señal de emoción, es decir, nada de cursilerías. Así que los aficionados, que registramos una buena entrada, para no variar entramos al coso impermeabilizados al agua y a la frustración.
En la tarde vestida de negro, a la hora anunciada partieron plaza, al eco del ole inicial, las cuadrillas encabezados por el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza, dispuesto a dictar su lección del arte de Marialba, en una preciosa cabalgadura coronada de yerbabuena, chorreada de morcilla y rociada de cerveza oscura a tono con la tarde.
Para no variar el negro del espacio, Pablo Hermoso de Mendoza le sale al primero de Garfias montando a Ebano, prieto y jacarandoso, y los rejones le quedan traseros. Es hasta que aparece cabalgando a Fusilero que hace luz al galopar por el redondel, jalear palmas de danza sobre el herraje del equino -cuyas narices soplan humo, agitándose como mariposas en un galopar de ritmo ondulado con el burel enredado en la cola del caballo-; y la plaza se viene abajo.
Después de una tranquila siesta con Mejía y Ochoa, Pablo saca a Chicuelo y da cátedra, toreando con el pecho del caballo y saliendo airoso por el lado izquierdo, rematando con espectaculares giros cargados de duende. Mas la tarde era negra y negro fue su quehacer con el estoque. Salimos de la plaza oyendo los cascos galopar... cargando la suerte.