CUBA: EL MUNDO, CONTRA EL EMBARGO
Ayer,
por undécima ocasión y por una mayoría abrumadora,
la comunidad internacional representada en la Asamblea General de la Organización
de las Naciones Unidas (ONU) condenó el bloqueo económico
que Estados Unidos mantiene contra Cuba desde hace más de cuatro
décadas.
Ciento setenta y tres gobiernos de distintas ideologías,
ideas económicas y sociales, rechazaron el intervencionismo, la
inmoralidad y la pretensión de extraterritorialidad que conlleva
el embargo estadunidense contra el país caribeño. Frente
a ellos, los solitarios votos en contra del propio Estados Unidos, de Israel
-urgentemente necesitado de las ayudas de Washington para poder seguir
matando civiles palestinos-- y las Islas Marshall -un protectorado sin
existencia soberana real-- pusieron en evidencia el aislamiento internacional
de la superpotencia. Las cuatro abstenciones -Nicaragua, Malawi, Etiopía
y Uzbekistán-, por su parte, denotaron la dependencia de otros tantos
gobiernos de la asistencia financiera estadunidense.
No debe pasarse por alto el hecho de que la representación
mexicana ante la ONU se colocó en el lado correcto, votó
contra el embargo y justificó su voto con una exposición
y una defensa de los principios de la diplomacia nacional como no se había
escuchado en boca de ningún funcionario en lo que va de este gobierno,
ni acaso en los seis años del anterior.
Es pertinente comentar que, independientemente de la opinión
que merezcan el sistema político y económico cubanos, el
bloqueo impuesto por Estados Unidos es legal, moral, humana y políticamente
insostenible, toda vez que pretende allanar la soberanía de una
nación independiente, e incluso forzar a terceros países
a que acaten disposiciones estadunidenses; implica un ejercicio de extraterritorialidad
inadmisible; constituye una grosera contradicción a los principios
de libre comercio -que Washington dice defender, y que en otras latitudes
pretende imponer-; perjudica gravemente a la población cubana y
viola sus derechos esenciales, incluidos los de la salud, la alimentación
y la educación; representa un ejemplo deplorable del doble rasero
utilizado por los gobernantes estadunidenses en materia de democracia y
derechos humanos, toda vez que los exigen en Cuba, pero cierra los ojos
ante aliados tan impresentables como -entre muchos otros- Arabia Saudita,
Pakistán o Marruecos, y miran hacia otro lado ante socios comerciales
como China; en todo caso, si los argumentos democratizadores que sustentan
al bloqueo fueran honestos, habría que concluir que éste
es contraproducente, toda vez que paraliza la libre evolución de
la vida política cubana.
Desde otra perspectiva, la resolución aprobada
ayer en contra del embargo criminal e ilegal pone de manifiesto, una vez
más, las exasperantes inequidades y asimetrías que padece
la institucionalidad internacional: mientras una de sus advocaciones -el
Consejo de Seguridad de la ONU- emite una resolución que obliga
a Irak a rendir su soberanía a los inspectores internacionales,
otra, mucho más representativa, plural y democrática -la
Asamblea General- expresa un repudio casi universal al bloqueo estadunidense,
pero carece del poder necesario para hacer respetar sus determinaciones.
Pese a ello, el rechazo mundial al embargo de Washington
contra Cuba es, a no dudarlo, una severa derrota diplomática para
la potencia vecina, y una expresión de racionalidad esperanzadora
en el turbio contexto internacional de la hora presente.