BUSH, OBLIGADO A RETROCEDER
En
un contexto en el que la irracionalidad, la violencia y la ley del más
fuerte parecen erigirse como normas básicas de las relaciones internacionales,
el obligado retroceso del gobierno de Estados Unidos en el seno del Consejo
de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas es, sin duda,
un dato esperanzador y plausible.
Ayer, el vocero del Departamento de Estado, Richard Boucher,
admitió que la Casa Blanca hace "revisiones" al borrador de resolución
que pretendía imponerle a esa instancia de la ONU con el fin de
legalizar el ataque contra Irak, siguiente capítulo a la destrucción
de Afganistán a cargo de las fuerzas armadas estadunidenses.
Según el funcionario del país vecino, las
"revisiones" tienen por objeto incluir las posiciones de otros gobiernos
que integran el Consejo de Seguridad y que se oponen a entregar a Washington
un cheque en blanco para que lance una incursión militar contra
el país árabe con la cobertura diplomática de Naciones
Unidas. Entre los detractores de Washington destacan Francia, Rusia y China
-tres de los cinco miembros permanentes del Consejo, los tres con poder
de veto-, cuyas autoridades han sostenido la necesidad y la pertinencia
de dar margen para que la presunta fabricación de armas de destrucción
masiva por parte de Irak sea resuelta por vías diplomáticas
y no con una nueva guerra.
Si las actitudes más moderadas logran prevalecer
sobre el delirio belicista de Washington y Londres, y si Bagdad flexibiliza
su rechazo a una nueva resolución de la ONU en materia de inspección
de armas -como pareció expresarlo ayer mismo Sa-ddam Hussein- el
mundo habrá ganado una oportunidad inapreciable para no iniciar
un nuevo y peligroso conflicto armado.
En este diferendo, México ha optado por sumarse
a la postura de Francia: descartar el uso automático de la fuerza
y en cambio facilitar la misión de los inspectores de armas que
la ONU debe enviar al país árabe a la brevedad; sólo
una vez concluida esta misión, y de acuerdo con los resultados que
se obtengan, debería empezar a hablarse de los siguientes pasos.
Ayer, en una conversación telefónica entre Fox y Bush, el
primero sostuvo ese punto de vista, pese a las presiones del mandatario
vecino por uncir a nuestro país al bando de la guerra.
Luego de los numerosos dislates, extravíos, torpezas
y claudicaciones que han caracterizado la política exterior del
presente gobierno, la adopción de la postura mencionada es un punto
a favor del actual mandatario, y como tal debe ser reconocido y respaldado,
toda vez que se corresponde con uno de los valores tradicionales de la
diplomacia mexicana, que dicho sea de paso han sido sistemáticamente
ignorados y traicionados en los últimos dos años: apostar
por la paz y la negociación en la solución de los conflictos
internacionales. Cabe esperar que la atinada postura oficial ante el asunto
iraquí no sea una mera carta de negociación o una maniobra
para distraer a la opinión pública sino, por el contrario,
un primer paso en la recuperación de los principios.