Elena Poniatowska
Toledo versus McDonald's
Francisco Toledo es realmente un ser admirable, todo lo que un intelectual del siglo XXI debería ser o aspirar a ser. No es sólo un pintor notabilísimo, un grabador, un escultor, un hombre culto, un lector, un coleccionista notable, es un defensor de los derechos humanos y del patrimonio cultural de México. Si Oaxaca le debe algo a alguien es precisamente a Toledo.
McDonald's quiso instalarse en el Zócalo de Oaxaca. Toledo organizó la protesta contra lo que él consideró, con muy justa razón, un atropello. Tamales sí, hamburguesas no, se convirtió en un grito de guerra en el ayuntamiento de Oaxaca, ciudad catalogada como Patrimonio de la Humanidad.
McDonald's tiene fama de ser el número uno a nivel mundial del comida rápida (fast food), en realidad chatarra. La cadena ha penetrado a Medio Oriente, a América Latina, a Europa. Hay McDonald's en Alemania, en Gran Bretaña y hasta en la avenida de los Campos Elíseos, en París, la ciudad culta por excelencia. No es sólo la carne molida (a veces de dudosa procedencia, de pura vaca loca, de puro perro callejero, de pura gata desvelada, de pura rata de alcantarilla), sino la mostaza en bolsita, la catsup de Gloria Trevi, las papas en su cama de cartón, los envases desechables, el plástico humillante, el papel, los cubiertos deleznables, el polietileno, todo lo que tiramos a la basura en un enorme contenedor repleto de desechos.
ƑEn qué cabeza cabe que pueda competir la gorda infame bovina hamburguesa (que lleva el horrible nombre de big mac y obliga a abrir unas fauces de león para poder darle la primera mordida) con nuestro mole de Oaxaca, nuestros tacos de rajas y de diversos guisados, nuestras quesadillas de huitlacoche y de hongos en tiempo de lluvias? ƑQué tiene que ver un plato de papel con uno de loza de Oaxaca? De por sí nos asfixia el plástico. ƑPor qué entronizar la mala comida ajena en vez de valorar la nuestra, que es extraordinaria?
Apenas desembarcado de Los Angeles, Toledo, justamente ofendido, levantó su puño ante la amenaza, movilizó a los mexicanos, organizó una protesta. Y ganó. Salvaguardó para los oaxaqueños su Zócalo y su buen gusto culinario. Con toda la razón del mundo se indignó y expuso sus razones. Ya le debíamos varios museos en Oaxaca, el rescate de Juchitán, su casa de la cultura, la vida espiritual de una de las regiones más importantes del país y ahora le debemos la desmacdonalización de Oaxaca. Y no es poca cosa porque los globalifóbicos en México son perseguidos y como seguimos siendo malinchistas tenemos más tendencia a querer ser gringos que mexicanos.
Como una excusa, se alega siempre que las trasnacionales, las maquiladoras norteñas subsanan el desempleo; sin embargo, la nuestra es una justificación de esclavos. Toledo, hombre independiente si los hay, se negó a alienarse, a aventar su ciudad a la chatarra y a la mezquina fealdad de establecimientos desangelados que le quitan a la comida (ritual mágico: recuérdese la película El festín de Babette) toda su dignidad, su tiempo, su encanto. Comer es tan sagrado como hacer el amor. Ahora es el momento de impulsar nuestros tesoros culinarios, como lo hicieron en La Jornada Cristina Barros y César Buenrostro.
Toledo ha neutralizado la influencia estadunidense en Oaxaca y su acto puede equipararse a la censura que México junto a Europa le hace a Bush, empeñado en lanzarse contra Irak. šEnhorabuena! Por sí solo Toledo logró un tratado de no intervención gringa en la cultura de nuestro país.